Capítulo 11

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Fubuki mentiría si dijera que no disfrutaba pasar tiempo con Saitama.

También dudaría si alguien le preguntaba qué tan cercanos eran el uno al otro, lo cual era algo inevitable de preguntar en cada una de las entrevistas en las que ambos participaban.

Saitama se limitaba a no comentar más de quince o veinte palabras, rara vez hablaba de sí mismo; en cambio, Fubuki solía hacer un amplio alarde de sus capacidades y su persona, hablaba y comentaba y reía y todo mundo decía que se veía hermosa. Fubuki no sabía si ellos en verdad pensaban eso o Saitama los estaba manipulando de alguna forma para hacerla sentir mejor... por alguna razón.

Aun así, al final Saitama siempre conseguía ser el centro de atención absoluto, siempre obtenía las exclusivas, siempre la pantalla principal y la más grande.

Y Fubuki no se molestaba en guardar silencio de esto, Saitama de igual forma la ignoraría o le daría la razón a medias y ambos cambiarían de tema de inmediato, prometiéndose no pelear más, porque ambos eran amigos.

Bajo el árbol frondoso de abundantes hojas, Fubuki podía visualizar el amplio campo de las afueras de la ciudad. Allí había enormes y viejos edificios abandonados que estaban a punto de ser demolidos, es por eso que Saitama y ella estaban ahí.

Saitama derribaría con una ola de viento los edificios, ahorrando bastante dinero y tiempo en explosivos; Fubuki recogería con sus poderes los materiales en ruinas, despejando el área solitaria mientras pensaba en lo tacaña que podría ser toda la gente de esa ciudad y el gran número de riesgos que se corren al hacer las cosas de esta forma.

Las tuberías estaban cortadas, las calles completamente despejadas y en el área de los alrededores no había nada más que vegetación.

Saitama ya tenía las indicaciones correspondientes para dar un golpe certero y destruir el lugar en pequeñas fracciones fuertemente controladas para evitar tener restos de concreto volando por doquier; con sus brazos cruzados Fubuki caminó hacia allí, junto a los trabajadores, con unos pantalones sueltos y una bonita blusa de hombros descubiertos. Ella se quitó sus gafas de sol y miró desde la distancia a Saitama.

Tan pequeño, un punto brillante de color amarillo y blanco que se perdía entre la luz del sol y los grises edificios; y al mismo tiempo tan imponente, resaltando por sus guantes y sus botas rojo chillón.

Saitama alzó su puño, sólo un pequeño y tan mundano movimiento que alzó una gran ola de viento y emitió una nube de polvo, luego una onda de choque que llegó hasta ellos y finalmente un estruendo ensordecedor que consiguió precipitar al menos siete de los ocho pisos del edifico al final de la calle, dejando así la fracción correspondiente completamente destruida y reducida en gran parte a escombros.

Fubuki no podía verle el rostro pero sabía que él estaba sonriendo, él disfrutaba usar su fuerza para ayudar a otros y eso mismo lo hacía sentirse útil.

También estaba el extraño hábito naciente de querer lucirse como héroe delante de los demás, de Fubuki específicamente.

Ella luego miró a su alrededor y se encontró con que todos estaban sonriendo mientras miraban a Saitama.

Tan lejano, tan fuerte, tan poderoso.

Entonces Fubuki tuvo que bajar su vista y cubrir su boca con la palma de su mano al darse cuenta que ella también sonreía con admiración.

Se sentía feliz y abrumada, quería presumir que ese poder destructivo no era ni una pequeña parte de todo lo que Saitama podía hacer, que él era capaz de conseguir mucho más, que él tenía más por ofrecer.

Habitaciones Cuadradas (Saibuki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora