Capítulo 30: Como una rosa marchita

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Camino por las calles de Barcelona llorando, me he prometido no llorar, pero ha sido imposible. En cuanto he salido de ese antro de perdición y he caminado poco más de dos calles, las lágrimas han brotado de mis ojos. Siento escalofríos por todo el cuerpo, siento que me estoy apagando y siento un nudo que no me deja respirar. Cuando Nicolás me decía que había dicho y hecho cosas muy malas antes de iniciar nuestra relación, jamás pensé en esto. Lo que dice me da igual, al final lo dijo para hacerse el guay y resaltar en un ambiente de cerdos unineuronales. Lo que me jode es el hecho de que haya mandado fotos mías sin mi consentimiento, cosa que es ilegal. Y encima salgo en ropa interior, menos mal que no le dio por fotografiarme desnuda, o sí, y todavía no lo sé. Me tapo la cara con las manos y resoplo con frustración. Estoy muy lejos de casa y me da miedo volver sola. Marco el número de mi madre y esta a los dos segundos me lo coge. En un misero susurro le suplico que venga a por mí.

-Enseguida estoy allí Vevi-asiento aun sabiendo que no me ve y meto el móvil en el bolso.

Nicolás ha salido de la discoteca tras de mí, pero no ha servido de nada. Le he dejado las cosas claras y por mucho que insista no voy a dar mi brazo a torcer. Demasiado daño acumulado y esto no se me va a olvidar tan rápido. No me entra en la cabeza que mi supuesto hermano haya hecho eso, es que ni en mil años lo hubiera imaginado. Y ahora tengo que debatir conmigo misma si se lo cuento a mi madre o no. Porque ella me va a notar que estoy mal, va a notar mi distanciamiento con Nicolás y va a notar la actitud de él. Y a mi no me gusta mentir y mucho menos a mi madre.

No dudo ni lo más mínimo en que me quiera, por supuesto que lo hace y por eso duele más. Durante semanas lo he visto arrepentido y con ganas de contármelo, pero no pudo y yo casi lo prefiero. Hay veces que creo que es mejor enterarse por terceros y esta vez así lo siento. Puede que sea yo la rara, pero si me lo hubiera dicho Nicolás, no sé como habría reaccionado. Supongo que mucho peor porque me conzoco y con él tengo la valentía que me faltan con las demás personas.

Camino de un lado a otro de la calle para entrar en calor. Froto mis brazos con mis manos mientras sonrío el ver que he dejado de llorar. Me queda una lloradita más abrazada a mi madre y después estaré dispuesta a olvidar lo que un día fue Nico y darle paso de nuevo a Nicolás.

Deslumbro mi Mini y camino apresurada hasta el filo de la acera. Abro la puerta del coche y me subo en el asiento del copiloto. Mi madre me observa con el morro torcido imaginándose lo peor. Dejo que bese mi mejilla y me dispongo a abrocharme el cinturón mientras ella mete primera y vuelve a poner en funcionamiento el coche. De fondo, como no, se escucha a Pablo Alborán. En concreto suena Si hubieras querido. Ladeo la cabeza hacia la derecha y miro las calles de Barcelona mientras que comienza a chispear. Los cristales del coche comienzan a empañarse, la lluvia de un segundo a otro cae con intensidad y yo trago nerviosa a ver reflejada mi alma en las gotas que caen del cielo. Apoyo la cabeza en la palma de mi mano y miro las farolas borrosas llena de incertidumbre y de tristeza.

-No merecen nuestros labios tanto daño. ¿Quién diría que en un día mueren años?-canto en un susurro.

-¿Estás bien?-cuestiona mi madre a lo que yo niego con rotundidad-. ¿Se ha ido con otra?

Suelto una carcajada sarcástica y niego con la cabeza. Debatir en si contárselo o no me está llevando a la ruina. Debería de ser ilegal estar en situaciones así. No quiero que mi madre acabe odiando a Nicolás por mi culpa.

-Ojalá hubiera sido eso mamá-me muerdo la lengua para no llorar de nuevo.

Soy frágil y muy sensible. Para mi es muy difícil combatir contra el llanto. A la mínima las lágrimas brotan de mis ojos, soy demasiado sentida y lloro por todo.

Cuenta atrás ▪︎ NICO GONZÁLEZWhere stories live. Discover now