Capítulo 6

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Podría haber esperado de todo, menos eso. El despacho representaba a la perfección la actitud y la personalidad de quien lo ocupaba, pero a pesar de eso se le hacía demasiado espantoso y extraño.

Las paredes eran de un celeste que a Kirishima le producía demasiadas ganas de dormir; había un hechizo por el que en el techo flotaban pequeños copos de nieve, y extrañamente tenía colgados en la pared diferentes cuadros de lobos blancos, en un fondo de nieve. Todo parecía rondar en torno al invierno, y pronto empezó a sentir frío por estar allí, mirando a uno de los lobos de la pared.

—Es un amarok —se sobresaltó al escuchar al profesor detrás de él, y por un momento sintió una punzada de dolor en su cicatriz—. Siéntate, Kirishima, comenzaremos con tu castigo.

Señaló una mesa más pequeña, en la que había un pergamino junto a una pluma y su correspondiente tinta. Estaba situada en una esquina, cerca del escritorio del profesor, y Kirishima se dirigió allí. Al menos solo debería copiar unas líneas, y después se largaría, no sería tan duro.

—Quiero que escribas "No debo decir mentiras" —Geten se sentó en su asiento cómodamente, observando a su alumno con una mirada gélida.

—¿Cuántas veces?

—Las que sean... necesarias. —Las palabras del profesor no le daban buenas vibraciones, pero tomó la pluma y comenzó a escribir.

Llevaba unas tres líneas cuando el dolor comenzó; sentía horribles punzadas recorrer su mano, y jadeó dejando de escribir por un momento, dirigiendo su vista hacia donde notaba el dolor. Vio para su horror que la frase que estaba copiando se reflejaba también en su mano, y por mucho que trató de ocultar su mueca no lo logró.

—No te he dicho que puedas dejar de escribir, Kirishima; continúa.

Frunció el ceño, sin si quiera contestar, y continuó escribiendo, retorciéndose de vez en cuando gracias a la marca que ahora tenía en su mano. Intentaba centrarse en lo que estaba escribiendo, pero en algún punto comenzó a ver borroso. Podría haber rellenado el pergamino unas cinco veces, después de todo, las líneas se iban borrando y el volvía a escribirlas una y otra vez.

Tras una hora de redactar sin cesar, Geten dejó a un lado su taza de té, y se levantó para observar mejor el castigo de Kirishima. La sonrisa que le daba era malévola a ojos de Eijirou, mientras este continuaba aguantando las ganas de llorar, para no darle también ese lujo a su profesor.

—Puedes retirarte, te veré mañana a la misma hora.

Al pronunciar esas palabras, tomó su bolsa rápidamente y salió de allí. Sus amigos estaban todavía en el césped, saludándole con la mano para que se acercase a ellos. Sonrió débilmente al llegar y ocultó la herida que le había hecho la pluma, diciéndoles que Geten tan solo le pidió escribir en un pergamino, y nada más.

Kaminari, que estaba a su lado, dijo que entonces no habría sido para tanto, y Kirishima asintió. A su grupo se habían unido algunos más de sus compañeros y Uraraka, que jugaba con el cabello de su novio mientras le hablaba. Pero Bakugo no le hacía caso, observando a Eijirou con el ceño fruncido.

Se sintió nervioso lo que quedaba de tarde, hasta que llegó la hora de cenar. Tetsu fue el primero en levantarse, mencionando que ya debían de haber servido la comida y que tendrían que estar allí para poder comer antes de que la mayoría de sus compañeros llegasen.

—Adelántate —escuchó las palabras de Katsuki a su novia mientras Sero le hablaba, y se giró a tiempo de ver que Bakugo se acercaba a ellos—. Oe, idiota quiero hablar con Shima.

—Vamos Hanta, yo también tengo hambre —Kaminari tiró de la túnica de su amigo para evitar una riña al ver que este iba a contestarle, y Sero le hizo caso, marchándose de allí.

Eijirou Kirishima y la Orden del FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora