27. Me duele el corazoncito

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No recordaba la sensación de ardor en los ojos que te acompaña durante un rato después de pasar casi una hora llorando. 

Por desgracia, tampoco recordaba lo que se sentía al ser consolada por alguien, pues la última vez que recibí un abrazo entre lágrimas tenía apenas tres años. Aquella vez quien me rodeó con los brazos fue mi niñera, pero ahora mismo no son los brazos de una mujer adulta los que me cubren, sino los cálidos y reconfortantes brazos de un adolescente de mi edad con pelo rubio cenizo y una sonrisa cariñosa que me rompe en pedazos. 

Hablar sobre mi pasado nunca me ha gustado, ya que la mayoría de mis recuerdos están cubiertos por una gruesa capa de tristeza y soledad. Sí, suena irónico que diga que me sentía sola cuando tengo una hermana melliza a la que siempre he estado unida y tenía varias personas a mi alrededor ocupándose de nuestro cuidado; pero dejad que os diga que, a veces, por mucho que estés rodeada de gente que te quiere y se preocupa por ti, eso no evita que durante las noches anheles tener a alguien a quien abrazar hasta quedarte dormida.

Mucho tiempo después de la primera vez que ese pensamiento rondó mi mente, parece que he encontrado a un gran candidato para ocupar ese lugar; y no es otro que el mismísimo Axel Blaze, ese que parece frío y serio a ojos de todos pero que, a los míos, es la persona más tierna, amable, divertida y cariñosa del mundo. Y esto queda confirmado cuando me toma de la mano al salir del vestuario y ni siquiera me la suelta cuando entramos en el campo de entrenamiento. 

Intento quitarme el pasado de la cabeza, pero los recuerdos que afloran en mi cabeza me golpean una y otra vez, nublándome la vista e inhabilitando mi capacidad de pensamiento. Parece que no soy la única inmersa en sus pensamientos, pues Mark no es capaz de parar ni un simple disparo y Blair ha tropezado varias veces con su propio pie cuando ha intentado regatear o chutar. Esto es preocupante. Si nosotros tres fallamos, el equipo estará en una situación demasiado mala como para poder plantar cara a la temible e imbatible Royal Academy. 

—Joder .—murmuro lo suficientemente bajo como para que nadie a mi alrededor sea capaz de escucharlo.

Veinte minutos después mis pies se posan de nuevo sobre el césped del campo de fútbol principal de la Royal Academy, aquel que pisé tantas veces vistiendo una equipación totalmente distinta a la actual y con un equipo muy diferente al de ahora. Los ojos se me empañan por las lágrimas que avecinan con derramarse, pero los cierro fuertemente y me repito lo mismo que llevo diciéndome desde que empecé a jugar al fútbol:

«Da igual la ropa que lleves o el equipo en el que estés o el que seas chica o chico, eres una jugadora de fútbol y vas a hacer lo que más te gusta: jugar al fútbol. Pierdas o ganes, marques gol o falles todos los tiros, te lesiones o no, eso no importa, porque al menos habrá sido fruto del esfuerzo y la dedicación; así nacen los sueños».

Con esa idea en la mente alzo el mentón, cuadro los hombros y camino con decisión hasta la fila, donde me coloco junto al resto de mis compañeros con el equipo contrario (que es también mi antiguo equipo) frente a nosotros. 

No me pasan desapercibidas las miradas de soslayo que nos lanzan algunos a Blair y a mí; sobre todo me afectan las de Joseph y David, quienes formaban nuestro grupo de amigos junto con Jude. 

Por el rabillo del ojo percibo cómo el capitán contrario recorre el lugar con la mirada de forma minuciosa pero frenética, como si buscara algo. 

Qué extraño.

Dios, los ojos se me expanden cuando todo cobra sentido en mi cabeza.

Jude no estaba poniéndonos una trampa, estaba buscando la que había puesto Ray Dark. Cómo narices se le ha ocurrido a mi mente pasar por alto ese detalle. Me siento una persona de mierda por haber insinuado que quería hacernos daño. A ver, que él tampoco se portó muy bien conmigo la otra vez en el  bosque del Instituto Raimon, pero eso no quiere decir que sea capaz de jugar a los mismos juegos sucios a los que se dedica el comandante. 

Intento dar con el paradero de la trampa haciendo acopio de todos mis recuerdos y los conocimientos sobre el entrenador que conseguí durante los años que jugué bajo sus órdenes, pero no consigo encontrar nada fuera de lugar.

Terminamos el saludo correspondiente entre ambos equipos, pero me percato de cómo Jude atrae a Mark hacia él cuando llega su turno. El de gafas le susurra algo en el oído a mi capitán, pero no alcanzo a escuchar nada. A mi lado, Axel y Blair también observan la escena y, en cuanto Mark viene hacia nosotros, le preguntamos acerca de la conversación.

De inmediato, nos colocamos en nuestras posiciones a la espera de que el partido dé comienzo. El sonido del silbato resuena en el amplio espacio y, apenas un segundo después, lo siguiente que vemos es cómo unas vigas de metal gigantescas se precipitan hacia nosotros, estampándose contra nuestro campo. 

Los gritos angustiados no se hacen esperar pero, en cuanto el polvo empieza a despejarse, todos se relajan al contemplar cómo todos pudimos replegarnos a tiempo para evitar ser heridos; y todo gracias a la advertencia que Jude le ha dado a Mark hace unos minutos. 

Nuestros compañeros contemplan la escena con las caras desencajadas por el horror, mientras que Blair y yo sentimos el corazón de la otra latiendo con fuerza en su pecho al presenciar algo así. 

Sabíamos de lo que era capaz el comandante con tal de ganar, pero jamás hubiésemos esperado que hiciera algo tan radical. Atentar contra la vida de un grupo de adolescentes es algo inhumano, y esa es la principal razón por la que ambas nos fuimos de la Royal.

—¿Qué mierda le pasa en la cabeza a Ray Dark como para hacer eso? —el susurro de Axel suena a mi lado pero apenas le presto atención, pues ya estoy caminando hacia mi antiguo equipo con la ira y la rabia filtrándose a través de mis poros, dispuesta a soltar todo lo que llevo conteniendo durante tanto tiempo.

Ignoro las llamadas de mis compañeros y los reclamos de los jugadores de la Royal mientras llego hasta la posición de Jude, que me mira asombrado cuando le agarro la camiseta y prácticamente lo levanto del suelo.

—¿Qué crees que haces? —me reclama asustado y pasmado a la vez.

—¿De verdad sigues pensando que Blair y yo nos fuimos por no ser las malditas estrellas del equipo? 

—Es lo que dijo el comandante.

—¿Prefieres creer a un hombre capaz de intentar asesinar a adolescentes solo por una maldita victoria antes que a la chica que ocupó el puesto de tu mejor amiga durante años?

Jude parece dudar ante mis palabras lo justo como para que la esperanza invada mi cuerpo. De repente, siento cómo unos brazos me obligan a soltarle mientras nos alejan al uno del otro.

Me revuelvo fuertemente para conseguir soltarme, pero Axel y Kevin no ceden ni un milímetro ante mis intentos por liberarme. Reprimo las ganas de chillar por la frustración.

—Convénceme de que tú llevas razón, porque de verdad quiero creer que las dos chicas más importantes de mi vida no me abandonaron de la noche a la mañana por voluntad propia .—juro que el corazón se me estruja al percibir la tristeza y el dolor en la voz de Jude; pero, sobre todo, noto la duda y la esperanza de que lo que le dijo el comandante fue una gran mentira, el anhelo de descubrir que fuimos obligadas a abandonar al equipo.

—No lo hicimos porque quisimos, Jude. Yo jamás abandonaría a mi novio de forma tan repentina sin tener un motivo de peso para hacerlo.

Espera, ¿Blair acaba de decir eso? Vale que la voz le ha temblado más que una gelatina en mitad de un terremoto, pero ha sacado los ovarios necesarios para expresar sus pensamientos en voz alta. Eso sí que no me lo esperaba.

Los ojos de Jude se expanden aún más a través de las gafas al escuchar la mención de su noviazgo y más de un jadeo ahogado por la sorpresa resuena a nuestras espaldas, emitidos por nuestros compañeros.

Me zafo por fin del agarre y camino hasta ocupar el hueco libre al lado de Blair, frente a Jude, Joseph y David. Los dos últimos nos miran algo recelosos a la espera de que nos expliquemos y les demos, al menos, una razón para creer nuestra versión. 

Con una rápida mirada Blair me deja claro que ha sacado valentía para hablar una vez, pero no es capaz de volver a hacerlo y mucho menos para explicar algo tan tedioso como nuestra partida del equipo. Tomo aire preparándome para una conversación que no esperaba tener jamás y que estoy segura de que me va a doler como si me arrancasen el corazón y me clavasen miles de alfileres en él.



Tan compatibles / Axel Blaze y túWhere stories live. Discover now