"A una luna de distancia"

Capítulo 3: "Viajes sorpresa y estampas bucólicas"

Capítulo 3: "Late"- Pol Granch

El resto de la semana la pasé entre las clases y la biblioteca. Después de lo que había pasado tras el partido, no tenía ninguna intención de buscar a Hugo. Si apreciaba algo nuestra relación, tendría que ser él el que viniera a buscarme. Aunque ni con esas me apetecía arreglar las cosas con él...Entendía perfectamente que tuviera un sueño y peleara por ello. ¡Claro que lo entendía! Si yo hubiera tenido la oportunidad de entrar a trabajar en una gran producción televisiva, habría dado el 200% para conseguir que todo el mundo estuviera orgulloso de mi trabajo. Pero, por otro lado, no debía olvidar que para que una relación funcionase, ambas partes debían dar algo por la otra y yo últimamente sentía que solo era yo la que estaba apostando por la relación. Me aseguré de dejarle espacio suficiente para que entrenara y se lo pasara bien con sus amigos, empecé a ir a sus entrenamientos para que viera lo mucho que me importaban sus logros y nunca me quejaba si le sucedían imprevistos y me dejaba plantada. Pero todo tenía un límite. No iba a pasarme el resto de mi vida relegada a un segundo plano, como si mis sueños o mis estudios no importaran para nada y tuviera que vivir pensando en hacerle feliz a él. ¡Basta ya!

Durante esos días, decidí apagar el móvil y concentrarme en las materias que tenía que memorizar si quería clavar los exámenes. Nunca había suspendido ningún examen en toda mi vida y no estaba dispuesta a dejar que esta fuera la primera vez.

El jueves al mediodía decidí hacer las maletas e irme a casa de mis padres, en Santander. Hacía casi un mes y medio que no iba a verles y no dejaban de atosigarme con llamadas para que les visitara. Me había criado allí hasta que me mudé a Madrid por la Universidad. Supongo que ser padre o madre no es nada fácil, siempre preocupándote de que otra persona esté bien. En el caso de mis padres, más bien de mi madre, iba más allá. No solo se preocupaba de que estuviera bien, sino de que no me estuviera "desviando" y distrayendo con mis nuevos amigos, a los que no soportaba solo por el hecho de que me sacaran de fiesta de vez en cuando. Si fuera por ella, me dedicaría a ir a clase, estudiar, comer y dormir.

Me monté en un tren que salía desde la estación de Atocha, tenía cuatro horas y cincuenta minutos por delante para mí sola, así que decidí emplear bien el tiempo. Al principio, estuve descargándome algo de música nueva de Aitana, Shawn Mendes y algunos artistas más del panorama actual, ya que en ese último año no había tenido mucho tiempo de escuchar música y me sentía bastante desactualizada cuando salíamos de fiesta. El resto del viaje lo pasé pensando en qué me apetecería hacer durante el fin de semana.

Sería genial ir a la playa con un libro, ver la segunda temporada de la serie nueva que había empezado y que, por cierto, estaba bastante interesante, cenar en familia algo rico que cocinase con mi padre e incluso echar una partida en la Xbox con mi hermano de doce años. Lo que fuera para desconectar al máximo de las asignaturas que estaba estudiando y, para qué mentir, intentar no coger el móvil desesperada para hablar a Hugo.

Llegué a la estación a eso de las 19:30 horas. Vislumbré a mi padre y a mi hermano a lo lejos y me encaminé hacia ellos, colocándome bien el abrigo.

-Hola cariño, ¿qué tal el viaje? - extendió sus brazos sobre mi espalda-.

-Bien - suspiré todavía en su pecho. Estaba claro que no le iba a contar nada acerca de los motivos reales por los que había venido-.

-¿Sabes que ya tengo el nuevo juego de Assassin's Creed? ¡El que te conté por teléfono de los vikingos! - me dijo mi hermano impaciente, asaltándome por detrás-. Igual podíamos jugar este finde.

-Claro que sí - le sonreí y le pasé un brazo por los hombros de camino al coche-.

Me monté en el asiento del copiloto mientras mi padre metía mi maleta en el maletero. Teníamos solo veinte minutos hasta llegar a casa, pero era muy gratificante estar compartiendo ese tiempo con mi padre y mi hermano. Sin duda los echaba de menos y a las vistas al mar, ¡ni os cuento!