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«Aunque no dejemos de correr y correr, esa ruidosa ola de mentiras podría alcanzarnos y destruirnos. Es la realidad cariño»

—Love Maze - BTS

—Love Maze - BTS

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—Tú... ¿Quién eres realmente?

Su mano se detuvo a unos cuantos centímetros de la taza de té. Miró a Jin, quien se mantenía con una mirada afilada, desconfiada. La sonrisa amigable que tenía flaqueó.

Un señor influyente.— soltó una risita fingida para relajar el ambiente, pero al ver que no funcionó, paró de hacerlo. Dolía, dolía ver cómo su chico lindo lo miraba.

—Chistoso.— bufó —No estoy para tus bromas. Me dices quién eres o te vas de aquí.— el concubino sabía que no tenía derecho alguno a pedirle que se largue, pero aún así pronunció aquellas palabras con una confianza inquebrantable como si el que tuviera poder fuera él.

YoonGi sentía sus uñas enterrándose contra sus palmas en un intento de mantenerlo cuerdo. Él se estaba volviendo loco, loco ante ese hombre.
¿Era normal sentir ese vacío en el pecho? ¿Ese dolor perforándole el corazón? Él había caído tan bajo por la persona que tenía enfrente, tan bajo y profundamente. Él se hundió por completo en ese sentimiento ardiente.

«El amor vuelve débil a las personas»

La línea de sus pensamientos se rompió al sentir un líquido caliente subir por su garganta. Debió haber seguido sus instintos cuando presintieron que el té contenía una sustancia desconocida. Se levantó de golpe de la silla y dirigió su cuerpo hacia la salida. No quería que su concubino lo viera en ese estado.

—¡Tú! ¡¿A dónde vas?!

Era consciente de las palabras que pronunció, pero el noble siempre había cedido ante él. ¿Por qué no ahora? ¿Cuál era la diferencia con las veces anteriores? ¿Acaso se había cansado de él?

Sin razonarlo mucho, fue detrás de aquel hombre de cabellera rubia. Sin embargo, el emperador no quería ser alcanzado y apresuró el paso, casi corriendo.

—¡No te vayas! ¡No me dejes, por favor!— las palabras fluían de su boca como agua formando riachuelos.

Cuando estuvo a una distancia considerablemente corta, dio todo de sí para poder tomar la muñeca ajena y lo logró. Empujó el cuerpo ya familiar hacia él, obligándolo a mirarle a los ojos. Al confrontarlo, lo primero que notó fue una tez pálida y enfermiza. Luego, unos ojos llenos de pánico.

—¿Pero qué...?

Todo en él se quedó paralizó en el momento en el cual pudo apreciar cómo el hombre que le había sonreído hace no tanto vomitaba, vomitaba sangre.

Moon, the storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora