Capítulo 13: ¿Qué es amar?

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Aland últimamente se estaba volviendo más cariñoso de lo normal, cosa que me extrañaba

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Aland últimamente se estaba volviendo más cariñoso de lo normal, cosa que me extrañaba. Después de casi 9 meses de matrimonio, parecía que la bestia poco a poco estaba siendo domada. Me colmaba de la mayoría de lujos que cualquiera querría y de los cuáles no estaba acostumbrada. Vestidos, maquillaje, doncellas, peluqueros... Cualquier cosa, que las mujeres de la época desearían, pero para mí, sentía que estaba siendo comprada. No me malentendáis, obviamente agradezco lo que me da, y no es mal esposo. Pero, siento que no sabe amar realmente a una mujer, y que su cariño es material y no real. No todo son lujos.

De hecho, me encontraba de camino a una de las mejores tiendas de Inglaterra en el carruaje junto a mi doncella. Mi armario estaba lleno de vestidos cogiendo polvo, pero él insistía que para esta velada del señor Hawkings debía tener algo nuevo, y que se notara que éramos importantes. Suspiré mirando la gente, esa gente en la que un día me encontraba yo, clase media, o más bien baja. Sobreviviendo en casas humildes, con quizá solamente una criada y gracias, si no te encargabas de todo tú. Que era lo que yo solía hacer, y debo decir que a veces lo echo un poco de menos.

Bajé del carruaje con ayuda del conductor, y a mi lado la nueva doncella. Entramos a una tienda bastante extravagante. Era una tienda llena de vestidos de colores, muy llamativos y llenos de brillos. Perchas llenas de volantes, perlas e incluso podría decir que diamantes. La tienda estaba entera completa de un color dorado y blanco. Pilares altos que mirabas al techo y parecían de altura como cinco hombres adultos. Se notaba mi cara de sorpresa cuando vino la dependienta y jefa de la tienda, como decía, todo muy extravagante.

- ¿Señorita Amery? - La dependienta llamó mi atención con el abanico.

- Sí, sí disculpe. Es que esta tienda es sorprendente - Sonreí de forma amable.

- Su esposo nos indicó que le mostraramos toda la nueva colección, y que podía escoger lo que quisiera - Hizo una reverencia y me indicó que pasara a otra sala contigüa.

Mi boca se volvió a abrir al ver miles y miles de maniquíes con vestidos preciosos de todos los colores. No pude evitar sentirme como una niña y correr a tocar todos y cada uno de ellos.

- Señora! Los modale....

Me giré a mirarla pero no terminó, una mano en su hombro le impidió continuar hablar. Ahí estaba Aland, llegaría en un carruaje más tardío, no sabía que venía. Tenía una sonrisa de felicidad en la cara, no podía evitar reir.

- ¡Aland! - Corrí hacía él, me sentía una niña, quizá demasiado infantil, pero jamás en mi vida pude disfrutar de todo esto, siempre arapos marrones, cutres y descoloridos, con rotos por todas partes. Lo abracé feliz, y al mirarlo, me separé avergonzada. - ¿En serio puedo elegir el que quiera de aquí?

- Señorita Amery - Dijo con tono cálido y cariñoso, poniendo su mano detras de mi espalda, en mi cintura - Como si quieres comprar la tienda entera

Reí y negué con la cabeza sorprendida.

- Con uno  o quizá dos... - Mi cara cambió y ahí se dio cuenta, que ese comentario no me gustó, volvemos a lo mismo, quiere comprarme todo, sé que para hacerme feliz, o eso parece. Pero no necesito tanto vestido, que no voy a usar. Sí, son bonitos, me encantan, y claro que me hace feliz tener cosas que antes no quería, pero si realmente me quiere hacer feliz, debería pasar más tiempo conmigo, solo pido eso, pero en estos 9 meses, pasé más tiempo sola, realmente con él calculando que pasé ¿un mes? Y porque estuve enferma durante ese tiempo y venía todos los días a verme. Podría hacer lo mismo sin necesidad de estar enferma... ¿Es mucho pedir? Pero entiendo, que no se puede reclamar nada, soy una mujer, tengo suerte de tener al marido que tengo y el dinero que tengo. Él se pasa el día trabajando para mi... A veces creo que soy un poco... Desagradecida.

Al final, Aland acabó comprandome tres y volviendo en el mismo carruaje. Yo no para de hablar, de las telas, de los colores, de como iba a combinarlo para la velada con el señor Hawkings y su esposa. Él simplemente me miraba, y escuchaba tranquilo. 

- Espero que te hayan gustado los vestidos, no se te acabó viendo demasiado feliz al final, ¿ocurrió algo? - Me miró algo preocupado.

- No solo qué... - Quedé pensativa pensando si debía o no quejarme.

- ¿Qué? Cuentame, si hay algo que te preocupa o no te gusta, dímelo. - Deslizo su dedo poniendo mi mechón detrás de la oreja, y mirandome profundamente a los ojos. Al ver esto, al ver esa mirada penetrante, noté como mi corazón quería salir del pecho, como mis gruesas mejillas se empezarón a poner rojas.

- No solo... Solo qué... - Aparté mi mirada, empezando a tartamudear - ¿qué me pasa tan de repente? - Pensé a mis adentros mientras él seguía extrañado esperando mi respuesta.

- Elvira, si hay algo que no te guste de como soy, y puedo cambiarlo, dímelo, jamás estuve con una mujer para algo que no sea la cama. - Debo reconocer que me puso algo celosa escuchar eso, aunque me salió una risita.

- Pues... No sé las demás mujeres, pero a mi no me gusta que seas tan material Aland. - Me tomé la confianza de decirlo de una y sin pensar.

- ¿Cómo? - Obviamente le tomó por sorpresa. - Pero, pensaba que a las mujeres les gustan los regalos.

- A ver, no me malentiendas Aland, una cosa es un regalo, un detalle, una pequeña joya, un vestido, unos zapatos. - Asintió atento, me parció adorable, parecía un pequeño escuchando a una institutriz. - Pero no, toda una tienda, miles de joyas de mucho dinero.

- Pero, tengo dinero de sobra, podría decir que incluso más que la reina. - Quizá parecía un poco ofendido al pensar que no tenía dinero.

- No es eso Aland, no es que seamos pobres, es que para mí, para enamorarme, el dinero no es lo importante, es esto. - Con mi dedo, suavemente toqué la zona de su corazón. - Realmente los pequeños detalles que demuestren que quieres estar conmigo, no todo el dinero que puedas gastar.

Después de esto, se quedó callado todo el camino, no sé si lo entendió o lo enfadó. No recibí palabra, para lo único, fue para decirme que estaba cansado y que deseaba ir a dormir. Le di las buenas noches, y no lo vi hasta el día de la velada. Notaba mi corazón pequeño al pensar, que no debía haber dicho nada.

Dolor Real.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora