EL COMIENZO DE LO QUE PUEDE SER UN INFIERNO

4 0 0
                                    


Tomy es un niño pequeño que vive con su madre en una gran mansión. Tras aquel accidente de coche en el que su padre y hermana murieron, él no recuerda nada de aquello. Su madre vio que Tomy lo estaba pasando mal, ya que no comprendía por qué su padre y su hermana no regresaban a casa, él lo único que quería era que volvieran. Por eso su madre decidió adoptar dos perros, para que animaran al pequeño, Boby y Lanas. Boby era un perro esbelto marrón oscuro, con mucho carácter, pero muy precavido. Lanas era más calmada, con un pelaje blanco y rizado. Los dos eran de mediana altura, pero a Tomy le parecían unos perros enormes.

Pasaron unos años y Tomy seguía sintiendo un tremendo vacío por dentro, ¿por qué no volvían su hermana y su padre? ¿acaso no le querían? La madre no superaba sus muertes e intentó olvidar todo aquello por medio del alcohol y las drogas. Ella sacaba su copa de vino sobre las ocho de la tarde cuando acostaba a Tomy, para que no presenciara cómo ella se emborrachaba, no soportaba esa situación a pesar de todos los años que habían pasado desde el accidente. Los perros se ponían nerviosos cuando veían que la madre sacaba su copa de vino, como si, de alguna manera, supieran que lo que iba a hacer estaba mal, pero ella no les prestaba ninguna atención.

A medida que pasaba el tiempo las cosas empeoraban. Tomy parecía no darse cuenta de nada, ya que era pequeño y se pasaba casi todo el día jugando con Lanas y Boby, hasta que un día tuvo una pesadilla. Soñó que estaba en su misma casa, jugando con sus perros como de costumbre, cuando de repente, Lanas le pegó un mordisco. Los dos perros empezaban a perseguirlo por la casa hasta que termina escondiéndose en un armario lleno de marcas de rasguños. Los perros dejaron de perseguirle y desaparecieron, entonces Tomy decidió salir del armario. Estaba todo oscuro y veía un pasillo que parecía no tener fin. De repente se le aparecían su hermana y su padre acercándose a él...

Tomy se despierta gritando. Está completamente empapado en sudor y temblando. Baja corriendo por las escaleras buscando a su madre desesperadamente, llorando. Al final encuentra a su madre en el salón de la casa viendo la tele y Tomy corre a sus brazos. Ella le consuela diciéndole que sólo fue una pesadilla y que ahora está a salvo con ella. Después de un rato Tomy consigue calmarse y contarle a su madre la pesadilla. Ella, preocupada, le dice que sólo fue un sueño y que se vuelva a dormir. Él la obedece y se vuelve a su habitación, oscura y tenue, pero coge el muñeco de peluche que le regaló su padre. Gracias a su peluche siempre consigue calmarse y dormir.

La madre pensó que esa pesadilla podría significar algo, pero se sentía estúpida pensando esas cosas, así que decidió esperar para ver qué sucedía dentro de unos días.

Tomy tenía pesadillas varias veces al mes, pero no las tenía de manera regular, simplemente el número de pesadillas que tenía se iba incrementando conforme pasaba el tiempo y eso preocupaba a su madre. Ya había perdido a su hija y a su marido, no quería perderle a él también. Lo realmente extraño es que las pesadillas de Tomy siempre estaban relacionadas con Lanas y con Boby, pero hasta el momento, los perros se portaban muy bien con él. Tomy cada vez les tenía más miedo a sus perros, dejó de jugar con ellos y de sacarlos a pasear.

Un día Tomy se despertó, se levantó y fue a por el desayuno, pero su madre no estaba y no le había preparado el desayuno. Él, disgustado, recordó las lecciones que su madre le dio sobre cómo hacerse el desayuno, así que se puso manos a la obra. Cogió su vaso de leche con dificultad, ya que casi no llegaba a la encimera. Dejó el vaso en la mesa y se subió a la silla, se quedó pensativo mirando la leche...- ¿dónde estaba todo el mundo? -pensó. Por primera vez echaba de menos a sus perros, no tenía ni idea de dónde podrían estar su madre, Lanas y Boby.

Después de un rato vio a través de la ventana pasar corriendo una figura borrosa de lo que podía ser un animal. Tomy salió corriendo hacia el patio para ver lo que realmente estaba sucediendo, pero no vio nada, ni rastro de los perros. Se dio la vuelta para volver dentro de la casa y terminar de tomarse su leche, pero lo que vio le dejó impactado. Era Boby, que estaba sentado detrás de él mirándolo fijamente. Tomy se alegró mucho de ver a su perro, pero Boby no se movía, parecía estar mirando algo a lo lejos. Tomy se giró, pero no vio nada más que el cielo azul que se estaba tornando a un color grisáceo. Volvió a girar la cabeza, pero Boby había desaparecido otra vez. Esto enfadó mucho a Tomy y corrió a casa para terminarse el desayuno y buscar a su madre.


Después de un rato la madre de Tomy regresó de hacer la compra. Solo salió quince minutos, pero a Tomy se le hicieron eternos. Lanas y Boby estaban jugando en el jardín de la casa, entraron dentro para saludar a la madre. Ella los abrazó y acarició con mucho cariño. Los perros miraron a Tomy, pero no se acercaron a él.

A la mañana siguiente Tomy se levantó pálido. Había vuelto a tener una de sus pesadillas con Boby y Lanas. El pequeño corrió a llamar a su madre. Ella no sabe cómo consolarlo y decide llevarlo a un especialista, un psicólogo. Esta opción era la última que le quedaba por probar a la madre, que estaba desesperada.


Tras varias sesiones Tomy seguía teniendo pesadillas que se repetían esta vez cada noche y cada vez más terroríficas. El especialista no entendía el porqué de sus pesadillas con los perros, así que le dijo a la madre que ya no podía hacer más porque su pequeño mejorase. A ella se le acababan las ideas, así que un día optó por acudir a una perrera. Allí le dijeron que no tenían espacio para acoger a más perros. La madre no tenía otra opción que llevar a los perros a un lugar remoto y abandonarlos. Así que ató a Lanas y a Boby y se los llevó a un parque a unos cuantos quilómetros de la casa. Tomy, por mucho que odiase a sus perros en sus pesadillas, les tenía mucho cariño y no quería que su madre se los llevase, pero no quedaba otra opción.

Pasaron los días y los perros no regresaban a casa, Tomy los echaba mucho de menos, aunque sus pesadillas no cesaban.

TOMY Y SUS CACHORROSWhere stories live. Discover now