6; delincuente.

1K 72 2
                                    

Sinopsis: La trayectoria de la vida de Jack Conway siempre ha estado dirigida a terminar con el "mal".
A que terminó –literalmente– con el mal justo al lado. La ironía.

Jack como superintendente y Toni como mafioso italiano.

》AU! Tonway.

Conway siempre ha estado en el lado "correcto". Desde que tiene uso de razón forma parte del bando de la ley, ya sea como cadete, inspector o superintendente, entre otros. Si es sincero, está seguro que ha nacido para eso; para liderar, para hacer justicia, para matar. Lleva más de cincuenta años de cicatrices y tragedia que adornan su piel que le hacen ser el hombre que es hoy; la sombra del hombre que fue ayer.

Ha perdido la cuenta del número de mafias que han caído por su mano. No cuenta sus victorias, no las celebra, tan solo se limita a acabar con todos esos hijos de puta. Si años atrás se guiaba por la Fe en la justicia, ahora se deja llevar por la venganza. La única razón de vida de Jack Conway es acabar con todos los criminales que vayan surgiendo, como ellos acabaron con su familia.

El vacío que le dejó la muerte de Julia, lo rellenará con la sangre de todos ellos.

Entonces sí, el intendente y su comisario se han enfrentado a una infinidad de retos para sus carreras profesionales y actualmente se encuentran ante uno de los más complicados.

Los Gambino.

Su peligrosidad al orden público no es lo que hace que esta banda sea tan alarmante de tratar, si no su innegable influencia. Por alguna razón, pese a ser los malos en esta película, parecen ganarse a su público con facilidad.

—¡Me importa una puta mierda, subnormal! —golpea con un movimiento rápido y seco el escritorio, mientras se quita las gafas para clavar su vista en el inspector que tiene en frente—. Yo quiero saber por qué coño esos hermanos siguen mandando en ciudad.

—Sí, lo sé, pero... —se ve interrumpido por el mayor.

—No quiero excusas, ¡quiero respuestas! —ordena sin escrúpulos—. ¡Fuera!

En menos de un segundo al agente ha desaparecido. El mayor se deja caer sobre su silla soltando un suspiro y apoyando su frente en su puño.

—Joder... —murmura—. Las mierdas que tengo que hacer por ti...

El día pasa rápido y sin mucho ajetreo, tan solo las típicas multas y quejas de una población aburrida, de tal manera que a las diez, ya tiene vía libre para irse a casa, y así lo hace.

Sale de servicio y deja sus armas junto a su pistolera en su lugar habitual. Dejando atrás su despacho y los vestuarios, se encuentra a Volkov de camino a la salida de comisaría.

—Hasta mañana, Conway —despide.

—Avísame si ocurre algo fuera de lo común.

Con un gesto rápido se despiden y en menos de un minuto está tomando uno de los coche en dirección a su casa. Está cansado, pero no lo suficiente para no atisbar la suave luz que sale de una de sus ventanas, la cocina siendo específicos.
Cuando aparca su coche toma el arma que hay en su guantera y sale de este con pasos firmes. Antes de darse cuenta ya está abriendo la puerta con disimulo, incluso conteniendo la respiración. La cierra de la misma manera; en completo silencio.

Camina tan silenciosamente como le permiten sus botas hasta llegar a la cocina, siempre con su arma en mano y alzada para cualquier intruso. En el momento en el que pisa la habitación se percata de que está vacía y en menos de un segundo se ve abordado por dos brazos que le rodean.

—¡Qué...! —tarda unos segundos en reconocer los brazos y el olor del hombre tras él, pero en el instante en el que lo hace su cuerpo se relaja visiblemente—. Joder, podría haberte metido un tiro u algo, subnormal.

Una suave sonrisa se escapa del contrario, provocando que las vibraciones de la misma cosquilleen en la espalda del mayor.

—Perdón, perdón... —el hombre se abraza con más fuerza—. He podido escabullirme y no he dudado en venir a verte...

Deja su arma en el mobiliario más cercano mientras rueda sobre sí mismo para poder estar cara a cara con el menor y así, con un suave gruñido, le arrastra a un pequeño beso de bienvenida.

—¿Sabes todo lo que tengo que hacer...? —el rubio le rodea el cuello para ofrecerle un beso más profundo—. ¿...para desviar la atención de la policía de ti, Toni Gambino?

Se miran a los ojos durante unos segundos mientras disfrutan del contacto con el otro.

—¿Sabes...? —susurra. Los dedos índice y medio empiezan a caminar sobre el pecho del agente, ascendiendo lentamente—. ¿...lo perra que me pone que me digas eso, Jack Conway?

Una sonrisa depredadora se pinta en el nombrado mientras junta aún más sus cuerpos, para que en segundos unan sus labios con fervor –demostrando el afecto añorado durante semanas–. El momento dura demasiado poco para ellos, cuando respirar representa un obstáculo para seguir.

—Estaba preparando la cena... —explica jadeante—. Pero podemos ir al postre directamente.

Sin poderse contener ni un segundo más, el mayor atrapa sus muslos y lo alza, en respuesta siente las piernas del delincuente rodear sus caderas. Y así toman rumbo hacia el dormitorio.

Vamos a jugar, viejo.

Entonces, Conway siempre ha estado en el lado "correcto" y desde que tiene uso de razón forma parte del bando de la ley. Así que, ¿cómo sabría que después de más de cincuenta años como agente, se enamoraría de un delincuente?

Quizá ya es hora de dejarse llevar.

Quizá ya es hora de permitirse respirar.

Enséñame si vales la pena, supernena.

Incansable; IntenaboTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon