Capítulo 16.

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Cada noche salía con Caspian y nos abrazabamos viendo que en el oriente aparecían nuevas constelaciones que jamás nadie había visto en Narnia. Esas nuevas estrellas eran grandes y brillantes, y las noches eran cálidas. La mayoría de los viajeros dormía en cubierta y todos conversaban hasta altas horas de la noche, o bien, se apoyaban en los costados del barco.

-Escoge una estrella- le dije a Caspian y él me miró confundido-. Señala la que más te guste.

-La de allá, es pequeña pero muy brillante.

-¿Crees poder recordarla cada vez que mires el cielo?- Caspian asintió sin entender mi punto-. Si no puedo quedarme, recuérdame como esa estrella, y si algún día deja de brillar es porque me mudé a una estrella aún más brillante y tendrás que buscarme porque te estaré acompañando desde las estrellas.

Él sonrió y pude ver cómo su vista se nublo unos segundos, me besó tiernamente y me apegó a su torso en un abrazo cálido.

Durante un atardecer de asombrosa belleza, cuando la puesta de sol tenía tonos tan rojos y púrpura, y se extendía en tal forma que el mismo cielo parecía mucho más grande, avistamos tierra a estribor.

Dejaron dos hombres para cuidar el bote y Caspian guió a los otros hacía el interior de la isla. Mas no fue necesario ir demasiado lejos para encontrar una aventura. El valle parejo que se extendía en la punta de la bahía, no mostraba ni un rastro, ni un camino, ni ningún otro signo que pudiera indicar la existencia de habitantes.

No habíamos alcanzado a caminar la distancia que cubre un tiro de flecha, cuando Drinian dijo:

-Miren, ¿qué será eso?

-Tal vez sean árboles muy grandes -dijo Caspian.

-Yo creo que son torres -dijo Eustace.

-O tal vez sean gigantes -murmuró Edmund en voz más baja.

-¿Por qué siempre piensas en lo más drástico?- Edmund levantó los hombros ante mi pregunta.

-La única forma de averiguarlo es yendo directamente hacía allá -dijo Rípichip desenvainando su espada.

-Creo que son ruinas -dijo Lucy cuando estaban bastante más cerca y, sin duda, su suposición era lejos la más acertada.

Había una gran mesa que iba de un extremo al otro, cubierta con un precioso mantel color carmesí que caía casi hasta el suelo. A cada lado de la mesa había muchas sillas de piedra magníficamente talladas, y cada una tenía un cojín de seda sobre el asiento.

Pero lo más impresionante era que la mesa presentaba un banquete jamás visto, ni siquiera cuando Peter tenía su corte en Cair Paravel. Lo que quisieras, esa mesa lo tenía.

-¡Qué raro! -dijo Lucy.

-Pero ¿dónde están los invitados? -preguntó Eustace.

-¡Miren! -dijo bruscamente Edmund.

En realidad, estabamos ya en medio de los pilares y de pie sobre el pavimento.
Miramos hacia donde había señalado Edmund. Las sillas no estaban todas vacías. A la cabecera de la mesa, y en los dos lugares del lado, había algo, o quizás tres "algos".

-¿Qué son ésos? -pregunté en un murmullo-. Parecen tres castores sentados a la mesa.

-O un gigantesco nido de pájaros -dijo Edmund.

-A mí me parece más bien un pajar -dijo Caspian.

Rípichip se adelantó corriendo, saltó sobre una silla y de ahí a la mesa, y corrió a lo largo de ésta y luego gritó:

Entre Espadas y Dagas. [Príncipe Caspian y tú]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora