𝙋𝙧𝙚𝙜𝙪𝙣𝙩𝙖𝙨

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𝙋𝙊𝙑 𝙎𝙐𝘾𝙍𝙊𝙎𝙀

Mi vida se basa a preguntas sin respuestas, mi vida se basa a la necesidad de tenerlo de regreso, mi vida se basa a tocamientos indeseados, mi vida se basa simplemente a escuchar los miserables llantos de mis victimas mientras recuerdo todo lo horrible que es mi existencia. Se que en varios aspectos yo me enfermé por no soltar el pasado, por el miedo a que me dejaras, por "castigarme" al sentirme insuficiente, por la desesperación que sentía al no verme amada.

Necesito a mi Ángel, necesito ser libre.

Después de la incómoda conversación con mi maestro, fui a la catedral para mi cita de Psicología, pero para mi desgracia, mi psicóloga se había enfermado. Tenía que retirarme de ahí, me sentía mareada y.... ¿Necesitada? Valla mierda la verdad, maldito seas desgraciado, mi cuerpo memoriso todos tus tocamientos, palabras y "halagos".
No sabes cuanto lucho por olvidar todo lo que me hiciste, todo por lo que debo de pasar para recordar que la única manera de ser amada... No es como me lo enseñaste. Aún así, no puedo evitarlo, no puedo evitar sentirme de esta manera, simplemente... No puedo.

— Que lindo atardecer —susurre— ojalá sea el último que vea.

Que cobarde, no puedo acabar con mi vida por "miedo", eso es estúpido, si tanto quiero morir debería matarme. Di un suspiro y baje por las escaleras de la salida del catedral, pase por la estatua de Barbatos para luego irme directamente a la entrada de la ciudad.
Estaba decidida a salir de ella, cuando un hombre alto y de tez morena se puso al frente mío.

— Hola dulzura —dio una sonrisa— ¿No estas en tu día libre, que haces con tu uniforme?

Solo baje la mirada, trague en seco para luego balvucear unas palabras, pero al parecer el no me entendió... Haci que se acercó un poco más hacia mi.

— Perdón no te escuche, caramelo —volvió a dar una risita—

Esa fue la gota que derramó el vaso, sentí una confianza con el en ese momento, supuse que el podría escucharme... Quería contarle todo, todo lo que sea posible, desde mi infancia hasta la actualidad, pero sin darme cuenta ya me encontraba derramando lágrimas, que recorrían mis mejillas hasta mi barbilla.

— Vamos a mis aposentos.

El me agarro del brazo, fijándose que nadie viera mi rostro rojo y sollozante, no sabia que hacer en este momento, solamente estaba esperando llegar al lugar para poder desahogar mis penas... No quiero incomodarlo ni nada por el estilo, de seguro se sentirá fastidiado mientras le cuente mis problemas sabiendo que no es la gran cosa...
No me fijé que ya habíamos llegado a la Sede de los Caballeros de Favonius, me arrastró adentro, ocultando mi cara ya hecha un desastre por mis lágrimas, de ver que me sentía mal en ese momento ¿Porque tengo que abrir mi corazón y mente cuando no es debido? Siempre que este tipo de cosas quieren pasar, trato de una u otra manera de pararla, ya sea por medio de autolecciones o rayones en mis libretas u hojas de mis apuntes. Ya me encontraba dentro de su habitación, sentada al lado de la cama mientras el me traía un vaso con agua tibia para tranquilizarme, me lo dio amablemente y sentó a mi lado.

— Sabes que puedes contarme lo que sea ¿Verdad? —me abrazó— No tienes porque guardarte las cosas para ti sola.

Estas palabras fueron las causantes de un mar de lágrimas, lágrimas de tristeza y colera, lágrimas que implorara que paracen de una vez por todas... Ya no podía con la presión de mi pecho, el dolor, la angustia, todo eso me mataba por dentro... pero no sabía cómo expresarlo con palabras, solo lloraba como un bebé, un bebé en busca de los brazos de su madre para ser mecido, un bebé que lloraba por el dolor de una vacuna...

— Ya no puedo con esto —dije— Kaeya... Yo no quiero sobrevivir, quiero vivir...

El parecía buscar una respuesta, pero siempre que lo veía abrir la boca, el la volvía a cerrar de golpe... Yo no podía contenerme, solo lloraba, lloraba y lloraba en busca de su consuelo, en busca de que el me demostrara algo de cariño.

— Dulzura, no quiero incomodarte —trago en seco— Pero si me dieras más detalles de tu caso, podría buscar una buena manera de consolarte.

Quede muda, obviamente no pensaba decírcelo de manera directa, pero Kaeya es una persona que no le gusta tanto los rodeos en temas serios, así que debo de expresarme de una mejor manera y no tragarme mis palabras.

—Yo fui abusada a mis 15 años —dije llorando— Desde ese día, no encuentro una manera de sentirme o ser querida por alguien... Yo solo quiero que me consueles o ayudes con un problema.

El solo asintió, estaba dispuesta a contarle a detalle todo los que me pasó en ese infierno, como me trataban y me hacían sentir.

— El estuvo abusando de mi durando 2 años, casi todos los días de la semana —susurre— Siempre me tocaba de manera... Sucia... No podía sentirme bien, cuando otra persona me daba afecto, me sentía culpable y degenerada, porque el me había dicho que nadie tenía el derecho a quererme porque mi pureza fue tomada.
No sabría decirte como me sentí en esos momentos, fue como una mezcla de emociones y sentimientos, un mar de pensamientos, una inmensa decepción y traición... Fue algo que nunca espere que me llegará a pasar, y menos de una persona que estimaba mucho. Estuvo para mi en las buenas y las malas, pensar que pudo llegar a hacerme esto, me dan ganas de vomitar.

Este parecía algo sorprendido por mi confesión, nunca se lo había dicho a nadie aparte de mi psicóloga, era más que obvio que iba a reaccionar de esa manera.
Yo seguí llorando debido a lo que comente, todos esos recuerdos recorrían mi mente, haciéndome sentir culpable por lo que me había pasado y por lo que estoy pasando.

— No sabre que tipo de infierno pasaste, pero lo que te puedo asegurar es que no merecías eso —me abrazó— No merecias esto, tu debías de tener una infancia y adolescencia saludable, no tenías que pasar por estos tipos de tratos inhumanos...

Aún lloraba entre sus brazos, interrogandome si que se lo contara era correcto ¿Que pasaría si mi maestro se llegaría a enterar? Preferiría no imaginarlo...

—Hey, mirame —dijo apartándose del abrazo— se que es un mal momento para preguntarte esto...

El apretó el agarre en mis hombros, los cuales empezaron a doler bastante por su fuerza, me movía ligeramente tratando de mostrar mi incomodidad pero el no parecía darse cuenta.

—¿Tu perteneces a los fatuis?

Quede helada en ese momento, mi corazón empezó a palpitar de manera rápida mientras sudaba en frío y comenzaba a temblar, todo por una pregunta que no ví venir...

— Tu silencio vale más que mil palabras —retiro ambas manos— Sabía que era verdad.

Junto a esas palabras se formó una sonrisa siniestra, lo que me llevo a cabo querer salir del lugar de manera rápida, me paré de golpe y eso hizo que me mareaba pero no iba a quedarme aquí...
El se puso al frente de la puerta y comenzó a reírse, no tenía idea de lo que estaba pensando, pero tenía miedo. Realmente sentí un gran estallido dentro mi, tratando de tranquilizar mi mente en momentos de suma importancia.

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⏰ Última actualización: Jul 01, 2022 ⏰

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𝙋𝙤𝙧 𝙘𝙖𝙙𝙖 𝙛𝙡𝙤𝙧 𝙢𝙖𝙧𝙘𝙝𝙞𝙩𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora