💌Please, forgive me💌

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Este se convertiría en un ensayo para historia. Ya entendía el fanatismo casi al nivel de elevar a The Strays a deidades, eran puro rock autentico y hasta se me erizó la piel ver a los nueve tocando juntos.

Todo fluyó increíblemente bien entre ellos. 

Hasta Luke dejó de verse nervioso y comenzó a disfrutarlo y a dejarse llevar, podía verlo en su rostro y me sentí muy orgullosa de él.

Sin mencionar a los demás que parecían niños en una dulcería.

—Tengo que ir por Milan a la escuela—me acerqué al oído de Miranda para que pudiera escucharme porque la música estaba demasiado fuerte—No me tardaré

—¡Vale!—alzó la voz y me mostró sus pulgares—A lo mejor quiera integrarse con su violín y terminan haciendo una fusión de rock y música clásica—dijo riéndose.

—Eso sería hermoso—reí también y me levanté del asiento tomando mi bolso—No sigas grabando sin mi—le dije a Ethel y como estaba grabando apuntó la cámara hacia mi y comencé a bailar al ritmo de la música.

Las dos se rieron y Ethel se acercó para abrazarme.

—¡Vuelve rápido!—asentí abrazándola también. 

Miré a Luke por un momento, estaba muy concentrado en lo que hacía y no quise interrumpirlo. Así que le dije a las chicas que si preguntaba por mi le dijeran en donde estaba.

Miré la hora en mi reloj de muñeca y todavía tenía tiempo de pasar por el departamento para buscar el lunch de Milan y luego ir por él a la escuela.

Le pedí a Tony que me llevara a casa y en el camino iba viendo los reels que Ethel había subido a su Instagram del ensayo de los chicos.

Había subido el mío bailando y haciendo payasadas con Miranda, me pareció tan gracioso que hasta los compartí. Ya le estaba agarrando el ritmo a la nueva tecnología.

—Llegamos señorita—anunció Tony

—Genial, espérame aquí te traeré algo de comer a ti también—sonreí palmeandole el hombro y bajé del auto.

Saludé a una de las amables vecinas que venían entrando al edificio con unas bolsas de compra y la ayudé a cargarlas.

Subimos juntas las eternas escaleras hasta nuestro piso mientras íbamos conversando y cuando llegamos arriba la acompañé hasta su casa para llevarle las bolsas hasta su cocina.

—Gracias mi niña, todavía queda gente amable en esta ciudad—me agradeció con una sonrisa y abrió su alacena para sacar una galleta de avena de su frasco y dármela—Más tardé hornearé más y te llevaré.

—Que amable señora Lucile, gracias—tomé la galleta y le di una mordida comprobando que estaba deliciosa—¿Usted fue bailarina?—pregunté sorprendida mientras miraba un hermoso retrato que tenía colgado en la cocina junto a su ventana

—Hace mucho de esto—sonrió tomando el retrato y se le quedó viendo—bailé para la opera de París, en Rusia, Vienna y aquí en nueva york—elevó los brazos en un ángulo perfecto y no pude evitar sonreír—Extraño el baile...—suspiró

—Yo también fui bailarina...—me miró sorprendida ante mi confesión—No fuí profesional como usted pero le juro que amaba bailar como nada en este mundo.

—Te sientes ligera, sientes vuelas, que eres un pájaro, eres una con la música...no hay mejor sensación que esa

—No la hay...—negué de acuerdo con ella y ambas sonreímos—Quizás venga en la noche a beber té y me muestra sus fotos, me encantaría verlas

REMEMBER ME  | 𝙇. 𝙃𝙚𝙢𝙢𝙞𝙣𝙜𝙨Where stories live. Discover now