Una estudiante de la Academia de la Verdadera Cruz como cualquier otra. Hay algo oculto en ella, algo extraño que no tiene nada que ver con que sea una aprendiz de Exorcismo, ni con su estrafalario aspecto, ni con que uno de sus ojos no esté a la...
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Caminando pesadamente con muchas dudas sin respuesta en su mente y conjeturas que llevaba a muchas posibles respuestas, Suguro Ryuji había vuelto al recinto dispuesto a aclarar ciertas cosas por su cuenta, esperando que no fuese demasiado tarde para evitar que todos los miembros de la secta siguieran dividiéndose debido a la desconfianza.
Las palabras de Kaede habian hecho mella en él desde el momento en que planteó su argumento sobre descubrir a un traidor en la secta. Quizás fuese solo él buscando alguna pequeña esperanza de que su padre no fuese quien estuviera detrás de todo aquello pero se aferraba a creer que tenía lógica lo que la mnñuchacha decía entre mas y mas lo pensaba pues era razonable, una persona que esta ocultando algo por lo general intentaría desviar la atención culpando a alguien más que se vea igual de sospechoso.
Al llegar dentro del lugar optó por ser cauteloso en cuanto divisó a Juuzo Shima, pues empezaba a notar el ambiente caldeado desde antes que llegaran otros dos miembros Myodha que se notaban un tanto confusos.
—Buen trabajo—saludó uno de los integrantes de la secta llevando junto a otro.
—Igualmente —respondió Juuzo.
—Fuiste a la reunión de esta mañana ¿verdad? ¿sucedió algo? —preguntó uno de los miembros, dubitativo.
—No ¿es que se extendieron los rumores?
—Como el director convocó a los mejores exorcistas que custodian el Shinbu pensé que seria un asunto de urgencia derivado de la reunión —secundó el otro miembro que le acompañaba.
—No tengo ni idea, pero ahora no podemos dejar el Shinbu desprotegido.
—Tienes razón hablaré con el director—resolvió el mayor de la familia Shima en lo que se despedía de los otros dos miembros de la secta.
Suguro se quedó viendo cómo extraía de sus ropas las llaves de la sucursal para ingresar al elevador y se preguntó por un momento qué era lo que estaba pensando hacer con una extraña corazonada. Queriendo averiguar de que se trataba aquello, decidió seguirlo hasta la última planta que correspondía al sótano y lo que vio hizo que su corazón diera un vuelco.
Varios de los monjes yacían en el suelo inconscientes o semi inconscientes con varias heridas y a duras penas pudiendo mantenerse despiertos, por lo que rápidamente corrió hacia ellos procesando lo que estaba viendo sin poder creerlo antes de ver cómo la puerta entreabierta que daba hasta el Shinbu se balanceaba desprovista de protección alguna.
¿Qué significa esto, Juuzo? fue lo que se preguntó el muchacho antes de entrar y seguirlo con bastante sigilo.
Dentro del Shinbu, la situación se repetía pues todos y cada uno de los miembros que estaban montando guardia aquella noche, yacían en el suelo, algunos conscientes y otros bastante conmocionados obviamente desconcertados ante aquel ataque sorpresa al que no pudieron siquiera reaccionar. Y ya a pocos metros del ojo Derecho, se encontraba también Juuzo, quien se aproximó lo suficiente hasta su objetivo y deteniéndose con determinación antes de cuestionar:
