22. Ven a mí.

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—Debemos dejar de hacer esto —dijo Bucky con la respiración agitada y aún desnudo sobre la cama del rubio

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—Debemos dejar de hacer esto —dijo Bucky con la respiración agitada y aún desnudo sobre la cama del rubio.

—¿Por qué? —interrogó el dueño de la cama—. ¿Acaso el sexo ya no es lo suficientemente bueno?

Bucky se giró para verlo directamente a los ojos. 

—Claro que lo es —negó con la cabeza y una sonrisa—, pero me llamaste Tony.

Steve se puso tieso en su posición. Miró a su propio torso desnudo tratando de evitar el contacto visual con James, creyendo que de esa forma el problema se iría, pero luego de algo de silencio, supo que no sería así.

—Te prometo que no volverá pasar.

—Steve... —lo miró, sintiendo pena—. Es la tercera vez que pasa.

Bucky se levantó de la cama —sin importar que el contrario lo viera desnudo— y comenzó a buscar sus pertenencias que se encontraban regadas por toda la habitación. Bajo la atenta mirada de Steve, éste último se mordía el labio con vergüenza y frustración.

—En realidad, no me importa que pienses en alguien más cuando lo hacemos —volvió a hablar Bucky mientras se vestía—, después de todo, dijimos que solo sería sexo para los dos, pero no creo que esto sea algo bueno para ti.

—¿Qué quieres decir? —cuestionó Steve, acomodándose para poder recargar toda su espalda en la cabecera de su cama.

Recibió otra mirada de lástima, lo cual en serio comenzaba a molestarlo.

—No creo que sea sano para ti usarme para remplazar a ese tal Tony —se encogió de hombros y procedió a colocarse sus zapatos—. Deberías volver con él si aún lo extrañas.

Steve soltó un gran suspiro. 

—No es mi ex.

—Por favor, dime que no es tu novio —dijo con genuina preocupación, que desapareció cuando el rubio negó con la cabeza—. ¿Entonces es alguien que te gusta?

Al inicio no hubo respuesta, solo un silencio incómodo para Steve, que no esperaba tener esta clase de conversación después de tener sexo —o nunca en realidad—; que era lo que lo hacía pensar tanto en Tony cuando este claramente no estaba interesado en él.

Tal vez era la comida tan deliciosa que cocinaba, o el hecho de que era la única persona que se reía en serio de sus chistes, porque siendo honestos, ni siquiera su madre creía que era gracioso. Quizás era solo porque le recordaba a los casos de abuso que recibía de vez en cuando y sentía la responsabilidad moral de ayudarlo. O posiblemente eran esos hermosos ojos marrones.

—Eso creo —aceptó Steve finalmente, con una pequeña sonrisa que fue imitada por Bucky.

—Entonces deberías decirle —dijo antes de despedirse y salir del departamento por su propia cuenta.

Pero no es tan fácil, pensó Steve, está casado y claramente loco por el marido. Sonrió con amargura, recordando las palabras de su madre: se enamoraba por primera vez y era de un hombre casado. Lo peor del caso, es que aunque fuera en contra de lo que siempre había creído, le gustaba el hecho de que fuera total y completamente devoto. Si tan solo él pudiera ser ese alguien.

Luego de eso, se arregló y fue al trabajo para tener un día normal: dar asesorías legales, prepararse para los casos que tenía actualmente abiertos, hablar con Natasha de temas del trabajo, etc. Incluso logró cerrar un caso importante sin necesidad de llegar al estrado.

Cuando ya estaba en casa —no mucho después de que el sol se ocultó—, se sentó en su sala con una taza de té. Se preparaba para llamar a su madre como hacía todas las noches, pero antes de que pudiera hacerlo, recibió una llamada que no dudó en aceptar.

—¿Estás ocupado? —preguntó una tímida voz del otro lado de la línea.

—No —se aclaró la garganta antes de añadir más—. ¿Está todo bien?

—No lo sé... —se escuchaba que estaba luchando por contener sus lágrimas—. Pero no se siente bien.

—¿Acaso te hizo algo? ¿Quieres que vaya a recogerte? —preguntó preocupado, listo para salir de su departamento si era necesario.

Tony soltó una risa seca e irónica.

—Ni siquiera está aquí. Creo que se está ocultando.

La conversación enmudeció por unos segundos. De un lado estaba Steve sentado al borde de su sillón sin saber qué pasaba, mientras que del otro lado se encontraba Tony sentado con las piernas cruzadas en el suelo de su armario.

—¿Por qué me llamaste? 

Sabía que había muchas cosas mejores que preguntar, sin embargo, esa fue la primera que se le ocurrió.

—Quería hablar con alguien que estuviera lejos de todos mis problemas.

—Cariño, yo soy el más grande de tus problemas —bromeó Steve para mejorar un poco el ambiente pesado que se sentía en la conversación.

El castaño negó con la cabeza, aunque no lo podía ver el otro.

—Si lo fueras, no me sentiría mejor hablando contigo.

Solo esas palabras bastaron para que el corazón de Steve diera un vuelco, dándole un sentimiento que jamás había experimentado antes en su vida.

—Seguro solo lo dices para que te cuente uno de mis chistes.

—¡Ah, me atrapaste! —rió Tony con más libertad del otro lado de la línea.

—Solo porque tienes un buen culo... —coqueteó nuevamente, causando un sonrojo al castaño—.  ¿Qué son 50 físicos y 50 químicos juntos?

Tony no pensó en qué responder. 

—No lo sé, Steve.

—¡Científicos!

Tony comenzó a reír por el mal chiste, brindando calidez al corazón de Steve. Quisiera que Thor fuera igual de gracioso.

—Ojalá te hubiera conocido antes —dijo sin pensar Tony.

—De ser así, quizás estarías casado conmigo —dijo en serio el rubio, pero fue tomado a broma por el otro.

—Yo sería el cornudo más grande de la historia —se mofó de la idea—, pero al menos me reiría más.

Steve bufó ante lo expresado.

—Yo sería incapaz de engañarte.

Tony rió de nuevo.

—Tú dijiste que todos son infieles —recordó su primera conversación. Apenas habían pasado un par de meses, pero ambos sentían que había sido hace mucho tiempo.

—Si te tuviera a ti, no necesitaría a nadie más.

Sin saberlo, esas palabras ayudaron a la confianza que Tony tenía en sí mismo: le hicieron recordar que era una gran hombre y no debía ser tratado como menos.

—Gracias, Steve —se levantó del suelo, listo para colgar—, sabía que llamarte era una buena idea.

—Siempre puedes venir a mí.

No recibió respuesta, pero estaba seguro de que lo había escuchado cuando unos segundos después escucho el fin de la llamada. 

—Adiós.

Steve vio con una sonrisa el teléfono y dio un sorbo a su taza de té. Ya debería marcar a su madre para contarle sobre su día.





INFIELESWhere stories live. Discover now