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De regreso en Reseda, Miguel Díaz escuchaba atentamente un breve relato antiguo que Johnny le estaba dando en un intento de entretenerlo para que no quisiera irse a encerrar a su habitación. Y, aunque él rubio parecía muy informado en dicho acontecimiento histórico, el ecuatoriano ya estaba anotando mentalmente todos los puntos en los que su Sensei estaba equivocado. En cuánto pudo no dudó en hacérselo saber con algo de gracia.
—En realidad, los Hibachis son de Japón, no de China.—comenzó a corregir mientras que el rubio mayor se ponía en cuclillas a su lado.—Y, de hecho, históricamente no habían granjeros, ni hamacas en esos tiempos; ¿de verdad pensó que creería eso?
—Claro que no.—confesó con obviedad.—Pero si logré distraerte para que no vieras lo que estoy haciendo.
