Capítulo 22

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La tranquilidad y el silencio es algo que se aprende a atesorar cuando se tiene niños pequeños en casa, eso es algo que Fubuki había aprendido como madre y ahora ama de casa.

Pero ella sentía que había tenido suficiente tranquilidad en los últimos días, Saitama era el que pasaba la mayor parte del tiempo con sus hijos y también era el que se encargaba de mantenerlos ocupados leyendo cuentos, viendo películas, haciendo ejercicio o simplemente holgazaneando en los alrededores.

Fubuki no podía presumir del todo que tuviera una vida llena de estrés, pero tampoco encontraba otra explicación a lo que estaba sucediendo en su casa.

Justo en ese momento, Fubuki juraba que había llenado su taza de café, pero estaba vacía.

Era la tercera vez que sucedía en la semana.

Además, de reojo podía ver grietas bañar las paredes y los cristales de las ventanas fracturarse, pero al voltear no había nada.

Todo volvía a la normalidad, a su dulce y feliz vida.

Mientras preparaba el almuerzo y mientras estaban en la mesa comiendo, no podía evitar sentirse extraña al ver cómo todos ignoraban las enormes explosiones que hacían eco en la lejanía.

Fubuki se había asomado por el balcón del segundo piso, el lugar con la mejor vista hacia las montañas, justo por donde provenía todo ese ruido; pero no había podido ver nada fuera de lo normal.

Salió a la calle y nadie actuó extraño, nadie escuchaba nada, nadie veía nada.

Simplemente no hubo nada ahí.

Ella trató de ignorar esto el resto del día, también el día siguiente.

Ahora era el tercer día y ella no se animaba a hablar de esto en voz alta. Esperando que el sonido tenue y extraño desapareciera por su cuenta como lo habían hecho muchos de los miedos, inseguridades y dudas de ella a lo largo de los años.

Ahora tenía una vida bastante agradable y no quería interrumpir eso por ningún motivo.

Eso fue lo que mantuvo en su mente durante el almuerzo en familia. Fubuki trató de concentrar su mente en su comida, luego alzó la vista y se concentró en sus hijos. Quizás ellos estaban provocando esto en ella de forma inconsciente.

Después de todo, los tres eran espers y ellos dos, por muy pequeños que fueran, eran muy poderosos. Más poderosos de lo que ella había sido en toda su vida.

Sí, sus hijos.

Ellos eran hermosos, sanos y fuertes.

Fubuki trataba de convencerse en que eran esa la clase de cosas en la que debería concentrarse; divertirse imaginando la expresión que pondrá Saitama el día en que su hija traiga a su primer novio a casa; bromeando sobre el hecho de que su hijo, quien prefería el entrenamiento de la fuerza física sobre los poderes psíquicos, algún día sería tan fuerte como su padre o incluso más, tan fuerte que podría derrotar monstruos de un solo golpe.

Por alguna inexplicable razón, a Saitama no le gustaba esa última idea.

Fubuki sonrió en sus adentros, deseando poder estar ahí para verlos crecer y convertirse en personas fuertes.

.

Habían pasado dos semanas más y, aunque los ruidos de las falsas explosiones tras las montañas habían desaparecido, aún permanecían esos extraños fenómenos que desafiaban la realidad, su realidad.

A veces, los ojos del gato cambiaban de color por un instante; la televisión se encendía y apagaba sola, las cosas comenzaban a flotar ligeramente por tan sólo unos segundos incluso cuando sus hijos, los únicos capaces de provocar eso, no estaban presentes.

Habitaciones Cuadradas (Saibuki)Where stories live. Discover now