Capítulo 19: ¿Y ahora?

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Me despedí de Jason, me sentí más cercana a él ahora que pudo confiar en mi para contarme algo tan grande

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Me despedí de Jason, me sentí más cercana a él ahora que pudo confiar en mi para contarme algo tan grande. Ya prometí no contarle a nadie, ni si quiera a Aland, lo podrían desterrar por ello. Y aunque es algo que no comprendo, lo apoyaré, no creo que sea algo malo, ¿el amor es amor no?

Vi a lo lejos como salía el carruaje de la reina, ¿qué haría aquí? ¿Otra vez a sus boberías? A medida que me acercaba, me sentía más feliz por poder regalarle el ramo que llevaba entre mis manos, encontré flores muy bonitas en el camino y de todos los colores.

Lo vi de espaldas y tocando su pelo nervioso, todo estaba raro.

- ¿Aland? Acabo de ver salir la carroza de la reina, ¿ocurrió algo? Te traje algo de la ruta que hice.

Cuando Aland se giró, sus ojos estaban rojos y llorosos, jamás lo vi así. Su tez estaba pálida y realmente estaba serio, parecía otra persona. Sin darme cuenta, todas las flores que recogí estaban por el suelo, me acerqué a él preocupada.

- ¿Aland? ¿Qué pasó? ¿Estás bi..?

Me callé al notar un bofetón fuerte en mi mejilla. En ese momento, no noté dolor alguno, solo sorpresa. Mi mano inconscientemente fue a mi mejilla. No sabía que decir, estaba tan sorprendida por eso.

- ¡Maldita sea Elvira! - Me volvi a sorprender, jamás lo vi tan enfadado, noté miedo. - ¿Cómo puedes ser capaz...? ¡Joder! Y encima eres tan estúpida que no sabes ni esconderte bien. 

Gritaba, y gritaba, no paraba de decir insultos, soeces y quejas por todas partes. No comprendía nada, y me zarandeaba, su vena del cuello estaba muy hinchada, incluso su cara estaba roja de la ira.

- ¿Aland? ¿Qué dices?- No entendía nada, y no pude evitar sollozar.

- ¿Que qué digo? La fulana que se va con otros eres tú.

- ¿Cómo? Espera, espera, me estás gritando y me has pegado... ¿por un rumor?

Después de esto, me sentí enfadada, y decepcionada que haya creído antes rumores de otras personas que a su esposa. 

- Antes que venir y preguntarme, ¿te fías de lo que han dicho?

- ¡Y qué coño quieres que haga, maldita sea! Vino la puta reina a decirmelo, ¿crees que no la voy a creer?

- ¡ Cómo si quiere venir el primer ministro de inglaterra! Me da igual, por qué te fías de unos rumores y no de algo que hayas visto con tus malditos ojos, Aland.

Me sumé a los gritos, ahora sí notaba el dolor. Pero no el dolor del golpe de Aland, si no el dolor de que la persona que amas, no confíe en ti.

- Encima... ¿Con Jason, Elvira?

Ahora lo entendí, el abrazo. Alguien nos vería  abrazarnos en aquel bosque, y se pensó lo que no era.

- Aland, cree lo que quieras, pero no pienso seguir desmitiendote cosas. No servirá de nada, si sigues creyendo a los demás. No pienso quedarme en un sitio donde no me valoran. Ya he sido plebeya y pobre antes. Destierrame si quieres. Además ahora tienes una buena excusa para el divorcio. Aunque a ti, con el dinero que tienes, no te hacían falta muchas excusas para deshacerte de mí.

Cerré de un portazo la puerta del salón, y a medida que subía las escaleras escuchaba golpes y gritos dentro del salón. Aguanté las lágrimas de mi orgullo como pude, y corrí a hacer mis maletas de nuevo. 

Todo un año me duró esta fantasía bonita de creer que alguien me amaba por como era.

Pero no, siempre seré una leprosa, gorda y fea que para lo único que sirvo, es para ayudar a librarse de los problemas a los demas. Un pañuelo usado soy.

Entre lágrimas y sin poder ver todo bien, termine mi maleta. Pedí a una de mis doncellas que guardara en una bolsa todos los vestidos que cupieran.

Los vendería para poder mantenerme, hasta que pueda encontrar un sitio o albergue que quedarme. 

Me dediqué en lo que me sobró de tiempo en escribir cartas, para poder mandarlas a diferentes mansiones. Gracias a que estuve con Aland conocía varías familias con dinero para que me mantuvieran de doncella. 

Eso sí, jamás la mandaría a la casa de mi familia, allí me harían la vida imposible.

Le dije a mi doncella de mayor confianza, que si recibía alguna carta, me la llevara al albergue más cercano. Ella simplemente asintió y salí de aquella mansión con lágrimas en los ojos.

No pedí ni carruaje, me cogí el calzado más cómodo y decidí ir andando a la ciudad, habria como dos horas andando, pero prefiero eso a que sepan dónde me encuentro.

Aland, maldito seas. No esperaba esta desconfianza y odio sobre mi. ¿Golpearme? No permitiré eso. No quería quedarme en un sitio donde no me aman. Ni si quiera estaba arrepentido.

Me dolían los pies, y la espalda, pero, por fin llegué. Busqué la tienda de tejidos más cercana. No podía caminar mucho más. 

Al entrar, sonó una leve campanita como señal de que entró alguien. Estaba vacía. Era inmensa, tenía telas de colores preciosos colgando de los pilares del techo. 

A pesar de que era muy grande, se veía acogedora y muy bien cuidada. 

- ¡En seguida voy! - La voz grave de un hombre se escuchó a lo lejos.

De repente vi como se movía una escalera por una especía de librería inmensa llena de hilos de colores. En ella había un hombre, bastante joven.

Su pelo era largo, recogido en una coleta baja, sus pantalones de traje estaban ajustados, y su camisa de un color azul marino estaba desordenada. Su goma de pelo resaltaba porque era dorada y su pelo era oscuro como el carbón. 

Solo pude ver su espalda y ya me resultaba increiblemente atractivo. Su voz grave, su cuerpo musculado aunque algo delgado. Y su pelo largo negro destacaban.

- ¿En qué puedo ayudarla? - Una sonrisa blanca y amable y unos ojos azules como el cielo me despertaron de estar soñando con ese hombre.

Dolor Real.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora