SIN RESPIRO

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Una mañana Tomy se levantó como de costumbre y fue al salón a ver la televisión. Su rostro blanco mostraba un gran disgusto...Encima del sofá estaban los dos perros Lanas y Boby que observaban con odio a su dueño. Tomy echó a correr mientras sus dos perros lo perseguían, justo como pasaba en sus pesadillas. Llegó hasta el ático y cerró la puerta tan rápido como pudo. Los dos perros empezaron a arañar la puerta rabiosos mientras ladraban. Tomy se escondió debajo de una mesa que había alrededor y empezó a llorar. Estaba muy asustado y no quería salir de su escondite pasara lo que pasara. Escuchó un golpe muy fuerte y vio cómo la puerta se derrumbaba delante de él. Los perros empezaron a olfatear y a buscar a Tomy, hasta que Boby olfateó debajo de la mesa y...


Tomy se levantó de la cama sudando, sólo había sido una pesadilla, pero parecía como si la hubiese vivido en la vida real. Llamó a su madre y ella intentó calmarlo, pero Tomy estaba demasiado asustado. Después de una larga media hora, su madre decidió llevarlo a un parque para que jugase con sus amigos y se olvidara de sus pesadillas, aunque fuera solamente por unos segundos.


Llegaron al parque y la madre se sentó en un banco cercano a la zona de los toboganes para mantener vigilado a su pequeño. Tomy estaba correteando cerca de la arena, pero de repente se paró. Vio pasar una figura borrosa que parecía un perro. Esto asustó mucho a Tomy porque pensó que podría ser Lanas o Boby. Siguió el rastro de la sombra y se encontró con su amigo Juan, con el que había vivido y disfrutado durante mucho tiempo de maravillosas aventuras. Ellos dos eran amigos desde muy pequeños. Nacieron en el mismo hospital y sus madres se hicieron muy buenas amigas desde entonces, por eso ellos dos se hicieron inseparables.

Por un momento Tomy se olvidó de todo el sufrimiento y de sus pesadillas. Se alegró mucho de ver a su viejo amigo. Pronto la madre se percató de esto y pensó en ir a saludar, pero decidió dejarlos solos para que hablaran y jugasen juntos. Mientras los dos niños se divertían, la madre observaba preocupada los alrededores buscando a Lanas y a Boby. Un profundo remordimiento le recorría el cuerpo, no podía soportar el pensamiento de que Lanas y Boby estuvieran sufriendo por su culpa.
La madre decidió levantarse e ir a buscar a los cachorros por el parque, aunque eso significase dejar solo y desprotegido a Tomy.

Juan y Tomy estaban jugando en la zona de los columpios. Juan se paró y se agachó. Tomy se acercó a él para observar que estaba acariciando a un perro...era Lanas. Juan disfrutaba acariciando al perro, pero Tomy agarró a su amigo de la mano y lo separó del perro mientras corría con todas sus fuerzas.
Lanas ladró y de repente apareció Boby detrás de él. Juan le dijo a Tomy que parase, pero Tomy sabía que su amigo no tenía ni idea de que esos perros no eran normales. Lanas y Boby empezaron a correr detrás de Tomy, pero Juan le soltó la mano a su amigo y dejó de correr. Los cachorros siguieron corriendo sin hacer caso a Juan.

Tomy corrió tanto que no se dio cuenta de que estaba perdido en el parque, solo. Los perros ya no estaban y Tomy estaba mucho más tranquilo, aunque ahora tenía un problema más grande. Tenía que encontrar a su madre antes de que se hiciera de noche en un parque muy grande. La suerte estaba de parte de Tomy, después de un rato encontró a su madre en los baños públicos del parque. -Hijo ¿estás bien? ¿qué ha pasado? - le preguntó su madre. Tomy no le dijo nada, no quería preocuparla.


Los dos volvieron a casa abrazados, ya no sabían cómo sentirse mejor y felices. Los perros que al principio eran unos sustitutos del padre y la hermana se habían convertido en algo malévolo, unas criaturas irreconocibles que se aparecían en los sueños del pequeño Tomy, mientras hacían sufrir a la madre de este. Ya era de noche y no se veía ni rastro de nadie en las calles. Tomy y su madre se sentaron a cenar mientras veían la tele. Ninguno quería hablar de los cachorros y menos de lo que había pasado. Terminaron de cenar y la madre acurrucó a Tomy en su cama mientras le acariciaba el pelo. - ¿Puedo dormir esta noche contigo? -le dijo Tomy a su madre. -Claro que sí - le contestó.
Los dos se tumbaron en la cama y Tomy abrazó fuerte a su madre, pensó que a su lado no habría nada que le pudiera hacer daño. Él tenía miedo de tener otra pesadilla, ya tenía miedo otras veces, pero ahora estaba realmente aterrorizado.


Se levantó de la cama a media noche para ir al lavabo. Se enjuagó la cara y cuando miró al espejo vio a Boby sentado en la tapa del retrete. Tomy no se lo podía creer. Gritó con todas sus fuerzas:
- ¡Mamá! - y ella se levantó corriendo hasta llegar al baño. Tomy estaba llorando y le temblaban las manos. No podía moverse, estaba petrificado. Su madre se asustó y lo abrazó muy fuerte mientras le decía que todo iba a salir bien. Tomy sabía que Lanas y Boby lo perseguirían en sus pensamientos por siempre...


A la mañana siguiente la madre le preguntó qué había pasado. Tomy le contó lo sucedido y la madre le dijo que era imposible que Boby estuviera en el baño. No podía haber entrado a la casa de ninguna manera, además de que el parque donde abandonó a Lanas y a Boby estaba a cinco kilómetros de la casa. Nunca podrían haber encontrado el camino de vuelta a su hogar.
 

TOMY Y SUS CACHORROSWhere stories live. Discover now