Capítulo 9.

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―¿E-estás bien, Val? ―No pudo evitar que su voz sonara preocupada y temblorosa.

Valentina no la vio, sus manos y mente concentrada en mover la sopa que preparaba en silencio. Lo único que la rubia sabía hacer de comer era diferentes tipos de sopas, pero poco a poco aprendía más variedad con el libro de recetas que su madre le regaló.

Ella cocinaba, no le forzaba a Juliana que lo hiciera porque la menor sólo podía cocinar algo de arroz, sus padres la tenían en una burbuja que no dejaban que haga nada por su cuenta.

Igualmente, su embarazo es delicado y Valentina cree que por llevar dos bebés sería el doble de riesgo dejarla tanto tiempo parada o haciendo actividades como la limpieza o cocina, porque Valentina hacia la mayoría de cosas en la casa, Juliana se cansaba muy pronto, es preocupante.

La menor observaba su espalda con cuidado. Sus hombros parecían más tensos que de costumbre y eso preocupaba a Juliana.

"Felicidades, tienen mellizas"

Eso la alegró, claro que sí, ver por primera vez a sus bebés a través de aquella pantalla en blanco y negro hizo que su instinto de protección hacia esos bebés floreciera, aunque fuera algo leve. Estaba muy claro que no le tenía afecto a esos bebés como una madre debería de tenerlo, pero esa sensación de que quería mantenerlas a salvo, como pasa con Juliana, la hacía cerrar los ojos y sentir su pecho cálido.

Estaba segura de que nunca será la madre o pareja que debería ser, porque no estaba a su lado por amor si no por hacerse cargo y ayudar a Juliana de lo que ambas crearon y que crece en el vientre de la menor.

Aunque quién sabe y con el tiempo les tendrá el cariño debido.

No son una familia, quizás nunca lo sean, pero ese momento tan íntimo en que tomó las manos de Juliana y se sonrieron con la noticia de que tendrían mellizas hizo que pareciera que así fuera, aunque sea por un momento. El momento fue íntimo y cálido, pero cuando se dio cuenta que ahora no sólo tendrían un bebé, si no dos, la preocupó.

Apretó la cuchara con la que movía la sopa, y cerró los ojos.

Se sentía miserable.

Apenas y podían tomar sopa, con suerte algún postre preparado por sus propias torpes manos. ¿Así planeaba cuidar de los bebés? Los gastos serían el doble, su sueldo apenas y le alcanza para alimentarse ellas, y sus platos sólo los llenaban hasta un poco más de la mitad, pues debía de alcanzarles la comida hasta dos días.

Los bebés necesitan pañales, ropitas, comida decente, juguetes, amor y cuidados, un entorno saludable y lleno de cariño. Su departamento es pequeño y aburrido, es de un barrio peligroso y para Valentina completamente erróneo para criar a un niño. Valentina no podía darles ese entorno de amor que ellas necesitarán, menos en un lugar así.

Su mente se da cuenta del futuro cuando vayan al colegio. Las bebés necesitarán cuadernos, uniformes, colores, y una escuela en donde se sientan cómodas y seguras.

¿Cómo podría pagar todo eso?

Juliana no podía trabajar, y pedirles tanto dinero a sus padres se siente incorrecto y vergonzoso por demás. Pensó que con un bebé podrían arreglárselas, pero con dos ellas mismas deberían dejar de comer para que los bebés lo hagan y crezcan sanos y fuertes.

Pero si ellos no comen enfermarán y no habrá quien cuide a sus hijos.

Valentina sentía que estaba perdiendo el control de las cosas, su dolor de cabeza incrementa, el punzante dolor en su espalda le molesta y no le deja trabajar como debe de ser, tener a Juliana y sentirse impotente por no poder hace mucho para cuidarla a ella y a los bebés.

Atrapada. Así se siente. Una vez más maldice.

«¿Por qué tuve que ir a esa estúpida fiesta?»

Ahora es cuando se arrepiente, porque desea no haberse encontrado con Juliana, desea no haberla seducido, desea que no se hubieran acostado y desearía haber usado protección. Podría haber seguido con su carrera y por las noches llegar a su hogar, con su madre esperándole con una sonrisa y un postre tan rico como sólo ella puede hacer.

Agita esos pensamientos estúpidos en su cabeza, no era correcto pensar eso no ahora ni nunca. No fue culpa de nadie, mucho menos de Juliana.

Ella permanece, aunque sienta que en algún momento todo se vendrá abajo y sus esfuerzos poco valdrán la pena. Después de todo son como esas parejas que, aunque no se amen permanecen como puedan gracias a los hijos de por medio.

Algo muy común hoy en día. Pero dentro suyo quiere algo más, de alguna forma.

―Hey... Val, ¿Estás bien? ―Elevó la cabeza y se dio cuenta que la sopa se quemaba, y maldiciendo apagó la estufa y retiró la olla de la cocina.

Suspiró, aferrando sus manos al borde de la encimera, tratando de controlarse. Valentina no puede perder el control. No ahora.

Unas manos rodean la piel desnuda de su brazo y sabe quién es, es obvio que es Juliana y sólo mueve su brazo para que esta le suelte, más no lo hace.

―No estás bien, ¿Por qué no descansas? Yo puedo... puedo poner la mesa y servir la comida. ―Se miran por un par de latidos.

Valentina puede presenciar el amor, preocupación y miedo en los ojos marrones como el oro que se abren curiosos frente a ella. Esos ojos la tranquilizan y siente sus músculos relajarse. Siente un tímido y suave beso en su brazo y las manos que la sujetan tiemblan un poco. Una sonrisa pequeña es dibujada en sus carnosos labios. Su corazón parece ir más rápido y no lo entiende, pero sus venas se llenan de cariño.

Juliana abre su boquita sorprendida y su sonrisa se hace aún más grande. ―Estás sonrojada, ¡Nunca pensé verte así!

La vergüenza aparece en Valentina, apartando la vista rápidamente sintiendo la sangre recorrer desesperada todo su cuerpo.

―Tranquila, yo también tengo miedo, pero, siempre hay una solución. ―Un último beso fue depositado en su brazo y las manos tibias de la menor se alejaron. Juliana sabe cómo entender que es lo que siente Valentina sin que esta diga nada. Ahora puede hacerlo.

"Siempre hay una solución"

La frase se repite en su cabeza y la dulce en esa temblorosa voz la puede saborear en su paladar. El sentimiento cálido parece llenarla un momento y luego dejarla al borde cuando se da cuenta de lo estúpido del momento.

Íntimo, y esa palabra le aturde cuando se trata de Juliana. Ella no quiere sentir lo que sabe que Juliana siente, porque es estúpido sentir enamoramiento por una persona a la cuál no conoces del todo.

Pero es inevitable. El amor es inevitable.

Sirve los platos y se asegura de servirle más a Juliana, pues ella debe comer bien. Lleva los platos a la mesa ubicada en la cocina y toma asiento para empezar a comer mientras alguien toca la puerta y ella no se da cuenta.

Un par de voces son escuchadas a lo lejos y piensa que es la televisión.

Pero arruga el entrecejo porque ellos no tienen una.

―Val, tu mamá... ―Escucha esa dulce voz, inmediatamente alza la cabeza.

Una mujer de sonrisa tranquila y de vestido floral aparece en el marco de la cocina. ―Hija debemos hablar, por favor.

La mirada preocupada en su madre casi la confunde, pero sabe a qué vino. Valentina se negará. Ella tiene su orgullo.

Pero no sabe que es la mejor opción irse a vivir con su madre.

Desire Of Love | ✓Where stories live. Discover now