FELIZ DÍA

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Llegó ese día tan especial que Tomy llevaba esperando durante tanto tiempo, su cumpleaños.
Se levantó de la cama más feliz que nunca y bajó las escaleras corriendo emocionado. Su madre lo esperaba en el salón con una gran tarta y mucho confeti.

Tomy se quedó en el salón jugando con el confeti mientras su madre se escabullía para llamar a los amigos de su hijo. Ella quería organizarle una fiesta sorpresa por su cumpleaños, ya que este día era muy especial para los dos. Después de todo el sufrimiento de Tomy, su madre quería que el pobre niño se olvidara, aunque fuera por un momento de todas sus pesadillas y de los perros.

Tomy salió un momento al jardín a corretear y atrapar algunos insectos. La madre, mientras tanto, estaba en el salón dando unos últimos retoques a la decoración para el cumpleaños.
Llegó la tarde y empezaron a llegar los primeros invitados con sus madres y padres. Pronto llegó Juan, su mejor amigo. Esto alegró mucho a Tomy, que le dio un gran abrazo.
Empezaron a preparar el aperitivo para la celebración entre todos los adultos mientras los niños se divertían saltando en una cama elástica del jardín. Terminaron de preparar la comida y los padres fueron a llamar a los pequeños para que vinieran a comer. Todos se sentaron en la mesa, que era alargada y rectangular, con mucha comida y gorritos decorados para los más pequeños. Pronto Juan se sentó al lado de Tomy y juntos empezaron a hablar y a reírse, parecía que Tomy se lo pasaba muy bien con su buen amigo.

Juan siempre conseguía que Tomy se olvidara de sus pesadillas y, sobre todo, de los perros que tanto le habían atormentado todo este tiempo. De repente Tomy se levantó de su asiento, no se encontraba bien. Sentía una sensación extraña, como si alguien le estuviera espiando...
Fue al baño y se lavó la cara con agua. Pareció aliviarle el malestar por un momento, hasta que se sentó y le dieron unas náuseas horribles. Su madre lo vio y decidió llevárselo a un lugar más apartado de la gente para intentar ayudarle y que nadie se preocupara.

Tomy le dijo a su madre lo mal que se encontraba, pero ninguno de los medicamentos que se tomó le hicieron efecto alguno. La madre decidió que lo mejor para Tomy es que fuera a su habitación y se tumbara un poco para ver si el malestar cesaba.

Juan estaba sentado en su sitio, pero era un chico muy curioso y en seguida se percató de lo que le pasaba a su amigo Tomy, así que se levantó y sin que nadie se diera cuenta fue a la habitación de Tomy. La puerta estaba entreabierta y Juan dio unos pequeños golpecitos...no hubo respuesta.

Decidió entrar por si acaso Tomy necesitase ayuda, pero Tomy estaba tumbado en su cama y parecía estar bien. - ¿Estás mejor? - le dijo Juan. - si...gracias por venir, la verdad es que necesitaba a alguien que estuviera conmigo. De verdad pensaba que este día iba a ser divertido...- le contestó Tomy. - No te preocupes, todavía queda mucha tarde para pasarlo bien, créeme - Estas palabras de Juan animaron mucho a Tomy, y los dos empezaron a contar chistes para pasar el rato.

Tomy vio moverse una de sus sudaderas en el suelo y se asustó mucho. Tomy le dijo a Juan si podía ir a comprobar que no había nada debajo. Juan, haciéndose el valiente, se levantó y levantó del suelo la sudadera negra. Ahí no había nada. Juan se dio la vuelta y mirando a Tomy le dijo que era un miedica y que tenía que aprender a ser más valiente y a enfrentarse a sus miedos.

Tomy no escuchó las palabras de su amigo, estaba petrificado observando la figura borrosa que se escondía detrás de su amigo. No tuvo tiempo de avisarlo del peligro, la sombra se abalanzó sobre Juan tirándolo al suelo. El pobre niño quedó inconsciente y Tomy estaba inmóvil y en estado de pánico. La sombra se fue esclareciendo hasta que Tomy pudo ver que la sombra se trataba de un perro, Lanas...

Él sabía que tenía que huir, pero no podía dejar allí al pobre de su amigo. Lanas con su instinto depredador empezó a morder a Juan dejando caer varios chorros de sangre. Ahora sí, Tomy tenía que bajar al salón y avisar a todos de lo ocurrido para salir de la casa y ponerse a salvo. Lanas, no contenta con matar a Juan, empezó a comerse algunos trozos de carne que ella misma le había arrancado al funesto del que era el mejor amigo de Tomy.

Ya en el salón, Tomy empezó a chillar nervioso y su madre le pidió por favor que parara. Él se negó y le contó lo que había pasado, pero ni su madre ni ninguno de los allí presentes le creyeron, ya que pensaban que era otra de sus pesadillas. Entonces vieron a Lanas bajando las lúgubres escaleras, ella estaba nerviosa y rabiaba, se le notaba un estado de excitación en el cuerpo y las babas le colgaban de sus afilados colmillos.

Todos empezaron a gritar y a correr hacia la única salida posible que tenían, el jardín. Pero entonces apareció Boby en la puerta y empezó a ladrar de una manera horrible y molesta. Él tenía los ojos rojos y el pelaje muy sucio, con manchas de grasa de los coches y tenía una oreja medio desfigurada.

Tomy no podía creer lo que estaba viendo, no reconocía a ninguno de sus perros y, por si fuera poco, una sensación de terror por ser devorado le recorría todo el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies. Se sentía, más que una persona, una presa, como las gacelas africanas.

Algunos de los adultos cubrían a sus hijos, protegiéndolos de las bestias que se aproximaban cada vez más y más. Lanas y Boby no se lo pensaron dos veces y fueron primero a por la madre de Tomy, que corría y gritaba como si la vida le fuera en ello.

Tomy sabía que tenía que hacer algo para salvar a su madre, ya que era la única persona cercana de su familia que le quedaba con vida. Además, su madre siempre había cuidado de él desde pequeño, buscando su felicidad a toda costa. Por desgracia ya era demasiado tarde, Boby le dio el primer bocado a la madre de Tomy en la pierna. La desafortunada madre se iba desangrando por segundos mientras Tomy corría hacia la cocina para armarse con cuchillos o algunas tijeras. Tan pronto como pudo, agarró un cuchillo y volvió al salón para salvar a su madre, pero lo que vio no parecía ser su madre.

No podía creer lo que estaba viendo. Una figura totalmente irreconocible de lo que parecía ser su madre. Estaba prácticamente mutilada y le faltaban algunas partes del cuerpo. Se le veían algunos huesos y todo estaba lleno de sangre. Las tripas asomaban de su estómago y su cara estaba descompuesta, podía verse perfectamente su mandíbula.

Lanas y Boby estaban a su lado, llenos de sangre de la madre y ahora sus pelajes no eran ni blanco ni marrón, eran rojo sangre. Tomy los miró fijamente y pudo apreciar que los perros tenían dibujado en sus ojos la silueta de una estrella satánica que parecía estar ardiendo.
Tomy corrió todo lo que pudo y consiguió abrirse paso entre los invitados del cumpleaños hasta llegar a la puerta del jardín. Allí agarró una escalera e intentó trepar la valla que lo separaba de la calle. Debajo de él estaban Lanas y Boby que mordían las patas de la escalera, haciendo que sus encías sangraran.
Tomy no soportaba la presión y de los nervios uno de los peldaños se rompió justo cuando consiguió saltar la muralla que lo separaba de la libertad.

La escalera calló encima de los perros dejándolos inconscientes y Tomy aprovechó para escapar y pedir ayuda a algún vecino.
La policía llegó en cuestión de minutos a la casa, no hubo supervivientes a parte de Tomy.

Esto hizo sospechar a los policías, pero dieron el caso por perdido ya que Tomy no era capaz de haber matado a toda esa gente solo. Lo más sorprendente es que no había ni rastro de los perros, nada que indicara que los animales hubieran estado en la casa... 

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⏰ Last updated: Jun 27, 2022 ⏰

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TOMY Y SUS CACHORROSWhere stories live. Discover now