20. EPIOLOGO

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CAPÍTULO VEINTE – EPÍLOGO

𑁍

JACKIE se desplomó en la silla del hospital junto a la cama de Max, mordiéndose el labio, mientras observaba cómo el médico comprobaba sus constantes vitales. Le lanzó una mirada rápida.—Aún no hay cambios. Los latidos siguen igual... tiene los pulmones un poco obstruidos, pero yo no me preocuparía demasiado—.

Su madre asintió.—Gracias.—

Cuando se fue, Susan se giró hacia ella.—Me voy a casa a darme un baño. ¿Necesitas algo? ¿Por qué no vienes conmigo, cariño? A dormir un poco—.

—No—,contesto Jackie, temerosa de hacer cualquiera de esas cosas. Miedo de que Vecna acabara con Max si se iba, y miedo de dormir porque ¿y si se encargaba de visitarla en sueños?—Estoy bien, mamá. Te lo prometo—.

Susan le besó la frente y salió de la habitación. Jackie se hundió más en su silla, tirando de los cordones de la capucha con más fuerza alrededor de los nudillos. No supo cuánto tiempo se quedó mirando por la ventana antes de que alguien diera unos ligeros golpecitos en la puerta. No le sorprendió ver a Steve con un ramo de flores. Le sonrió.

Hacía menos de una semana que Steve traía flores nuevas para Max y, aunque las viejas aún no habían muerto, las cambiaba en el jarrón que había en la mesilla de noche. Jackie lo encontraba increíblemente entrañable.

—Hola—,dijo, asintiendo con la cabeza, su mirada cayó a su sudadera con capucha.—Oh, me preguntaba dónde había ido a parar—.

—Sí, a veces me cuelo en tu habitación a altas horas de la noche y robo la ropa que dejas tirada por todas partes—.

—Eres un gremlin—,Steve le dedicó una sonrisa burlona, inclinándose para besarla suavemente.—¿Cómo va?—

Jackie volvió a mirar a Max.—Sus signos vitales no han cambiado—.

—Al menos no están empeorando—,respondió él distraídamente. Jackie lo observó retirar las flores del día anterior para colocar las nuevas. Se le hinchó el corazón.—Y aunque me encantaría saber cómo le va a Max, he preguntado por ti—.

Ella se encogió de hombros.—Estoy bien—.

Steve se acercó a ella dubitativo.—¿Sí? Eso es lo que suele decir la gente cuando está todo lo contrario de bien—.

—Es que no sé qué hacer—.

Se dejó caer en la silla junto a ella.—¿Por qué no nos ayudas con las donaciones más tarde? Te dará un sentido de... responsabilidad y logro. Lo siento, asqueroso. Son palabras de Nancy, no mías. Pero realmente quiero que vengas a pesar de todo—.

—No tengo mucho que donar, Steve.—

—Está bien, yo sí. Te daré un montón de mi ropa vieja de bebé y puedes fingir que es tuya—.

Intentó no sonreír.—¿Por qué iba a tener yo un montón de ropa de bebé de niño?—.

—Mira—,hizo un gesto con la mano.—No te pongas demasiado técnico conmigo, ¿sí? Sólo ven—.

—Me lo pensaré—.

Asintió, satisfecho con la respuesta, y se levantó. Ella notó el brillo travieso en sus ojos, antes de que él se inclinara y le quitara la capucha de la cabeza. Jackie trató de abofetearlo en represalia, pero él ya estaba saliendo a toda velocidad por la puerta, y ella estaba sonriendo sin darse cuenta.

Al final, Susan presionó a Jackie para que ayudara con la campaña de donaciones y así poder distraerse, pero ella aceptó a medias. A pesar de la oferta de Steve, Jackie recogió un par de mantas y unas cuantas latas de comida de los armarios de la cocina y se reunió con los demás en casa de los Wheeler.

𝐒𝐓𝐀𝐑𝐂𝐑𝐎𝐒𝐒𝐄𝐃 | ˢᵗᵉᵛᵉ ʰᵃʳʳⁱⁿᵍᵗᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora