26. Qué mal rollo da este sitio

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Dios, no recordaba lo siniestro que se ve el complejo en el que se encuentra la Royal Academy. Incluso me atrevo a decir que se ha vuelto más horripilante e imponente desde que nos fuimos. Se me pone la piel de gallina solo de pensar que tenemos que volver a pisar este horrible lugar y, a mi lado, Blair tiembla como una gelatina mientras mantiene su mano fuertemente aferrada a mi brazo. Me esfuerzo en contener mi propio miedo, pues no ayudaría en nada al equipo que las únicas que han estado alguna vez en este lugar se caguen de miedo. Se supone que soy uno de los pilares del grupo, así que debo mantener la calma y aparentar tranquilidad y firmeza, por mucho que tenga todo mi esqueleto temblando en el interior de mi cuerpo.

El asombro mezclado con la tensión y el pánico se apodera de nuestros compañeros y, la verdad, les entiendo; nadie en su sano juicio entraría en este lugar por gusto. 

Entramos dentro de la inmensa fortaleza no muy seguros de querer hacerlo, para qué mentir. Blair y yo vamos al frente del pelotón para poder guiarlos hasta los vestuarios correspondientes al equipo visitante, ya que, por mucho tiempo que haya pasado, seguimos recordando los planos de este lugar a la perfección.

Tomamos un descanso en mitad de uno de los pasillos principales para escuchar lo que nos quiere decir nuestro entrenador, que parece estar bastante alterado.

—¡Recordad que son los mismos que averiaron nuestro autobús! Pueden aparecer en el suelo para que nos caigamos .—advierte mientras se coloca delante y nos bloquea el paso a todos con los brazos.

Nelly se queja ante tanta sobreprotección, pero no tiene ni idea de lo que es capaz Ray Dark con tal de conseguir lo que quiere.

Por suerte, llegamos sanos y salvos hasta el vestuario. Mark se dispone a abrir la puerta, pero esta se mueve antes de que la toque, mostrando a Jude Sharp. No me pasa desapercibido el cómo la mano de Blair aprieta con más fuerza mi brazo hasta el punto de sentir pinchazos en esa parte, solo que oculto el dolor para evitar que se sienta culpable.

—Veo que habéis llegado sanos y salvos.

—¿Qué estás diciendo? —le reclama Kevin realmente enfadado—. ¿No querrás decir que ojalá hubiésemos tenido un accidente?

—¿Qué tipo de trampa has montado ahí dentro, Jude? —esta vez soy yo la que le grita enfadada, consiguiendo que su atención recaiga sobre mí y, sobre todo, sobre el brazo que mi hermana agarra como si su vida dependiera de ello. Mis ojos captan cómo los de Jude se agrandan a través de las gafas y, por primera vez, percibo cierta culpabilidad en él, y me puedo imaginar a qué se debe.

El momento de debilidad dura apenas unos segundos, pues enseguida se recompone y recupera su habitual seriedad.

—Tranquilos, no hay nada ahí dentro .—comienza a alejarse de nosotros y, al pasar al lado de Axel, quien está apoyado en la pared desde hace rato, todos nos percatamos del tenso cruce de miradas que se produce entre ellos—. Os pido perdón por haber entrado .—finaliza antes de marcharse.

Tras entrar por fin al vestuario, la mayoría se pone a revisar cada centímetro del lugar minuciosamente y, la verdad, entiendo su preocupación, pero esto ya se está convirtiendo en algo muy exagerado.

—Ya os he dicho que no nos han puesto ninguna trampa. Jude Sharp nunca nos perjudicaría.

—Con todo el respeto del mundo, Mark. No hables como si le conocieras de toda la vida .—me quejo algo cansada de la seguridad del capitán y su maldito empeño en defender a Jude cuando no se lo merece—. Blair y yo hemos pasado muchos años jugando a su lado y te puedo asegurar que no sabes nada acerca de él. 

—Pero él juega al fútbol. Estoy seguro de que jamás haría trampas .—la insistencia de Mark me está sacando de quicio.

—Mark, para de una maldita vez .—escupo algo más cortante de que lo que pretendía—. Tú no le conoces en absoluto. Yo sí. Jude ha pasado toda su vida bajo el mando de Ray Dark y siempre ha estado al corriente de las cosas que ha hecho el comandante para conseguir la victoria sin importar el costo; y nunca ha hecho nada para impedirlo. No creo que eso vaya a cambiar ahora.

El silencio se instala en la sala. La tensión es tan presente que se podría cortar con un cuchillo sin ninguna dificultad. Nos terminamos de cambiar sin que ninguna palabra resuene en el amplio espacio y, cuando me dispongo a salir, la mano de Axel me toma, guiándome hasta el baño. Entro a trompicones mientras él cierra el pestillo a mi espalda, encerrándonos en el reducido sitio.

—Ábreme .—exijo.

—No hasta que me cuentes qué ha pasado antes entre Mark y tú .—su tono es demasiado tranquilo en contraste con el mío, que se vuelve más tenso y alterado según avanzan los segundos.

—Solo hemos tenido un pequeño choque de opiniones.

—¿Ahora a las discusiones se las llama choque de opiniones?

—No era una discusión. Para que lo fuera, yo debería haber estado enfadada.

—¿Acaso no lo estabas?

—Oh, créeme, si estuviera enfadada de verdad, no habría sido tan suave con él. Probablemente la charla habría acabado en una pelea física.

—¿Por qué te has alterado tanto solo por mencionar a Jude?

Auch, eso ha ido directo a mis recuerdos, que no son precisamente felices.

—Es mi antiguo compañero y... digamos que no acabamos muy bien .—vale, he omitido muchos detalles pero no me juzguéis; rememorar mi pasado de mierda no es algo que me entusiasme demasiado.

—¿Qué pasó entre vosotros dos?

—En realidad te ha faltado añadir a Blair en la ecuación, pero eso es una historia muy larga.

—Tengo todo el tiempo del mundo.

—Eso no es verdad. Tenemos un partido que jugar en menos de quince minutos.

—Grace, tú vas por encima de todo. Incluso por encima del partido y del fútbol.

Jo-der. ¿Acaba de decir eso? Bueno, señoras y señores, podemos decir oficialmente que acabo de fallecer por un infarto ante la maldita declaración de Axel.

Él sonríe ante mi sorpresa, pues me he quedado absolutamente quieta tras escucharle. Cualquiera se quedaría igual que yo si estuviera en mi lugar ahora mismo. Nadie puede ser capaz de resistirse a un chico supuestamente frío y serio que resulta ser tierno, amable y, sobre todo, un experto en causarme infartos con solo un par de frases.

Recorre la distancia que nos separa y acaricia mi mejilla con sus nudillos en un gesto que hace que mi corazón golpee mi pecho tan fuerte que temo perder alguna costilla. Conecta sus ojos con los míos y susurra:

—Por favor, cuéntamelo. Confía en mí.

Suspiro resignada al ver que soy incapaz de mantenerme firme, pues me desmonta con tan solo dos frases y una caricia.

—Todo empezó cuando nos unimos al equipo de fútbol de la Royal Academy con tan solo once años.

Tan compatibles / Axel Blaze y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora