Titiritera

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Había días en los que me sentía vacía, dónde el único sentimiento que habitaba en mí era incertidumbre, no me sentía triste, pero tampoco estaba feliz, y no me gustaba sentirme así, porque comenzaba a pensar en por qué estaba así y de ahí se generaban miles de otros pensamientos y terminaba en un ataque de ansiedad. Y hoy era un día de esos.

Simplemente estaba recostada sobre mi cama escuchando música, no tenía muchas ganas de hacer nada.

Pero tenía que distraerme y hacer algo, entonces me levanté y me dispuse a hacer lo que me daba paz en mis momentos de crisis: Bailar.

En mis audífonos coloqué una de las melodías que solía bailar en la academia de ballet hace algunos años, y me puse esas zapatillas de ballet que había encontrado cuando recién llegué aquí en una de mis maletas, este baile era una de mis pasiones, y fue mi refugio en los tiempos de tormento.

Si bien este baile era demandante, podía hacerlo, se necesitaba fortaleza física y mental, y recuerdo no haberme dado por vencida gracias al apoyo de mi papá.

Estaba tan perdida en mis pensamientos y la música que no me di cuenta cuando abrieron la puerta de mi habitación y cierta persona se quedó recargada en el marco de la puerta.

—Te ves hermosa bailando.

Salí de mis pensamientos, de inmediato detuve la música y me retiré los audífonos.

—Adrien, ¿Q-qué pasa? ¿Cuánto tiempo llevas ahí? —pregunté.

Él entró y cerró la puerta. —Como dos minutos, perdón, te veías tan inspirada que no quise interrumpirte antes —expresó con una pequeña sonrisa.

Pero luego rascó su cuello y su sonrisa desapareció. —E-en realidad no sé, tuve una especie de presentimiento, y vine a verte, ¿Estás bien? —él se acercó y se sentó a lado de mi en mi cama.

Tomé una bocanada de aire. —S-sí, es sólo que... Me dio una especie de bajón emocional, es todo y... Tenía que distraerme. —expliqué y forcé una sonrisa.

—¿Por qué?, ¿Quieres hablar de eso?, Si no quieres también está bien, pero sabes que estoy aquí para apoyarte. —mencionó el chico de ojos verdes.

—E-es que... No sé cómo explicarlo, siento un ¿vacío?, Y tengo que calmarme o si no voy a terminar en algún ataque de ansiedad —dije y me balanceé un poco—. Hubo un tiempo en que sentía esto todos los días, pero logré controlarlo.

—Tal vez te sirva... ¿Tomar aire? —sugirió él.

Asentí un poco con la cabeza. —Sí, tal vez. —me puse de pie y cuando estaba por caminar hacia mi balcón la mano de Adrien tomó la mía y me detuvo.

—Tengo una mejor idea, sígueme. —dijo con una sonrisa en su rostro.

Él me guío por la mansión, bajamos las escaleras principales, y salimos al patio, Adrien siguió caminando, dobló a la derecha, pude ver que habíamos llegado a un jardín con muchas flores y una estatua de la madre de Adrien.

Cuando creí que nos detendríamos ahí, él continuó, casi al estar en la parte trasera de la mansión había otra puerta, entramos ahí y subimos unas escaleras, esta casa parecía un laberinto.

—¿Estás lista? —cuestionó con emoción.

—No sé ni dónde estoy, pero sí —dije, él soltó una risita.

—No te preocupes, antes yo solía venir bastante a este lugar. —dijo, y pude notar una ligera emoción en su tono de voz.

Yo seguía sin entender, y fue cuando abrió una puerta, entonces vi que nos encontrábamos en una terraza que estaba en la parte superior de la mansión, y desde ahí podía ver una parte de la ciudad.

Unidos Por Un Misterio (Chat Noir/Adrien y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora