Capítulo 20: Renacer.

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- ¿Señorita? ¿Se encuentra bien? - Una voz no muy grave y dulce me despertó de mi trance al ver a aquel hombre

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- ¿Señorita? ¿Se encuentra bien? - Una voz no muy grave y dulce me despertó de mi trance al ver a aquel hombre.

- Dis... Disculpe - carraspeé mi garganta intentando hacer que saliera mi voz. Todavia sentía que la tenia rota de tanto llorar. - Vine a vender estos vestidos, necesito algo de dinero.

Dejé la bolsa sobre la mesa de cristal de su recibidor. El chico se colocó unas gafas finas, debo reconocer que lo hacían ver bastante atractivo, era la primera vez que veía unas. Aunque parecia que eran más bien lupas para observar mejor los vestidos.

Sus manos finas tocaban la tela, la acariciaban y buscaban imperfectos. Tocaba y remiraba cada abalorio. Iba, uno por uno.

Mientras él se dedicaba a eso, yo me dediqué a observarlo. No era un hombre excesivamente musculado, se notaba que trabajaba en algo distinto a la lucha de caballeros.

Sus manos se veían suaves, delgadas, grandes y bonitas. Aland tenía las manos magulladas por la espada.

Este hombre era muy alto, por eso parecía quizá algo más delgado, igualmente tenía espalda ancha, y su cara estaba totalmente definida, era muy atractivo. Sus labios gruesos y brillantes me recordaban a Aland.

Tenía ojos azules, azul cielo. Pestañas negras y muy largas, podía verlas a través de las gafas que usaba. Podrías hipnotizarte viendo sus ojos.

Su pelo estaba recogido en una coleta baja, y aun así casi le llega a su cintura. Su pelo es negro, muy oscuro, increiblemente brillante y bonito.

- ¿Señorita? - Me volví a sorprender.

- Lo... Lo siento yo..

- Veo que estaba usted muy concentrada obsevando mi melena. - Él hombre rió. Se veía joven, quizá de mi edad. Aland tendría 27 y este chico quizá 21 o cerca. Aunque su aspecto fisico aparentaba más edad.

- Lo siento mucho, estoy teniendo un mal día. - Sonreí levemente y el chico se me acercó.

- Se nota que sus ojos están hinchados señorita. - Di un paso hacía atrás cuando intentó tocar mi ojera. - Oh, lo lamento, la costumbre de tratar con señoras de clase algo inferior. 

Se vio algo avergonzado por lo que intentó hacer, y no pude evitar reir, se vio adorable.

- Me alegro haberla hecho sonreír. - Cuando él dijo eso,  noté mis mejillas rojas. - Bien, y... ¿qué hace una dama como usted tratando de vender estos vestidos tan sumamente caros?

- Yo... Necesito algo de dinero.

- ¿Usted? ¿Necesita dinero? - Se notaba muy sorprendido.

- Sí... Bueno... Necesito algún sitio dónde vivir, y buscar algún trabajo...

- Espere... - Apoyó las palmas de sus manos en el mostrador, y quitó sus gafas para verme mejor.- Me está diciendo... Que la mujer del duque... ¿Necesita un sitio donde vivir?

Abrí los ojos al ver que me conocía, aunque claro, es el duque... ¿Quién no lo conoce?

- Si... Yo... - No sabía si podía decir algo, obviamente se divulgaría en seguida, sería un escándalo, y tendría que huir todavía más deprisa.

- Tranquila... -Sonrío- su secreto no saldrá de aquí, no necesito clientas molestas, y estos vestidos me vienen perfectos. Comprendo que habrán discutido, ¿cierto?

Simplemente me dediqué a asentir.

- Imagino que querrá huir de él, porqué quizá... ¿Él hizo algo poco honesto? ¿Le habrá sido infiel a una mujer como usted? - Elevó las cejas, no quise admitir ni decir nada, para que nadie tuviera ningún tipo de mal pensamiento sobre él, ni se creen rumores innecesarios que lo perjudiquen. - Bueno, veo que hay hombres capaces incluso de hacer daño a mujeres demasiado bellas.

Mis mejillas se pusieron rojas.

- Yo... Solo necesito el dinero y buscar algún sitio donde descansar por ahora.

- Podría ofrecerle todo eso, incluso un trabajo si usted quiere.

- ¿En serio?- Mis ojos brillaron de la felicidad. - Aunque... No podría enterarse nadie que estoy aquí, no quiero volver a ver al duque.

- Tranquila, tranquila - Empezó a reir. - Esto tan solo es una fachada.

Mi ceja se elevó dudosa.

- ¿Cómo? ¿Una fachada?

- Sígame.

Sorprendida caminé detrás de él. Comenzó a llevarme al final del local, entre telas de muchos colores, parecía un gran laberinto. Abrió una puerta, a lo que parecía un almacen, y había dos escaleras.

Una de esas daba a un sótano, y la otra subía a lo que parecía una casa. 

Estaba algo dudosa de si debería seguirlo, cogí demasiada confianza muy rápido. Él abrió una puerta y me invitó a pasar primero.

Mucha luz vino a mis ojos, y me sorprendí con lo que me encontré. Un enorme bar decorado blanco y dorado y rojo.

Cuando mis ojos se acomodaron a la luz, grité de la sorpresa.

- ¡Oh Dios...!

Era un burdel.

Muchas mujeres semi desnuda. Con pechos fuera, y bebiendo entre hombres. Había al fondo una sala grande, que parecía muy lujosa, como para clientes especiales. Con muchos sofás y otra barra más. 

Todo el bar era gigante y se veían a los lados escaleras que supongo darían a la habitaciones para mantener relaciones con los clientes.

- Yo... Yo no puedo estar aquí... Yo no soy una puta. -Quise irme rápido pero agarró mi brazo.

- Tranquila, a ti no te tendría con estos babosos de aquí. Una flor tan bonita, no está para que la marchiten.

Me sorprendí y me cogió la mano. Sentí demasiadas miradas de celos a mi alrededor, de las señoritas. Por lo visto el jefe era muy querido. Normal, era muy atractivo.

Me subió por las escaleras de las habitaciones. Parecía un hotel.

Muchas puertas con números, pero de fondo solo se escuchaban gritos y gemidos de placer.

Intentaba hacer caso omiso, mis mejillas estaban acaloradas de la verguenza. 

Al terminar el pasillo llegué a una especie de sala, con otras tres puertas más. Blancas, muy bonitas.

- Aquí podrás vivir. ¿Sabes coser y limpiar?

- Sí, es a lo que me solía dedicar antes.

- Perfecto, me pagarás ayudandome con la limpieza de aquí y arreglando los vestidos de las chicas. Porque aquí donde me ves, realmente soy sastre.

Reí junto con él. Y asentí. Mejor esto que nada.

- Espero poder ayudarte.

-Viniste en el momento perfecto. Porque este lugar se hizo famoso entre la élite, porque es muy secreto, y poca gente lo conoce. Suelen venir caballeros, incluso gente de la nobleza.

- Solo espero que nadie me reconozca aquí...

- Tranquila, te haré un buen traje de sirvienta para que nadie se fije, aunque dificil no fijarse en usted señorita. Además, simplemente limpiaras el bar y las habitaciones. No tienes porque juntarte mucho con esos hombres. Igualmente estaré pendiente de usted.

Estaba muy feliz y no pude evitar sonreir. Su mano acarició mi mejilla.

- Gracias por todo... Y ni si quiera sé como se llama... - Lo miré a los ojos.

- Soy John... Simplemente John.

- Elvira, gracias por su amabilidad John, espero serle de ayuda.


Dolor Real.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora