Juu Kyu

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Ken, el auto nombrado camaleón; que era capaz de imitar cualquier técnica a la perfección en cuestión de segundos, era la única persona a la que podía encargarle esta tarea. Aunque antes tuvo que cerciorarse de que no fuera un infiltrado.

Llegando al ocaso, Akane solicitó un entrenamiento con el muchacho. Encerrados en uno de los dojos laterales, se preparó para una contienda amistosa, había pasado un tiempo desde que entrenaba con alguien que no fuera Sasuke. Quizá incluso emocionada por el combate se ajustó el traje de entrenamiento a la cintura, sosteniendo un bokken, luego sonrió de manera amistosa al muchacho.

El joven estaba nervioso, más allá de toda palabra. No sabía por qué de pronto lo llamaban para un entrenamientos, pero con todos los chismes circulando aquí y allá le ers imposible concentrarse, aunque no había ganado el torneo del trono todavía permaneció en el Palacio fungiendo como un soldado de las puertas. Claro que había oído sobre el posible embarazo de la emperatriz, lo que le complicaba las cosas con este combate.

Entre tanto se perdía en sus cavilaciones una ráfaga de aire rozó el lado derecho de su cara. Ni siquiera notó cuando la emperatriz ya lo estaba atacando. Sin otra opción, se preparó para agacharse evitando el arma entrante contra su sien. Apenas perdiéndose del golpe por un pelo. Retrocedió con una voltereta hasta quedar a una distancia prudente, poniendo atención a todos sus movimientos.

El intercambio de golpes con la espada de madera resonó en toda la estancia, los pies de ambos se deslizaba por la duela suave como una danza de repiqueteos. El tempo de sus ataques se elevó cada vez más, a esas alturas, Ken ya se sabía los movimiento de ella. No le costó nada evadirlos.

Sin atreverse a atacarla.

A propósito Akane dejó un hueco libre  en su defensa, quería ver hasta donde podía ignorar esos intervalos débiles. Quería ver cómo reaccionaba ante la vulnerabilidad. Sin despegar los ojos de todos sus movimientos, continuó atacando aunque sin recibir un solo golpe de vuelta, al menos continuaron de esa manera casi una hora. Hasta que Akane se detuvo. —¿Por qué no me atacas?— preguntó.

Ken bajó el bokken haciendo una pequeña reverencia. —Disculpe su Majestad, solo estoy siendo cuidadoso— habló él con tono cortés.

—No te apures por eso, se supone que es un entrenamiento. No sirve si no me esfuerzo contra el otro peleador. Vamos, sigamos otra ronda, pero esta vez atacame con todas tus fuerzas.

Él se mordió un poco los labios, murmurando —Con todo respeto su Majestad, aunque sólo he oído de esto como un rumor, todavía me atrevo a darle un recordatorio. Usted, no debería esforzarse mucho, de hecho parece ser que su técnica es un poco inestable— tras sus dichos, se inclinó a modo de disculpa.

Akane lo observó largamente. El aplomo de estos tres hombres acerca de su salud, demostró no solo que eran leales, también se preocupaban genuinamente por ella. Con delicadeza posó una de sus manos en el hombro de Ken indicándole que se levantara. Para su fortuna, tres importantes elementos estaban de su lado. —Ken. Realmente agradezco que te hallas tomado la molestia de no utilizar mis bajas defensas para atacarme. Siendo sincera, esto fué una prueba— El chico abrió los ojos, no esperó esta revelación. Ni mucho menos entendía las intenciones de la emperatriz. Sin mucho que opinar, solo pudo asentir minimizando el asunto. En su lugar fué ella quien continuó hablando. —Hace poco, descubrí que alguien me está envenenando.

La información fué como un rayo cayendo a la tierra en seco. Por supuesto, cualquiera habria actuado con tal sorpresa. Porque se suponía que la emperatriz era la persona mejor resguardada en todo el país. Cientos de soldados, odaliscas, guardias y sirvientes estaban ahí para protegerla. —¿Cómo es posible?— se escandalizó. Luego ella procedió a explicarle lo que encontró hasta ahora. —Y usted me está diciendo esto porque...

Poliandría II El rapto de la reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora