Cariño, no puedes culparme

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El silencio es penetrante en la habitación. Sin embargo, Eren no sabe que decir. Mikasa se subió el pantalón y caminó hacia su recámara, probablemente a cambiarse de ropa interior. Sucede muy rápido, él observa sus movimientos para saber si le afecto y a qué tanto el haber visto a su madre.

Pero Mikasa luce como siempre.

No es cierto, miente.

Esos fugaces movimientos le muestran que ella quiere ser indiferente al tema. A veces lo suele hacer pero ya no tanto como en la escuela. Lo recuerda bien.
Esa era su actitud del diario cuando estudiaban juntos. En la actualidad se ríe por las veces en que pensó que era demasiado seria para su gusto, muy frívola y y buena en los deportes más que él para rematar.

Oh, y no olvida las veces que siempre parecía tener mucho frío.

Y ahora comparte cama con ella.

No. Él comparte más que eso, comparte su vida con ella.

Se tomó el tiempo de conocerla, desde el más grande hasta el mínimo detalle. Por eso sabe que Mikasa quiere aparentar ser fuerte, ella no quiere que él sienta lástima por su situación.
La azabache puso un montón de capas al tema de su madre. Ella decía que simplemente trabajaba mucho, pero desde el día del que la espío en el baño  en aquel año, Eren supo que la madre de Mikasa escondía sus verdaderas intenciones bajo esa fachada del trabajo.

El costó meses al moreno para que Mikasa se abriera completamente sobre el tema. Nunca la había visto llorar hasta ese día, pero algo que pudo notar fue que, el dolor de que su madre la dejara sola todo el tiempo después de la muerte de su padre no era tan grande como la rabia que Mikasa sentía al pensar que alguien sintiera lástima por ella, por su situación en casa.

Eren sabe que eso es justamente lo que le pasa ahora. No es tanto el que se haya encontrado con su madre luego de tres años. No, lo que la tiene así es el saber lo que le puede provocar a él.

Lástima hacia ella.

Lucir débil ante sus ojos.

Y ¡Maldición! Eren quiere regañarla justo ahora porque no puede creer que Mikasa aún pueda creer que él sentiría eso por ella.

El castaño va hacia la habitación, Mikasa está colocándose otra ropa interior de encaje color negro, contrasta muy bien con sus muslos lechosos, pero no deja que eso lo desvíe de la conversación que tendrán.

—¿Cómo te fue?

—Bien —contestó ella sin mirarlo, ahora se estaba poniendo de nuevo su pantalón—. Fue algo incómodo.

Al ver que no dijo nada más continuó con las preguntas.

—¿Qué quería?

—Tiempo para platicar.

Este camino es dudoso y él tiene que ir con cuidado. O quizás no debería tratar este tema así, quizás lo que Mikasa quiere es hablarlo como si fuera algo normal, sin importancia.

—¿Donde te la encontraste? —Eren se acercó a ella, se sentó a un lado en la cama.

—Choque con ella después de comprar el ramo de flores para Carla —había un atisbo de ironía en su comentario—. Todo fue tan rápido, supongo que por eso no me pude negar a su petición.

—¿Estuviste mucho tiempo con ella?

Mikasa negó con la cabeza.

—Quiso saber de mi —continuó la azabache— no quise darle muchos detalles. Le dije que estoy bien y que con esa era suficiente, pero entonces vio el ramo de flores —se rio en esas últimas palabras.

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