42. SANGRE

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El invierno de ese año no había sido especialmente duro hasta el momento, aunque las previsiones pronosticaban nevadas en cuestión de días

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El invierno de ese año no había sido especialmente duro hasta el momento, aunque las previsiones pronosticaban nevadas en cuestión de días. Mientras atravesaba el parking del centro comercial, apretando los regalos contra su pecho que había comprado para cuando Louis volviese, Harry podía sentir el aire frío filtrándose a través de su abrigo oscuro.

Tendrá que empezar a vestirse más abrigado. Joder, odiaba el invierno. Si no fuera por la oportunidad de pasar un tiempo con Louis, Harry desearía que después de que terminara el otoño, el año pasara directamente a la primavera. Llevar enormes capas de ropa, un gorro de lana y una bufanda lo hacían sudar y lo odiaba.

Llegó a su coche, dejó las bolsas en el asiento del pasajero y salió del parking, maniobrando entre numerosos coches conducidos por otras personas desesperadas que inmediatamente comenzaron a discutir por el lugar vacío que había dejado, tocando el pito del coche con frustración y gritando insultos.

Ahora que estaba de vuelta en la calle, lejos del centro comercial abarrotado y el conjunto de frustración, Harry comenzó a calmarse. Cuando regresó a su casa quitó sus botas llenas de nieve que habían dejado el suelo de su coche lleno de humedad.

Cuando la puerta se cerró detrás de él, Harry se apoyó contra ella, cerrando los ojos por un momento, sintiendo el dulce aroma fresco que aún había en su casa. Las feromonas de Louis habían sido tan fuertes que aún habiéndose ido hace tres días, el día 21 de diciembre, seguían persistiendo por su hogar. Era la noche de Navidad, y estaba algo molesto con el alfa porque había tenido que enterarse por Niall que era su cumpleaños.

Segundos después fue a su dormitorio, se quitó la camisa, los jeans y se arrojó sobre la cama, rodeándose de sus sábanas con el olor de Louis.

Tardó una media hora en escuchar la vibración de su teléfono sobre la mesita de noche, tras ponerse el pijama. Sonrió, sabía que era él, le había llamado cada noche. Pero cuando tomó el aparato entre sus manos, se dio cuenta de que era una videollamada, no una simple llamada de voz. Ahí sonrió más fuerte, presionando el botón verde. Su corazón se detuvo ante la imagen que lo esperaba en la pantalla.

Era la puerta de su casa, su maldita puerta en la línea de Louis. El micrófono estaba apagado, simplemente dejándolo adivinar lo que estaba sucediendo. Y con el corazón a rebosar, Harry prácticamente saltó del colchón, corriendo por su pasillo hasta abrir la puerta. Sus ojos se llenaron de lágrimas, no podía creer que Louis realmente estaba haciendo esto.

—¡Ho, ho, ho! He tenido un pequeño problema, usted no tiene chimenea y no he podido entrar, ¿me permite, muchachito?

Efectivamente era Louis, su chico, disfrazado de Santa Claus en su puerta y fingiendo una voz demasiados tonos más grave que la suya propia. Harry estaba sonrojado hasta las orejas, no de vergüenza, sino de sorpresa. Quería abalanzarse sobre su novio y llenarlo de besos, decirle cuánto le había echado de menos y apretarlo en sus brazos, pero algo le decía que era mejor seguirle la corriente. Su olor era inconfundible, igual que su mirada.

Kill My Mind | L.S Where stories live. Discover now