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Introducción:
¿Qué pasa si se enamoran de nuestras flores pero no de nuestras raíces?
¿Qué obtenemos?
Que sólo nos amarán en primavera; porque en otoño cuando te desnudes, llegue el invierno y te derrumbes y en verano te marchites... no sabrás qué hacer, porque él sólo conocerá una estación de ti.
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Ayer se fue lejos de él, se subió a un tren que la llevó a dar vueltas y vueltas como un carrusel. Se llevó una maleta de miedos y un bolso de valentía.
En sus pies llevaba raíces que conectaban con la tierra; en sus brazos, ramas con brotes listos para florecer en primavera; en su corazón llevaba un girasol, es un buen aliado en estos casos porque entrega energía vital cuando el sol ya no brilla más. En sus manos sostenía flores de pensamientos de ilusión y con ellas se hizo una diadema para su cabellera.
El tren la llevó por lugares recónditos y en sus ojos agua de mar, salada y con oleajes bruscos. Aun así, se podía nadar; sólo había que saber navegar por aquellas olas agitadas a cualquier hora.
Sus labios agrietados, y algo azulados, eran como uvas secas bajo el sol. Sólo una pócima de amor, con unas gotas de dulzura, con un poco de cordura y un toque de ternura, salvarán aquel árbol que en primavera florecerá... pero vamos para atrás...
Vamos al momento dónde ella despertó de aquel lamento y en su mirada se podía sentir un equinoccio de primavera.
Aquella tarde conociste a una flor hermosa, al llegar el frío cayeron todas sus hojas, se quedó desnuda, te mostró lo más imperfecto de su ser y en el invierno no supiste qué hacer.
Su alma había llorado tanto en otoño... Ella se abrió ante tus ojos para dar paso al desnudo crudo. Te mostró lo más profundo de su alma; pudiste leerla hasta las entrañas.
Cuando la primavera llegó, ella floreció como una bella flor y así permaneció. Sólo quería mostrarte como era cuando se le caen las hojas y se queda desnuda, sin belleza alguna. ¿La amarías con esa misma locura si solo tiene ramas pero no flores? ¿Y qué pasa con sus raíces? ¿Sentirías lo mismo a pesar de saber dónde fue plantada? ¿Cómo sería ese amor si no te importa su linaje? Pero sólo le importó su traje; por eso se marchó llevando furor en su corazón y las endorfinas quedaron en sus recuerdos.
Sentir ese sentimiento era una pomada para la herida abierta y cuando volvió a llegar la primavera ya era una guerrera. Colores fluorescentes en su interior comenzaron a salir; chispas que hicieron brillar su piel como un diamante fino y rompieron en su espalda cómo dos grandes alas. Pintó su propio cuadro de primavera: ojitos de lentejuelas, cada color es elegido con precisión y brilla. Y en lo alto, prados llenos de cerezos, uebos de lluvia de pétalos de flores.
¡Qué bonitas son las flores de cerezo!
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