61: ADULTEZ

2.6K 292 190
                                    

—Sabes que si quieres que pare, lo haré.

—Sí.

—Y que si necesitas descansar o algo, también te daré tiempo.

—Sí...

—Y que si-

—Ya me sé todo de memoria, Tobio —me quejé. Él rio y negó—, en serio, no te preocupes tanto.

—Solo te estoy cuidando...

—Y te amo por eso —tomé sus mejillas y planté un beso en sus labios—, y si necesito algo, te lo haré saber.

—¿Lo juras? —clavó sus ojos en mí, preocupado.

Asentí varias veces.

Tobio ya se había acomodado entre mis piernas y yo estaba más nervioso que la mierda.

Siempre me pongo nervioso en estos momentos.

Tomé aire con fuerza y asentí por última vez, indicándole que ya podía empezar a entrar en mí. Kageyama tomó mis piernas y comenzó a deslizarse lentamente, robándome todo aliento y deteniendo cada músculo de mi cuerpo.

Cerré mis ojos y mordí mi labio inferior, aunque solo pude unos segundos porque él me obligó a dejar de hacerlo. Todo para escucharme.

Murmuré algo sin sentido, clavando mis uñas en sus brazos. Tobio suspiró de manera pesada cuando entró por completo en mí.

Y ahora llega el momento que solo yo siento incómodo.

Él dejará que pasen unos minutos hasta que yo me acostumbre, respirará sobre mi cuello y acariciará mis piernas hasta que le demuestre que podemos seguir.

Pero todo esto es incómodo desde mi punto de vista.

La puta habitación queda en silencio y yo no sé qué hacer. Mi cuerpo se siente pesado y tener a mi novio respirándome en el cuello de manera caliente solo hace que mi mundo gire y gire.

Recién cuando pienso que podré soportarlo, reúno el coraje suficiente y digo:

—Hazlo.

Y Tobio me dedica una última mirada no muy segura, yo asiento y él deja un beso en mis labios para comenzar a moverse.

Ahí realmente puedo ver las estrellas.

Solo diré que termino rogando por más y lastimando su espalda.

¡Salto de tiempo!

—Estoy cansado... —murmuré después de que él saliera de mi interior.

Tobio me miró con una ceja alzada.

—¿Quieres dormir?

—Por lo que resta de mi vida —murmuré, dándome vuelta sobre la cama como para enterrar mi rostro en la almohada.

—Solo espera un segundo...

Kageyama besó mi cuello y siguió bajando, asegurándose de dejar marcas en mi espalda, caderas y piernas. Sentí estas ser abiertas y una respiración cerca de mi intimidad.

—Vaya, ¿recuerdas cuando preguntaste si no quería ver cómo quedarías después de hacerlo sin protección? —preguntó sin vergüenza alguna, yo asentí sintiendo mi rostro arder—. Gracias al cielo que te hice caso —silbó.

Vulgar.

Dejó un último beso sobre mi piel y gateó hasta llegar a mi lado.

—Deberíamos bañarnos —dijo con energía.

—Báñate tú —Me quejé. En realidad, también quería hacerlo. Sentía mi interior viscoso y ya sentía el mismo líquido pegajoso caer por mis piernas—, a mí déjame dormir.

—No lo permitiré —Kageyama acarició mi cabello y yo solo me quejé más—. Iré a preparar la ducha y luego te llevaré, ¿sí?

—Solo si duermo ahí.

Él rio.

—Está bien.

Y así fue como, adentro de una bañera, terminé dormido sentado en el regazo de mi novio.

Vaya, extrañaba decir eso.

Kageyama lavaba mi cabello y acariciaba mi cuerpo, susurrándome palabras a las que no presté atención porque estaba durmiéndome, sin embargo sabía que estaban cargadas de amor.

Cuando desperté, era un nuevo Yo.

O algo así.

Las sábanas de la cama no eran las mismas, de por sí todo el cuarto estaba limpio. Tenía puesta una camiseta de Kageyama con su característico olor y a mi lado, él durmiendo. Casi roncando.

Estiré mi brazo y tomé mi teléfono.

08:00 AM.

Solté el quejido más largo de mi vida.

—¿Qué hora es? —preguntó él en un murmuro.

—Demasiado temprano, sigue durmiendo —suspiré, dejando el aparato y volviendo a esconderme entre las sábanas. Sentí la mano de Kageyama tomar mi cintura y atraerme a él.

—¿Cómo estás? —preguntó dejando un beso sobre mi cuello.

—Me duelen las piernas —me encogí de hombros acostumbrado. —¿Qué tal tú?

—¿Cómo estoy? —siguió besando. Asentí con un tarareo—, enamorado de ti.

Solté una risa y cerré los ojos.

—Qué tonto eres.

Él rio y acarició mi cintura, sin dejar de besar mi cuello.

—¿Crees que deberíamos levantarnos? —tarareó algo parecido a una respuesta negativa. —¿Qué deberíamos hacer?

—Dormir hasta que sean las ocho del otro día.

Reí y asentí.

—Suena como un muy buen plan.

Crónicas de una Pareja Primeriza | KagehinaWhere stories live. Discover now