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La peor parte de la depresión sin duda es la apatía, cuando llega un momento donde todo te da igual. Mucha gente puede pensar que es genial, ya no te tienes porqué preocuparte  por la opinión del resto, pero no es tan genial como parece, porque la apatía es como una droga, una vez que empiezas no hay vuelta atrás. Primero te da igual en general todo lo físico, pero luego todo te empieza a dar igual y todos tus hobbys se vuelven una simple rutina que sigues por costumbre y no por placer. Comienza  todo a ser rutinario y una parte de ti empieza a odiar todo, y esa parte cada día que pasa se vuelve más grande hasta que todo tu ser se convierte en puro odio. Odias a todos los que te rodean, y todo lo que solías amar, te odias por no poder volver a sentir lo que solías sentir, te odias porque sabes que en el fondo todo ese odio infundado ha sido tu culpa y eso te va matando lentamente hasta que terminas siendo una mancha negra en un lienzo en blanco.

Heather había llegado a este momento y no sabía determinar qué era lo que sentía, pero sabía que no podía ser bueno, nada de lo que le pasaba era bueno, había reflexionado Heather. Habían pasado varios meses desde la fiesta y Heather estaba empezando a faltar más seguido al instituto, dejaba de coger las llamadas y de leer mensajes. Su madre no se había dado cuenta ya que se iba al trabajo durante toda la mañana y volvía a la hora en la que, en teoría, Heather salía del instituto. Además Heather había aprendido a ocultar bien sus emociones, por ello su madre no lo intuía. Ese día Heather había salido de su casa a las cuatro de la  madrugada, llevaba una bolsa llena de caramelos y chocolates que había comparado la noche anterior. Estaba cruzando la noche sola, arrastrando sus pies. Fue abriendo los envoltorios de chocolate uno por uno y comiendo mientras lloraba y la música en sus cascos estaba a tope. En esas situaciones le gustaba escuchar a Billie Ellish. Solía sentirse identificada con los sentimientos que expresaba y le hacía sentirse bien saber que había más gente como ella. No sabía a dónde iba, solo caminaba. Se había alejado tanto de su casa que, en ese momento, no sabía exactamente dónde estaba. Al ser de noche le era muy complicado orientarse, pero no le importaba, le encantaba sentir el aire golpear su piel, se sentía libre, se sentía bien. Heather llevaba varios gramos de glucosa de más, pero no le importaba, ya no tenía sentido nada.

Se sentó en un banco que encontró y se recostó. Terminó de ingerir todos los chocolates y caramelos que tenía hasta que terminó con la bolsa llena de envoltorios, la dejó apartada y desbloqueó el teléfono. Tenía varias llamadas de su madre, estaría preocupada, pero ya era tarde. Heather se levantó y agarró la bolsa de los envoltorios, la tiró al cubo de la basura y avanzó por la calle. Lo había preparado todo, la carta de despedida incluido. Volvió a coger el móvil y abrió la conversación de Michelle y, sin tener en cuenta todos los mensajes anteriores, le envió un simple "Gracias por todo". Se metió en la conversación antigua de Jack y se quedó un tiempo pensando en qué escribirle, pero al final solo bloqueó el móvil, lo arrojó al suelo, lo pisó y con un fuerte movimiento de pie lo desplazó hasta que se golpeó con una pared. Siguió andando, Heather no podía más, había luchado cuanto había podido y a sus diecisiete años había llegado a la conclusión de que no podía más, vivir era demasiado para ella, o quizás ser Heather era demasiado para ella.

Jack andaba cerca de ahí, le había llamado la atención ver conectada a Heather a las cuatro de la madrugada y había recibido unas llamadas de Michelle preocupada, por lo que había salido en su búsqueda, sabía que Heather andaba por ahí cerca, era un presentimiento. Entonces Jack la vio, bueno, vio a su sombra, estaba en un peñasco. Jack no estaba seguro pero en cuanto la sombra se giró hacia él, pudo visualizar sus ojos, solo su rostro. Él y Heather estaban bastante lejos, pero aún así Jack estaba seguro de que era Heather. Se quedó paralizado unos instantes, ella estaba cerca del límite que marcaba la vida y la muerte, demasiado cerca.

No será capaz, pensó Jack.

En el rostro de Heather cayeron unas lágrimas mientras una sonrisa se abría paso en su rostro. Jack comenzó a correr y Heather avanzaba cada vez más al peñasco,Heather veía en ese peñasco lo que ella andaba buscando.

Ser feliz

Sus ojos lloraban,pero eran lágrimas diferentes,no eran como todas las anteriores,eran lágrimas de alegría,sus ojos no rebosaban esperanza o amor,solo quería ser feliz.

Quizás si Jack hubiera corrido más rápido podría haberla atrapado, pero ya era tarde, era tarde para Heather. Jack se cayó de rodillas y llamó a una ambulancia, aunque en el fondo sabía que no podía rescatarla.

Unas lágrimas se deslizaron por el rostro y en su mente se repetía la imagen de Heather tirándose al vacío.

Podría haberla salvado si se hubiera dado cuenta de las señales,si hubiera estado atento,si le hubiera importado no mirarse tanto a si mismo y mirar la a ella,si hubiera hecho caso de todo lo que le dijo su amigo y no lo hubiera tratado de loco. Y ahora esos pensamientos le iban a atormentar el resto de sus días, ya no podía hacer nada más.


Fin. 

HeatherWhere stories live. Discover now