VI

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La distancia que os separaba a Satoru y a ti tenía tres dimensiones. Las tres empezaron a desplegarse cuando comenzó el segundo curso.

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2005

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Te habías acostumbrado tanto al ritmo frenético del mundo de los chamanes, que volver a tu casa en verano fue un shock.

La casa de tus padres estaba en las afueras de Tokyo, unida a los terrenos de la escuela de las artes de Kyudo que regentaban. Ellos te habían enseñado a manejar el arco prácticamente antes de que dieras tus primeros pasos, y con los años habías conseguido ser bastante decente.

¿Eras excelente? Probablemente no, pero manejar el arma se te hacía tan natural como respirar.

El primer curso en Jujutsu High también te había revelado algo que te quitaba el sueño algunas noches. Eras débil. Y si te comparabas con tus dos compañeros de curso, eras muy débil. Con ayuda de Shoko, tus heridas se habían curado a la perfección, pero habías estado demasiado cerca de una herida fatal por no poder defenderte en condiciones.

Así que los tres meses de verano seguiste un duro entrenamiento físico más allá de tus poderes. Te despertabas de madrugada, y comenzabas a entrenar antes de que saliera el sol en los campos del pueblo que te había visto crecer

Así pasaron los días: madrugar, correr, entrenar, estudiar y repetir.

Tres largos meses sin ver a Suguru y Satoru.

Los habías echado tanto de menos.

Satoru fue el primero en llegar a la Tokyo Jujutsu High.

Los días en la ciudad comenzaban a ser más frescos por fin, y la escuela estaba más silenciosa que de costumbre. Satoru dejó su equipaje en su habitación con un sentimiento extraño en el pecho.

Era muy raro que no estuvieran allí ninguno de sus compañeros de segundo.

No se os esperaba allí hasta varias horas más tarde, pero Satoru no veía el momento de largarse de la casa del clan Gojo. Había pasado tres meses encerrado allí, y había faltado poco para que no perdiera la cabeza.

Satoru salió al pasillo, y llamó a la puerta de tu habitación aun sabiendo que no habría respuesta. Tras unos segundos, giró la manecilla de la puerta y le sorprendió ver que no estaba cerrada, así que entró.

El nudo en su pecho se estrechó al ver ese lugar, donde había compartido el mejor año de su vida con sus dos mejores amigos.

Se acercó hacia tu escritorio, y sonrió al ver las fotos polaroid que habías colgado en la pared. Había fotos de momentos que habíais pasado juntos, como del cumpleaños de Suguru, dónde aparecía sonrojado por la fiesta sorpresa que le habíais preparado; tomando un café con Shoko en la ciudad, otra de los tres juntos en un abrazo y sonriendo a cámara.

Pero Satoru se sorprendió de ver que también tenías fotos de ellos en solitario, instantáneas que les habías tomado sin que ellos se dieran cuenta. No acostumbrabas a verbalizar tus sentimientos, pero aquello era una prueba de que los chicos tenían un lugar especial en tu corazón.

Satoru sintió una punzada de amargura.

Entonces, ¿por qué no le habías llamado en todo el verano?

Él había pensado mucho en ti.

Bueno, en todos vosotros.

Ya estaba a punto de salir, cuando escuchó un ruido en el pasillo. Satoru se precipitó a salir de la habitación, con la esperanza de encontrarse con alguno de sus compañeros, y se quedó con la cara desencajada al ver a un chico que no conocía.

Old Beats | Gojo Satoru x LectoraWhere stories live. Discover now