A ciegas.

58 6 0
                                    


Cuando has visto los ojos vidriosos de una persona fuerte a causa del miedo de perder a su mitad, tu manera de ver a esa persona cambia. Ves que no es tan fuerte como piensas, ni tan fuerte como piensa.
Cuando ves cómo el pilar que mantiene firme la vida de esa persona se resquebraja sin que él se de cuenta, por que sólo tú ves la bola de demolición que golpea fuertemente ese pilar, tu manera de pensar hacia esa vida también cambia.
Cuando percibes esa pequeña inocencia que hace a éste gran y débil ser, pensar que su vida es paz y tranquilidad, que le hace no temer por lo que se le puede avecinar, que le hace continuar como si todo fuera a seguir igual, intentando no pensar, intentando no temer. Intentando no captar esas alarmas que le indican que ésto con lo que sueña está a punto de llegar a su fin, alarmas que en su conciencia suenan, tontamente dadas por falsas, pensando en eso que nos pasa a todos los enamorados, en ese temor a perder, pensando que sólo son otra prueba de su gran amor. Cuando lo haces, te sientes débil y algo inútil. Notas la fragilidad de su vida corromperte a ti, notas como si esa bola golpeara al mundo que conoces -de nuevo-, notas como si todo a tu alrededor continuara como siempre; pero tú sabes que no es así, y así esperas impaciente a ver cómo todo esa vida se vuelve a caer con los ojos vendados por un precipicio que no puede -o quiere- ver.

El orden de mi caos.Where stories live. Discover now