III

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Una vez atravesadas las puertas de la cafetería, Harry fue consciente de qué estaba haciendo. Repentinamente, se detuvo en seco, para sorpresa de Louis.

—¿Pasa algo? —preguntó Louis, entre asombrado y preocupado por el detenerse de su acompañante, y su expresión, como si hubiera visualizado un fantasma.

—¡No podemos estar aquí afuera! —exclamó el menor agudamente, como todo «niño bien».

—¡Oh, vamos, Harry! Ni que estuviéramos rompiendo los libros de un profesor. Sólo estamos dándonos un poco de libertad escolar, eso es todo.

No obstante, a Harry el asunto le parecía de gran magnitud. Frunció el ceño, mientras su enojo crecía. Louis presionó su mano, y pacíficamente se acercó a él.

—Vamos, Harry —pidió Louis, con el ruego instalado en el rostro—. No veas el lado malo, míralo así: sólo te pido un rato para conocerte. Es lo único que quiero, y lo único que te pido.

En un arrebato de emoción ante las últimas palabras pronunciadas por el mayor, Harry se dejó guiar por el corazón y accedió sin más.

Louis sonrió y tomó la mano del rizado fuertemente, mientras comenzaba a dar pasos cortos para luego ir a mucha velocidad por los corredores escolares. A Harry no le importó el hecho de que sus pisadas resonaran demasiado fuertes a medida que avanzaban, es más, apenas lo notó, puesto que estaba ensimismado ante la perfección de la situación, y la perfección que contenía la risa de Louis.

Cuando finalmente aminoraron el paso, ya muy lejos de las voces de la cafetería, Louis comenzó con su encuesta hacia Harry:

—Cuéntame, Harry —soltó la mano del otro, acercándose más repentinamente, al punto de que el rizado conseguía sentir su aliento contra el rostro, lo que provocó en él un estremecimiento—. ¿Tienes algún apodo? ¿O sólo te llaman Harry?

—De hecho, la mayoría me dice simplemente Harry. No hay nadie que me quiera lo suficiente como para ponerme un apodo. Sólo mi madre.

Louis rió levemente ante el último comentario, y dijo:

—Bueno, pues yo te conseguiré un apodo. Y, de paso, ¿cómo te llama tu madre?

—Hazza —dijo en un murmuro casi inaudible, mientras el color ascendía a sus mejillas, ruborizándolo notoriamente.

Louis se sorprendió a sí mismo pensando que, de esa forma, Harry se veía tierno, y más lindo que de costumbre. Disipó esos pensamientos en cuanto llegaron a su mente.

—Hazza —repitió pausadamente—. Bueno, pues para mí... para mí serás Hazz. Podría llamarte H-Harry, porque así te presentaste, pero eso de tartamudear no me va. Entonces, Hazz, dime, ¿tienes hobbies? ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? ¿Comida favorita? ¿Cuál es tu color preferido? ¿Te gustan las hamburguesas? Porque a mí sí, y muchísimo, Hazz.

Harry, ante tantas preguntas, se confundió, y pensó que Louis hablaba demasiado. Sus suposiciones tomaron forma en su expresión, y el mayor supo que algo andaba mal.

—¿Qué pasa, Hazz? ¿Ocurre algo? ¿No te gusta que te llame Hazz?

—¡No! —Harry abrió los ojos como platos, asombrado de que Louis creyera eso; que lo llamara Hazz, pensaba, le producía cierto regocijo desconocido anteriormente—. No, no es eso, Louis. No te preocupes por eso, mi apodo es perfecto. Me gusta mucho, en serio.

Louis sonrió ante la afirmación del otro, lo que causó una sonrisa mutua.

—Y respecto a las preguntas —mencionó Hazz—, ¿podrías repetirlas? Eran... demasiadas.

—Oh, claro, claro, lo siento. Sé que hablo mucho, pero no puedo evitarlo. Bueno, las preguntas que tengo en mente son muchas, pero el tiempo es tan escaso, Hazz... como siempre. Así que te diré nuevamente las que ya te dije pero no captaste, y luego un par más.

Una vez comprendidas y enumeradas las preguntas, Harry respondió sin problemas:

—Mis hobbies son los videojuegos, aunque también me gusta mucho comer galletitas. No sé si eso cuente. Y en mi tiempo libre me gusta hacer lo que acabo de decir, o leer cómics y descubrir nuevos mundos y personajes. Me gusta muchísimo la comida mexicana, en especial los tacos; podría decirse que los amo. Y mi color favorito, pues, no lo sé... me gustan muchos... mayormente los del arco iris.

—¡Vaya, los del arco iris también son mis favoritos! —clamó Louis, con un tinte infantil tiñendo su voz y sus ojos, volviendo el cielo que habitaba en este aún más celestial.

—El azul —dijo de repente Harry, desconcertando a Louis, clavando su mirada en los ojos de este—. El azul es sin dudas mi color favorito.

—Oh, de acuerdo. Y, Harry, ¿qué cómics lees?

—Son demasiados. Tantos que no bastan los dedos de mis manos para contarlos. Y los títulos también son muchos, no podría rememorarlos todos ahora.

—Okay —dijo Louis, todavía intrigado por conocer los gustos del menor—. ¿Qué tal si trae tus historietas mañana, y me las enseñas?

A decir verdad, al mayor le causaba un poco de gracia el hecho de que Harry fuese tan infantil. Él, a sus doce años, no desperdiciaba su tiempo en cómics y galletas. Aún así, el muchacho le agradaba, por lo que ignoró sus burlas.

—No puedo hacer eso, Louis. Podrían dañarse, romperse, ¡hasta perderse! —profirió Harry con indignación, y Louis rió ante ello.

—Está bien, está bien. Entonces, como solución, alguna vez podrías invitarme a tu hogar y mostrarme las historietas, Hazz —sugirió.

Ante la recomendación, Harry se sonrojó otra vez, y los extraños pensamientos sobre el menor acudieron a la mente de Louis.

—Eh, s-sí, claro. No habrá problema, Lou —su voz sonó temblorosa al pronunciar su nombre.

—Lou —repitió Louis, absorto con su apodo—. Me gusta cómo suena eso. Más cuando lo dices tú.

Sin que el mayor lo esperara, el niño de ojos selva ocultó su rostro entre ambas manos, y Louis se preguntó por qué.

—¿Hazz? ¿Estás bien? —llevó sus manos a las del otro, y las asió suavemente, bajándolas.

Al hacerlo, un Harry rojo en su totalidad, con expresión extasiada y vergonzosa, se presentó ante él. Louis soltó una carcajada, mientras la vergüenza del menor desaparecía y se convertía en enojo.

—¿Qué? ¿Qué te es tan gracioso?

—Hey, nada, tranquilo. Sólo me pareces tierno cuando te sonrojas. Y por favor, no vuelvas a esconderte cuando eso suceda.

Una pequeña sonrisa se extendió en el rostro de Harry, consiguiendo una también en Louis. Sin embargo, aquel instante fue interrumpido por pasos fuertes y decididos provenientes de otro corredor.

—¡Louis, te lo dije! —reprochó Harry, asustado y recordando de repente que se encontraban fuera. No podían estar allí.

—Sh, no te perturbes. Sígueme.

Tomó nuevamente la mano del otro, sin cuidados, y echó a correr, interrumpiendo la delicadeza del momento. Sus pisadas se escuchaban rápidas y desesperadas contra el suelo, y Harry pensó que el haber desobedecido a su mente, había sido un gran error. Todo por seguir a su tonto corazoncito. 

»Can I like boys? || Larry Stylinson.Where stories live. Discover now