22. Se abrió el cajón de mierda

179 18 1
                                    

Los entrenamientos es la peor parte de jugar al fútbol. Sentir cómo tus extremidades te mandan pinchazos clamando un poco de misericordia es doloroso. Muy doloroso.

No sé cuánto tiempo llevo corriendo detrás del balón, pero se me antoja como si hubieran sido horas. 

Mark nos anima desde la portería y, sinceramente, me dan ganas de darle un balonazo en la cara a ver si se le quita la sonrisa. Para él es fácil, solo tiene que estar en la portería y moverse de vez en cuando a parar nuestros remates mientras el resto nos recorremos el campo entero una y otra vez. Creo que me equivoqué de posición. Debería haber sido portera en lugar de centrocampista.

Corremos detrás de Nathan para apoyarle cuando se interna en el campo contrario, pero, en un rápido movimiento, Bobby se interpone robándole la pelota consiguiendo que el defensa salga volando de una forma de lo más cómica. Parece un muñeco de trapo surcando el cielo.

De inmediato me centro en mi cometido y salgo al paso de Bobby para recuperar la posesión. Me planto frente a él, que intenta regatearme pero supongo que he jugado tanto tiempo a su lado que me sucede lo mismo que con Blair: me conozco todas y cada una de sus jugadas, y eso me permite leerle a la perfección. Adivino su movimiento y lo intercepto, sonriendo al ver en su cara que se ha dado cuenta de lo mucho que le conozco.

—Demasiado tiempo juntos, ¿verdad, Bobby? —susurro cuando paso por su lado para que solo me escuche él.

Se queda estático ante mi comentario, pero sigo mi camino y la jugada finaliza con un remate de Blair que Mark para justo a tiempo para evitar que entre.

Me tomo un descanso, pues mis piernas ya apenas me mantienen en pie, voy al banquillo, tomo una botella de agua y me alejo hasta un árbol alejado pero lo suficientemente cercano como para que pueda ver a mis compañeros. Apoyo mi espalda contra el tronco y le doy un gran trago a la botella, derramando gran parte de ella por mi camiseta.

—¡Mierda!

Intento limpiarla, pero he de admitir que necesitaba refrescarme. Estoy sudando el maldito océano Atlántico. Disfruto de la soledad hasta que el sonido de unos pasos acercándose me alerta, abriendo los ojos de inmediato para encontrarme con Bobby a pocos metros de mí, escabulléndose entre la arboleda. Supongo que no me ha visto y esto me parece tan sospechoso que decido seguirle intentando hacer el menor ruido posible. Cuando el peliazul se para frente a un árbol, hago lo mismo escondiéndome tras un tronco cercano. Agudizo mis sentidos todo lo que puedo para espiarle, pero jamás me imaginaría que vería esto.

Jude emerge del bosque y el corazón se me para al volver a verle tan de cerca. La última vez que le vi fue cuando tuvo lugar el amistoso entre la Royal y el Raimon, pero en ese momento estuvimos a varios metros. Contengo el aire intentando relajarme en el momento en que escucho sus voces.

—¿Algo nuevo?

—No mucho. Están entrenando con ganas para poder enfrentarse a vosotros. 

—Qué ilusos son. Se creen que podrán ganarnos .—el tono altivo que usa me pone de los nervios. No me gusta que menosprecien a mi equipo, y mucho menos que lo haga él. No tienen ni idea de lo fuertes que podemos llegar a ser.

Para mi sorpresa, el comentario del capitán no le ha gustado demasiado a Bobby, quien baja la mirada con evidente duda en su tono cuando vuelve a hablar.

—Oye, Jude. ¿Estáis seguros de que es necesario seguir con el plan? —murmura el peliazul, que sorprende al otro con sus palabras—. Quiero decir, el Raimon ha resultado ser más fuerte de lo que esperábamos. Dijiste que eran unos insectos débiles, pero han ganado a equipos realmente poderosos. Quizás no sea bueno menospreciarlos.

—¿Acaso te has encariñado con ellos, Bobby?

—¿Qué? No, yo no-

—Ya entiendo qué pasa aquí .—esboza esa sonrisa que me recuerda a cierta persona que se hace llamar el comandante de la Royal Academy—. Grace y Blair tienen la culpa de que estés dudando, ¿verdad?

—Ellas eran mis mejores amigas...

—Ellas nos traicionaron. Nos abandonaron y se fueron con un equipo tan insulso como el Raimon. Se merecen que las aplastemos a ellas y a todos sus compañeritos.

Vale, se acabó. Llegué a mi límite.

—¿Por qué no me dices todo eso a la cara, Jude? —exclamo mientras salgo de mi escondite, caminando hacia ellos con la rabia pululando a mi alrededor.

Las caras de los dos chicos son un poema. Pasan de la sorpresa al enfado y luego a la sorpresa otra vez. Incluso percibo cierta vergüenza por haber sido descubiertos en plena conversación, sobre todo en el peliazul.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —me reclama el de la coleta.

—El suficiente para saber que él es un espía y tú un cobarde de los grandes.

—¿Cobarde? ¿Yo? Aquí las únicas cobardes sois vosotras, que abandonasteis a vuestro equipo sin razón.

Auch. Eso me dolió.

—¿Sin razón? —cuestiono sintiéndome insultada—. ¿Quién te dijo eso? ¿Ray Dark?

—El comandante nos dijo que nos habíais abandonado como unas malditas cobardes, solo porque no erais las estrellas del equipo.

Maldito hijo de puta mentiroso.

—¿Y tú le creíste? —no hay reproche en mi voz, sino una profunda tristeza y decepción por ver que, a pesar de haber compartido tanto tiempo juntos, creyera que nosotras éramos capaces de hacer algo tan rastrero como eso.

—Le creí porque es la verdad .—es lo único que dice antes de girarse hacia Bobby—. Recuerda para qué estás aquí, Bobby. No me defraudes.

Y, sin más, se marcha, dejándome con un nudo en el pecho que no quiero tener pero tampoco sé cómo hacer que desaparezca. 

Bobby se mantiene aún impactado por lo que acaba de pasar, por lo que permanece sin acercarse a mí. En cambio, yo hago algo que no creía que volvería hacer. 

Dejo que una lágrima furtiva se escape de mi ojo y ruede por mi mejilla, dejando un camino mojado por mi piel y un corazón fragmentado en mi interior. 

No sé en qué momento pasa, pero, de repente, el peliazul se acerca a mí e intenta rodearme con los brazos en un abrazo de consolación; pero, con un movimiento de mano, le aparto de mí.

—No quiero que te acerques a mí .—escupo—. Eres un maldito espía de la Royal. Un traidor. Pensé que podías cambiar. Que de verdad habías abierto los ojos como lo hicimos Blair y yo, que habías tenido las agallas suficientes para salir del círculo corrupto de Ray. Pero ahora veo que sigues siendo un maldito peón, un perrito faldero que hace todo lo que le ordena Jude .—me giro para mirarle con el odio destilándose en mi mirada—. Me das asco. Y me arrepiento de haberte considerado mi mejor amigo, porque tú jamás serás digno de que Blair y yo te dirijamos siquiera una palabra. 

—Grace, yo-

—No quiero tus malditas excusas .—le corto—. Debería ir al campo y confesarle esto a todos, pero no lo voy a hacer. ¿Sabes por qué? Porque quiero que ellos te descubran, quiero que te pille desprevenido para que así no puedas huir. Tendrás que enfrentarte a ello cuando se enteren, solo así sentirás un ápice de lo que sentimos nosotras cuando nos echasteis de la Royal; cuando nos despreciasteis y nos tratasteis como a unas traidoras. 

Me marcho de allí rumbo al campo, con el corazón tan fragmentado, que he tenido que recoger todos los pedazos con las manos; aunque no puedo negar que algunos de ellos se van cayendo por el camino según avanzo. Cuando llego con mis compañeros, no queda nada de ese órgano que debería estar en mi pecho y, sin embargo, se encuentra esparcido por la arboleda.

Tan compatibles / Axel Blaze y túWhere stories live. Discover now