CAPITULO 64

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Miro el teléfono entre mis manos. No desaprovecharé ni un minuto, seré directo y claro con lo que quiero expresarle. Esta es, probablemente, mi última oportunidad para hacer algo bien.

Los minutos se agotan y cada vez me siento más nervioso, apenas han pasado dos semanas y siento como si hubiera sido hace una eternidad aquella vez que la vi por última vez.

Y si Camille dice 20 minutos, es precisamente lo que tarda hasta que la puerta vuelve a abrirse dejándome observar su melena castaña atada en un desordenado moño atravesar el umbral. Hermosa.

Cierra tras ella y se acerca tímida con la mirada conectada a la mía. Afortunado de volver a mirar sus bellos ojos marrones hasta que me doy cuenta de las ojeras y lo cansados que lucen, haciendo claro que no dormía bien. Jamás la había visto de esta forma, incluso llevaba unos pantalones deportivos flojos y una sudadera del doble de su talla. Ian tenía razón, la estaba pasando mal.

Sentí mi pecho encogerse.

Mientras la esperaba, por el dolor en mis heridas coloqué algunas almohadas a mi espalda en las cuales recargarme, pero solo verla, mi instinto me tira hacia delante.

—¿Qué haces? Mantente acostado, vas a lastimarte —viene rápidamente y me sujeta del brazo. No digo nada y solo intento mirarla a los ojos, pero por cómo evita los míos, sé lo difícil que está siendo para ella.

Aprovechando que aún me sostiene el brazo, pongo una mano sobre una de las suyas.

—Gracias por venir —pronuncio y nuevamente me permite la atención de sus ojos, por breves segundos. Tenerla tan de cerca, tan frágil, me hace querer abrazarla. Pero tengo que controlarme—. Quiero pensar que viniste porque estás interesada en saber lo que quería contarte y no solo porque no te dejé otra opción.

—Tal vez... —se muestra incómoda y aleja su contacto, parándose a un metro de mi. Eso no se ha sentido nada bien en mi pecho. Era claro que ni ella sabía porqué había venido. Miro mi mano que por un instante tocó la suya y la dejó caer en mi regazo.

—Entonces, creo que empezaré ahora. Yo... quería disculparme por el daño que te hice. Sé que lo arruiné todo. Lo que teníamos en verdad era muy especial y debo también darte las gracias por eso —me mira atenta— por tu tiempo y dedicación a la relación, por ti fue que sobrevivimos. Yo no aporté nada, solo te obligaba a estar sola... todo el tiempo lo estuve haciendo, ¿cierto? —hago una mueca— No te cumplí y me arrepiento. Estuve bajo mucha presión, pero tú igual y no ayudó el que te colocara más. Te dejé lo nuestro solo a ti y eso no fue justo. Me soportaste todo este tiempo y yo solo... necesito que sepas que lo lamento, que en verdad te lo agradezco en serio.

Me mira significativamente, mis palabras sinceras habían tenido el efecto que esperaba y ella lo sabía. Me creía. Desvía la mirada y se abraza a si misma sobre su amplia sudadera. Sin embargo, nuestra confianza seguía rota.

—Cam —tiendo el brazo hacia ella haciendo una invitación para colocar su palma sobre la mía, lo cual hace un poco dudosa. La atraigo hacia mi y presiono su mano entre mis dedos —. Te he dado tu espacio, pero puedo notar que no está ayudando del todo, sé que el proceso es más que solo un par de días alejados, pero puedo ver que algo no anda bien. Por eso quisiera proponerte algo.

Me mira escéptica.

—Quiero ayudarte a sanar.

—¿Sanar? —pregunta confundida.

—En realidad, es algo que ambos necesitamos. Y es mi turno de estar para ti. Al menos hasta que te sientas mejor. Si después de eso aún quieres que desaparezca de tu vida, lo haré. Pero por ahora, no puedo dejarte sola.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora