Juu San

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Su garganta ardía, sin embargo no detuvo su monstruoso entrenamiento ni aunque estuviera a punto de perder la lengua por sequedad. Sus puños formados llevaban una fuerza abrumadora, tal, que incluso sus nudillos se habían vuelto blancos por mucho tiempo. El viendo acarició su cabello meciendo algunas de sus hebras y dándole una sensación de escalofrío en toda su espalda debido al sudor. Luego continuó su duelo contra un enemigo imaginario.

A estas alturas, ya había pasado el medio día, Rouge que llevaba buscándolo desde que aclaró la mañana finalmente lo vio entre el bosque de bambú —Ranma— le habló cuando estuvo a algunos pasos de distancia, más fué ignorada mientras el joven tenía una postura rígida, con una pierna elevada que dejaba su muslo contra el tórax —Hey, Ranma— habló por segunda vez empleando un tono más fuerte. Al final también fué omitida obligándola a ser más contundente.

Levantó una roca del suelo para luego arrojarla en su dirección. En consecuencia, él abrió los ojos dando una patada de barrido poderosa enviando el proyectil entrante a la dirección de la que provino pero con una fuerza brutal que se incrustó en un bambú de forma profunda. Afortunadamente Rouge tenía suficiente agilidad para esquivarlo o su cara podría tener un agujero ahora mismo —Si no respondes cuando te hablan la primera vez, no te pongas tan a la defensiva— le espetó con burla mientras cruzaba sus brazos.

El muchacho la miró en un pequeño trance sin poder procesar toda la oración. Lo único que pudo preguntar de manera sistemática y poco amable fué —¿Qué haces aquí?— luego limpió el sudor de su frente con su muñeca cubierta por tela.

—Los libros de censos están aquí— informó. Después de todo el ex general Genma junto con su esposa y la antigua señora del oeste, Rio, llevaban buscándolo toda la mañana —No pensarás que leeremos todos los libros por tí— dijo ladeando el rostro con cierta incredulidad. No pensaba dejarles todo el trabajo a ellos ¿Verdad?

—Quiero entrenar un poco más— masculló en respuesta volteando la cara. Claro que él también iba a poner de su parte, sin embargo necesitaba saciar esa necesidad de explotar, su pecho aún subía y bajaba ante la revelación de esta mañana.

Porque una cosa era pensar en Akane casada con alguien y otra muy distinta escuchar que estaba esperando los hijos de otro hombre. Era algo que su corazón aún no podía tolerar por mucho que sintiera culpa de ocultarle su maldición en el pasado.

Rouge miró su figura evasiva sin entender porqué de pronto no le importaban los censos de población. La última vez que discutieron una manera de hallar a ese hombre, había estado muy cooperativo. Cambió su peso de pierna antes de llegar a una conclusión, entonces también lo sabía ya —La emperatriz no iba a esperar por tí. Necesita hijos, lo sabes ¿Cierto?— le dijo con expresión seria.

Ranma se tensó notablemente con la mención de Akane. Por supuesto que lo sabía.

Rouge lo vio sentir dolor, un dolor que ella también había experimentado, que experimentaba todavía a veces —Debes superarlo Saotome, ella ya está coronada con un hombre a su lado. Esas fantasías que aún mantienes no te llevarán a ningún lado— le hizo ver sin mucho tacto, no era buena consolando a la gente, pero ciertamente su sinceridad fué incluso más efectiva que abrazos y palmadas de hombro. Ver la realidad cruda era siempre la mejor manera de enfrentarla.

El azabache le devolvió la mirada con sorpresa, sintiendo que sus palabras tenían sentido, no obstante, al mismo tiempo, eran algo de lo que no quería volverse consciente. No es que hubiera fantaseado con ser perdonado y llevado de vuelta a la capital para tener un amorío clandestino con la emperatriz, solo la idea de volverla a ver para explicarse después de encontrar a ese guía perdido se había quedado arraigada en su cabeza dándole esperanzas de conmoverla para que le comprendiera y no lo odiara. No dijo su opinión, simplemente echó adelante sus pasos para regresar a la cabaña de forma autómata.

Poliandría II El rapto de la reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora