Capítulo 5

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Dayana (doce años)

Papá tiene invitados.

Mamá nos ha encerrado en el cuarto de la lavadora, Natalie colorea en su libro de dibujos y yo me encuentro sobre la puerta o mejor dicho, escuchando a través de ella. Oigo carcajadas roncas y de vez en cuando golpes secos, como algo siendo golpeado sobre la mesa. Mamá se encuentra ahí, sirviendo a mi padre y a sus amigos.

No me gustan los amigos de papá, son hombres grandes, con dientes feos y sus ojos son como dos pozos negros en los que si miras mucho corres el riesgo de caer dentro.

—Ana —la suave voz de mi hermana me devuelve al presente, me giro y alejo de la puerta a regañadientes, me acuclillo a la altura de Natalie que ha dejado su dibujo y me mira.

—¿Si, Lia?

Me tiende una pintura.

—¿Quieres colorear conmigo?

A pesar de la suplica en sus ojos, no me queda mas remedio que decirle que no, no puedo distraerme, tengo que estar atenta a cualquier ruido de alarma en el otro lado de la puerta. Vuelvo a mi labor y Natalie a la suya, cuando apoyo mi oreja en la superficie de madera oigo resonar con suavidad unos zapatos de tacón.

Reconozco a mi mamá y me aparto volviendo a Natalie para que no me descubra, mi hermana se sobresalta cuando se abre la puerta, agarra mi mano apretándola y se relaja cuando ve que solo es nuestra madre.

—¡Mami! — Natalie chilla y corre hacia ella, extiende sus manos pidiendo que la coja en brazos, aunque ya es un poco mayor para eso, mamá no le dice que no. La observo mientras acaricia su cabeza, lleva un vestido rojo con los hombros al descubierto, se ha pintado los ojos y los labios, aunque percibo un pequeño corte en ellos con la sangre ya reseca. Se debe de percatar de mi escudriño por que baja la mirada hacia mi.

Sonríe ligeramente, y se que lo que dirá no será nada bueno.

—Vuestro padre quiere veros.

Un nudo se instala en mi garganta y mis ojos pican con ganas de derramar lagrimas, trago saliva con fuerza y asiento hacia mamá. Reprimo la necesidad de retorcerme los dedos con ansiedad y obligo a mis brazos a mantenerse inmóviles a mis costados. Mi madre me da la espalda y empieza a caminar con Natalie pegada a su cadera, mis ojos recorren la habitación en busca de alguna alternativa que no sea ir donde mi padre.

Como siempre, no encuentro ninguna.

Corro hacia mamá para alcanzarla, se encuentra a mitad de pasillo y no parece haberse dado cuenta de mi ausencia, obviamente mi hermana sí y sonríe mostrando sus pequeños dientes. Imágenes de una situación a otra van pasando por mi cabeza mientras bajamos las escaleras y las voces de los hombres hacen eco contra las paredes vacías. En la sala de estar, el humo de los cigarrillos me nublan la vista por un momento, y el olor me asfixia, evito toser. Mamá se ha detenido frente una mesa redonda, en ella hay varios vasos, botellas de alcohol y cartas esparcidas. Me coloco a su lado y bajo mi vista hacia el suelo, oigo las risas de los hombres y parte de su conversación pero no logro entenderla.

—Dámela —la voz ronca de mi padre me pone los pelos de punta y la carne de gallina, levanto la cabeza justo para ver a mi madre pasándole a Natalie, papá la coloca sobre su pierna y mi estomago se revuelve.

—Cuando sea una mujercita va a ser toda una belleza —murmura un hombre con barba grisácea, lo miro queriendo que mis ojos puedan traspasar su cráneo como un laser.

—¿Dónde está mi otra chica? —un estremecimiento me recorre de pies a cabeza y las palmas de mis manos comienzan a sudar, las restriego contra mis mallas negras. Cinco pares de ojos, incluidos los de papá me observan.

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⏰ Última actualización: Jan 27 ⏰

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Dayana. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora