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Había sido como volar por primera vez. Jimin se recargó en su espalda, mientras Yoongi saltaba por los edificios a la velocidad del viento. En un primer momento, sus ojos se cerraban del miedo, pero cuando tuvo el valor suficiente para abrirlos simplemente ya no podía siquiera parpadear. Desde lo alto, la ciudad brillaba en melancolía, altos edificios perdiéndose como manchas por el vapor de los árboles, las estrellas tan cerca que parecían volar a su lado y por un instante eran destellos cómplices de un cielo demasiado añil. Era maravilloso. El brillo lunar protegiendo sus espaldas, la cicatriz de saberse demasiado cerca el uno del otro, porque volar a una velocidad fuera de este mundo también le había traído su suave perfume. Jimin hundiendo el rostro en sus cabellos, Yoongi demasiado absorto en hacerlo sentir bien, en sentirse bien. Aquel fue uno de los momentos más íntimos que habían vivido.

Porque en su larga vida, Yoongi no había confiado lo suficiente en ningún humano para mostrarle su realidad. Ese otro lado de la moneda que verdaderamente era el que, por azar o por destino, le había tocado y era lo que debía ser. Una cara para el mundo y otra cara para sí mismo, inaccesible a nadie más; así había sido toda su vida. Quizás en el fondo siempre tuvo miedo a la soledad y aquello era lo que más lo forzaba a retraerse en sí mismo. No podía abrirse porque, de hacerlo, temía que aquella extraña cara, su verdadera esencia, no fuera aceptada.

Tras un largo paseo por la ciudad, sus siluetas descendieron perdiéndose en uno de los puentes de Seúl. Cuando recuperaron el aliento, Jimin supo que era hora de ir al motivo por el que lo había llamado.

—Hey, Yoongi. Creo que es hora de que hablemos —introdujo—. Gracias por lo de antes. Ha sido... Algo increíble. Pero con eso, me demostraste que no estás tan muerto como siempre andas diciendo. Tienes una vitalidad enorme aún —bromeó.

—Sólo ha sido el efecto de tu sangre Jimin —repuso—. Aunque sea eterno, paulatinamente mi cuerpo se está debilitando. Ya no puedo hacer uso de esas cosas como en mi adolescencia.

—Lo entiendo y por eso creo que deberías escuchar lo que tengo para decirte. He hablado con Seokjin y Kook por largas horas sólo para encontrar una forma de ayudarte.

—Ah, tú...

—No digas nada, por favor —Jimin apretó su mano, silenciándolo.

Los autos corrían a sus espaldas iluminando el asfalto. Desde lo alto del puente, la ciudad también podía observarse con furia. Para ese entonces, el reloj marcaba las cuatro de la madrugada. En aquel horario siempre transcurrían para los dos sucesos que dividían la noche en pedazos; no era el anochecer pero todavía el amanecer parecía estar tan lejos.

—Está bien. Necesito un cigarro, Jimin —le pidió permiso. El aludido, obviando su molestia, accedió con una mueca.

Lo vio encenderlo y aspirar llenando sus pulmones.

—Seokjin me dijo que en realidad no le dijo nada de ti a Namjoon. Las cartas con él son más complicadas, ambos nunca lograron llevarse del todo bien pero esa es sólo una faceta que ocultan a la vista de todos en la facultad. La moral de Namjoon está en juego, él sabe de ustedes también y al parecer sólo quería mover una de sus piezas, o quizá sólo protegerme.

—¿Era eso lo que querías decirme?

—No, no... Sólo quería que entiendas que Seokjin no ha hecho nada malo, pero tampoco desconfío de Namjoon. Luego lo llamaré e intentaré entenderlo como su amigo —aseguró—. Lo que he hablado con ellos fue acerca de tu muerte.

Yoongi lo miró inexpresivo, olía a ligera molestia. El humo azul del cigarro se perdía de su boca en perfectos anillos que evanescían.

—Jungkook lo sabía todo, Yoon. Pero no podía estar seguro de nada, sólo hasta que Jin se lo confirmó —pronunció firme—. Kook comenzó a sospecharlo cuando vio a su padre, quien era tu tío, morir unas horas después de haberlo visto por última vez con alguien más. Yoongi, tu tío tenía una amante.

4 ᴏ' ᴄʟᴏᴄᴋ  - ʏᴍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora