La obra maestra

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Gerard Way parecía un tipo bastante normal. Vivía en un departamento, en una de las zonas más peligrosas de Nueva Jersey y estudiaba en una escuela de arte. Tenía una buena relación con su familia y pocos amigos íntimos. Sin embargo, estaba lejos de ser un hombre promedio. A Gerard le gustaba mirar a la gente. O sea, a una persona en particular. Frank Iero. Uno de los amigos de su hermano menor. De hecho, Gerard creía que Frank era hermoso. Tenía el cabello color chocolate, colgando justo debajo de las orejas y unos expresivos ojos color avellana. Para él, Frank era perfecto.

Hoy sería el día en que Gerard completaría la mejor obra de su vida.

Tocó el timbre de la casa de Frank y se acomodó la chaqueta. Gerard había decidido vestirse de traje para el gran evento. Quería lucir lo mejor posible. Era temprano cuando llegó y esperaba que Frank no estuviera ocupado. La puerta se abrió y Frank apareció por el hueco, sonriéndole.

—Oh vaya, te ves tan formal ¿Alguna ocasión especial? —dijo, apoyándose contra el marco de la puerta.

— Hola Frank, me preguntaba si querías pasar un rato en mi casa —propuso Gerard con una sonrisa esperanzada.

— Sí por supuesto, vuelvo enseguida —sonrió— Voy a avisarle a mis padres —dijo Frank, antes de subir por las escalera dando saltos. Regresó en cosa de segundos, aun con la sonrisa en la cara.

Comenzaron a caminar hacia la casa de Gerard, manteniendo una pequeña conversación sobre gustos en música y la escuela de Frank. Una vez que llegaron, Frank se sorprendió al ver que todo estaba oscuro.

— ¿Dónde están Mikey y tus padres? —Frank preguntó, con una mueca de confusión adornando su rostro.

— Ellos salieron a cenar, yo no quise ir —explicó Gerard abriendo la puerta y dejando a Frank pasar antes de entrar. Cerrando la puerta a sus espaldas.

— ¿No vas a encender las luces? —Frank preguntó, notando que todo estaba a oscuras.

— No hay electricidad —Gerard respondió y Frank asintió ante dicha explicación— ¿Quieres ir a mi habitación? —preguntó luego, caminando hacia su habitación en el sótano sin dejarle tiempo para responder. Frank simplemente le siguió.

Cuando Frank entró en la habitación, Gerard tomó algo de su cama y lo puso en la puerta, bloqueando la única salida.

— Lo siento Frank —murmuró bajito, Frank intentaba forzar la vista para entender la situación.

— ¿Por qué, Gee? —le preguntó, quitándose el flequillo de los ojos y sentándose en la cama de Gerard.

— Por esto. Pero gracias, serás perfecto para mi proyecto —susurró Gerard, acercándose a Frank con un objeto peligrosamente brillante en la mano.

Frank seguía intentando ver que sucedía, cuando logró darse cuenta Gerard estaba casi encima suyo sosteniendo un largo cuchillo, se quedó sin aliento y se apresuró hacia atrás, apegando su espalda contra la pared.

— Gerard ¿Qué mierda está pasando? —Frank preguntó con voz temblorosa.

Gerard seguía acercándose sin decir nada, Frank por su lado intentaba reducirse en tamaño, de pronto el mayor estuvo casi encima de Frank, cubriendo la boca del avellana con su mano libre.

— Shhh esto no va a doler —le tranquilizó Gerard y las lágrimas comenzaron a escaparse de sus ojos. Gerard arrastró lentamente el cuchillo a través de la suave piel de su garganta y Frank hizo un extraño sonido antes de morir en brazos del mayor.

Gerard se puso de pie, levantando a Frank en sus brazos. Subió las escaleras hasta llegar a la sala de estar, encendiendo las luces al entrar. La sala se iluminó y reveló la bella escena que Gerard había creado. Puso cuidadosamente a la nueva pieza en el centro de la sala, quitándole las ropas en el camino. Cogió el pincel desde la mesa y comenzó a trazar imágenes sobre el cuerpo de Frank.

Una vez hubo terminado, Gerard dio un paso atrás para admirar su obra. Sus padres estaban tendidos en cada uno de los sofás, con la piel pálida decorada con remolinos de pintura. Ambos tenían heridas en el pecho haciendo juego. Sólo una puñalada en el corazón había bastado. Mikey, su hermano estaba junto a Frank en el suelo, la sangre goteaba de su cuello todavía. Su camiseta blanca se había vuelto de un color rojo oscuro y él también tenía la piel pintada.

La mirada de Gerard estaba fija en Frank. Se veía aun más hermoso que antes. Tan tranquilo, tan hermoso. Se inclinó para acariciar la mejilla de Frank con amor, luego se incorporó dedicándole una sonrisa. Este sería su legado. Su obra de arte.

Todo el mundo sabría de él, lo recordarían por siempre.

Porque su obra era hermosa. Perfecta.

Sacó su teléfono del bolsillo de su camisa y marcó un número.

— 911 ¿En qué puedo ayudarle?

— Mi nombre es Gerard Way, acabo de matar a cuatro personas.

Luego se sentó en la mesa del comedor y esperó. No le importaba ir a la cárcel. Había logrado su único y más grande objetivo. Había creado una obra maestra.

scary thoughts, dark feelings ・ frerardWhere stories live. Discover now