XX

20.2K 2.2K 266
                                    

El aire que respirabas olía a hogar, lo que te permitió relajarte un poco. Con una sonrisa tenue, te acomodaste entre los cojines y la sábana, soltando un gruñido de satisfacción. Te sentías en el paraíso. Era mucho más cómodo que antes, cuando te desangrabas en un callejón.

Abriste los ojos y te incorporaste de repente; la luz fluorescente te cegó.

— Bienvenida de vuelta —te saludó Shoko—. Aprecio que vengas a verme tan a menudo, pero preferiría que cuidaras más de tu integridad.

Así que habías llegado a la enfermería de la escuela; tuviste suerte. Te retorciste en la cama y te sorprendió no sentir ningún dolor. Shoko se había encargado de repararte una vez más.

— No sé qué haría sin ti —murmuraste—. Pero no ha sido a propósito, un cazarrecompensas me pilló desarmada —argumentaste.

— Sí, Nanami ya me ha pasado el informe —respondió Shoko—. Luego señaló con la cabeza hacia una de las mesas de autopsia, donde había un bulto cubierto por una sábana—. Y he tenido el placer de identificarlo yo misma.

Ocultaste una expresión de asco y te preguntaste si era higiénico tratar a los enfermos en la misma habitación que los cadáveres. No lo mencionaste en voz alta, confiando en que la experta en medicina de la sala sabía lo que hacía.

— Lo teníamos fichado, no es la primera vez que intenta algo así —explicó Shoko. Hizo una pausa de unos segundos y luego continuó con la voz un tanto apagada—. Me preocupa un poco que fuera detrás de ti.

Estuviste de acuerdo con ella.

— Me pregunto por qué —murmuraste—. No entiendo quién pediría una recompensa por mí.

Entonces te diste cuenta de lo que Shoko había dicho. Levantaste la cabeza de golpe y ella te miró confundida.

— ¿Qué pasa? —preguntó.

— ¿Nanami ha redactado el informe? —preguntaste con voz acelerada.

— Sí, fue él quien te encontró. Lo llamaste antes de perder la consciencia —explicó Shoko.

— Oh, mierda —murmuraste, preocupada—. ¿Puedo irme ya, Shoko?

— Estás bien, pero intenta descansar —te aconsejó—. Estuviste horas perdiendo sangre antes de que te encontráramos, y no tengo claro que la hayas recuperado toda.

Si no encontrabas pronto a Nanami, tendrías problemas más temprano de lo esperado. Agradeciste a Shoko nuevamente por su ayuda y saliste rápidamente hacia el despacho de Nanami.

Suspiraste aliviada al encontrar a Nanami trabajando en el elegante sillón de su despacho, con el portátil en el regazo. Parecía cansado, y un par de mechones rebeldes caían sobre su frente, desafiando la pulcritud que siempre lo acompañaba. Tenía las mangas de su camisa azul arremangadas, mostrando sus brazos y dejando a la vista un reloj que parecía ser bastante caro. No se giró para recibirte cuando llegaste, pero desde ese ángulo aún podías apreciar las ojeras que se formaban bajo sus ojos y la expresión de agotamiento en su rostro.

Según Shoko, era él a quien habías llamado cuando estabas perdiendo la consciencia. A juzgar por su aspecto cansado, lo más probable es que Nanami hubiera estado tratando de localizarte durante horas, lo que explicaba su agotamiento y preocupación. Le debías una.

— Nanami —susurraste sin aliento, apoyando la espalda en el marco de la puerta.

Tu compañero no apartó la vista del portátil.

— Ya estás despierta —murmuró sin dejar de teclear—. ¿Cómo te encuentras?

— Bien. Gracias por rescatarme otra vez —dijiste con una sonrisa ladeada—. Últimamente solo nos vemos cuando estoy en peligro.

Nanami emitió un sonido entre un ronquido y una risa irónica, mientras sus dedos seguían danzando sobre el teclado.

— Sin problema —dijo el rubio—. Siempre tengo tiempo para rescatar a la mujer que se supone que es mi superior.

A pesar de que no estabas por encima de Nanami en rango, siempre tenía presente que tenías un año más que él. Las viejas costumbres nunca mueren, pensaste. Enderezaste la espalda, intentando recuperar algo de la autoridad que te correspondía.

— Shoko me ha dicho que ya has hecho el informe —dijiste, intentando sonar firme—. ¿Lo has enviado a todos?

— Estaba a punto de hacerlo.

— ¿Puedes... no enviarlo? —preguntaste arrastrando las vocales, con cierto deje de súplica en tu voz.

Nanami levantó la vista del portátil por fin y te miró como si fueras tonta.

— No. — Respondió.

Esperaste unos segundos para ver si Nanami se justificaba, pero no era propio de su carácter hacerlo. Entonces te diste cuenta de que quizás eras un poco ingenua si esperabas que Nanami no cumpliera con su deber de informar a la organización sobre el incidente en el que se habían visto involucrados.

— Está bien, como quieras —dijiste—. Pero dame al menos veinte minutos para cambiarme.

Señalaste tu ropa, rasgada en la parte baja del abdomen y completamente cubierta de sangre seca. Nanami abrió ligeramente los ojos al comprender la situación y levantó la muñeca para mirar el imponente reloj que la adornaba.

— Diez minutos —dijo al fin—. No me retrasaré más.

Le agradeciste efusivamente y te dirigiste a toda prisa hacia tu dormitorio.

No tenías ni idea de cómo habías sido capaz de llegar, ducharte y cambiarte de ropa en menos de diez minutos, pero lograste hacerlo antes de que él apareciera. Estabas deshaciéndote de la ropa rota y ensangrentada cuando notaste que el equilibrio de la energía de tu habitación cambiaba.

Miraste el reloj en tu mesita de noche. Exactamente diez minutos, ni un segundo más.

La voz gutural de Gojo inundó la habitación cuando gruñó tu nombre.

— ¿Qué ha pasado?











Old Beats | Gojo Satoru x LectoraWhere stories live. Discover now