Cuento

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—¡Frank! —chilló Jake mientras realizaba un puchero—, por favor, solo será un cuento más.

—No, es tarde y tu hora de dormir acaba de pasar —Frank respondió con leve molestia.

—En ese caso también pasó tu hora de dormir —Jake infló sus mejillas para luego cruzarse de brazos y piernas sobre la cama.

—Pero soy tres años mayor que tú. Puedo quedarme despierto por más tiempo —Frank miró como el otro niño rodó los ojos en respuesta—. Además, si tu madre llega y sabe que todavía no te has dormido es probable que deje de ser tu "niñero".

—¡No! Tú eres el único al que quiero —de inmediato, Jake saltó de la cama para abrazar a su amigo y niñero con demasiada energía.

—Jake, sabes que... ugh, olvídalo.

Frank Mulliner era un niño peculiar, no solía disfrutar su niñez como el resto de los niños de su edad, esto a causa del distanciamiento que sus padres tenían con él. Por suerte, cuando conoció a Jake Bressler obtuvo la oportunidad de continuar con algo "normal" para un crecimiento emocional ordinario en un humano.

A él no le gustaban los abrazos, pero no podía evitar alejar a Jake cuando el niño le otorgaba uno con mucho cariño.

—Está bien, iré a dormir, pero con una última condición —pidió el menor de los dos.

Frank solo soltó un suspiro. Estaba acostumbrado a las condiciones de su mejor y único amigo.

—Bien, ¿cuál?

—Que me leas el cuento del "conejito solitario" —Jake juntó sus manos en señal de plegaria. Adoraba ese cuento y sabía que, en el fondo, a Frank también le gustaba—. Anda, por fi, por fi. Te prometo que será el último.

El niño Mulliner observó al otro niño. Fue evidente que no se iba a negar.

—De acuerdo, pero luego a dormir, ¿bien?

—Lo prometo.

Cuando Frank regresó de buscar el cuento en el pequeño librero del dormitorio, encontró a Jake acurrucado en la cama con su sabana de estrellas favorita. El niño solo rió divertido. Jake siempre se salía con la suya.

—Aún me sigo preguntando porque sigues pidiendo que te lean cuentos, tienes siete años.

—Me gusta mantener mi imaginación siempre funcionando —Bressler respondió al comentario—. Pero también me gusta porque eres bueno contando cuentos.

—Eso no es verdad.

—Si lo es.

—¿Cómo puedo serlo si al único al que le relato cuentos es a ti? —Frank le hizo dudar por unos segundos.

—Mmm... No lo sé, pero eso que importa, lo mejor es que soy y seré tu primer fan, así voy a poder presumirles a tus hijos que gracias a mi te volviste muy bueno leyendo cuentos.

—Yo no pienso tener hijos —afirmó Frank.

—Eso dices ahora.

—¿Tú piensas tenerlos?

—Tal vez... solo cuando llegue la persona indicada, mamá siempre dice que todo llega a su debido tiempo y el amor así lo hace —comentó Jake mientras miraba a su conejito blanco de peluche. Obvio regalo de Frank.

—Sí así lo crees —Mulliner no opinaba lo mismo.

—Como sea, vamos comienza a leer —el niño presionó volviendo a hacer un puchero.

Frank primero se aclaró la garganta, luego procedió a abrir el libro. Una de las razones por la cual ese cuento se volvió su favorito fue por la comparación que Jake había hecho entre esa historia y la de ellos.

One-Shots | FrankeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora