Parte II: "Reencuentro, magia y ayer."

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Durante el siglo XIX, la sociedad seguía avanzando. Conocimientos como el primer asteroide, avances como la paz entre Austria y Francia, o independencias como pasó con las colonias europea de América eran de los más recordados.

En una noble ciudad, Angie Velasco, una de las jóvenes con más pretendientes de Italia, iba a casarse obligadamente con Edmund Dominguez, el único varón entre los Dominguez, ya que anteriormente empezaba por Brisa y seguía por Martina Dominguez.

Todo marchaba bien. Los preparativos de la boda iban en despelote, todos en la ciudad festejaban cada vez que los veían juntos.

Pero para Angie no era más que una farsa. Así como sabía que Edmund tenía cierta atracción por ella, Brisa no se quedaba atrás. Esa pobre niña no controlaba su mirada.

Y Angie amaba meterse en peligro.

Estaba mal sentirse atraída por una chica, pero ¿qué más daba? No era como que alguien iba a descubrir sus sentimientos.

Jugar con Brisa se había vuelto su pasatiempo favorito. Amaba verla desesperada cuando había poca distancia entre ellas. Amaba verla suplicarle que se quedara con ella. Amaba verla embobada cuando entraba en el mismo lugar que ella. Se sentía más deseada con ella que con Edmund.

Y vaya que Brisa sabía bien cómo seguir atrayéndola. Tenía un sabor de labios únicos, que cuando él la besaba, no sentía ni una chispa.

Si seguía con Edmund, a parte de no tener otra alternativa, se debía a la hermana mayor de este. Brisa de cierta forma era mucho más caballerosa que Edmund. A parte de ser más alta, un poco más fuerte y más atrevida.

Lástima que Edmund no le llegaba ni a los talones. Porque Brisa podía ser considerada única en esa época.

Las amantes sabían bien como esconderse, la casa la conocían como la palma de su mano. Inclusive tenían su propio cuartito en la planta baja.

Aun después de la boda se seguían viendo. Y lo cercanas que se habían vuelto no pasaba por desapercibido, pero todos creían que se querían como hermanas… y la mentira perduró muchísimo tiempo más.

Seguían juntas cuando Angie se embarazó del primer primogénito, seguían juntas cuando Brisa estuvo forzada a casarse, seguían juntas cuando Angie perdió a su segundo hijo, seguían juntas cuando el prometido de Brisa murió atacado, seguían juntas cuando Edmund murió, seguían juntas cuando sus padres murieron.

Siguieron juntas, en silencio.

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"La belleza no mira, solo es mirada.
─ Albert Einstein."
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─ Todavía no me dijiste tu nombre.

Brisa la miró, torció la boca y se quedó callada.

─ A menos que te hayas acercado a matarme, no me voy a poner a la defensiva, pero quizás te pasaste de buena ─ Angie bajó la mirada a su chocolate y la volvió a posar sobre ella.

─ Me llamo… ¿Por qué querés saber? ─ desvió su atención casi inmediatamente.

─ ¿Porque estamos hace media hora comiendo chocolate sin hablar? Y sin olvidar que fuiste la primera en acercarse, mínimo me deberías responder.

─ No ─ Brisa respondió divertida. Llevó su peso para la pared de aquel callejón y contuvo su jadeo de incomodidad al sentir un dolor en su cabeza.

─ ¡Karma! ─ Angie la apuntó con su dedo índice y ambas soltaron una risita.

Estar con ella… se sentía extrañamente familiar. Era una sensación de calidez, comodidad y no sabía bien qué rayos le pasaba, aunque no quitaba el hecho de sentirse bastante bien.

primavera ─ [BRANGIE]Where stories live. Discover now