Capítulo especial: Eric (III)

169 49 0
                                    

Podría haberle mentido. Sabía cómo hacerlo. Podría haber dicho lo que quería oír, que sería su roca, que si tuviera un problema siempre podría contar conmigo, que no me iría a ninguna parte..., pero no pude. No quería hacerlo. A ella no.

Por alguna razón, odiaba tener que mentirle a ella. Tal vez porque era la persona más franca que había conocido, quizás tanto o más que Matty, y por el parecido me despertaba ese sentimiento de culpa. Aunque daba igual la razón, ¿no? Lo importante era que no quería hacerlo y que, cuando me había pillado con la guardia baja con esa acusación, no había sido capaz de engañarla.

Mi estancia allí tenía fecha de caducidad y no quería tener que fingir lo contrario. Y, me gustara o no, aunque la Diosa la bendijera con un hijo mío, yo no podría quedarme con ellos. Por más que me doliera, estaría siendo egoísta si actuaba de una forma tan permisiva. Les acabaría trayendo problemas.

No, la única forma segura de vivir para mí era seguir siendo un sin patria.

Además, ¿qué más me daba a mí? Tampoco es como si me hiciera ilusión tener hijos. Hacía tiempo que había asumido que no podría tener una vida normal y había muchos sueños y fantasías que había descartado de mi camino. Ni siquiera me había permitido imaginarlo.

Mi vida nunca sería una oficina y una hipoteca, no tendría una familia ni podría dejar huella de ningún tipo, pero tampoco estaba tan mal. Todo el país era mi hogar, siempre estaba viajando, conociendo otras ciudades, a otras gentes, a decenas de mujeres... Era más libre de lo que cualquiera podría soñar y eso siempre me había bastado.

Y me tenía que seguir bastando.

—Está triste.

Suspiré cuando esa vocecita aguda e infantil interrumpió mis pensamientos.

—Lo sé —mascullé frotándome la cara con agotamiento.

—No me gusta. Arréglalo.

—No sé si puedo arreglarlo —admití sin atreverme a mirarle, porque eso solo empeoraría mi sentimiento de culpa.

Solo quería sacarla de esa maldita habitación. Quería enseñarle el mundo que se estaba perdiendo ahí encerrada, que estar rodeada de gente y divertirse como una persona normal le gustaba más de lo que quería admitir.

Pero había obviado mi propia necesidad egoísta al hacer aquello, que a mí me apetecía también compartir aquel día con ella, disfrutar de su risa, de su compañía, de esa mirada cómplice que me dedicaba cuando se estaba divirtiendo. Había menospreciado la intensidad con la que el ritual nos empujaría a acostarnos esa noche y no había tenido en cuenta el peligro que eso suponía. No cuando ambos teníamos tan claro que no queríamos ser bendecidos con la fertilidad. No cuando ella no era una mujer desconocida a la que sería mucho más sencillo rechazar.

—Ella te gusta.

—Es más complicado que eso.

No quería tener esa conversación con él. Él no podría entenderlo. Pero no tenía corazón para pedirle que no se entrometiera.

—No lo es. Pídele perdón y hacéis las paces.

¿Cuándo se había vuelto todo tan personal? Aquello se estaba complicando demasiado. Había una línea muy clara que no debíamos cruzar y sentía que, sin darnos cuenta ninguno de los dos, nos habíamos acercado demasiado al borde.

—No quiero que ella esté triste.

—Yo tampoco —admití.

Era de lo poco que estaba seguro. ¿Pero cómo iba a arreglar aquello? No veía cómo hacerle entender que mi intención no era dejarla a su suerte con las responsabilidades de los dos, que le estaría haciendo un favor al marcharme.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now