Enamorado de ti

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—Keith, tengo algo que decirte.

Keith recordó observar con intriga los movimientos tensos del hijo de Poseidón: las manos de Lance, que normalmente gesticulaban con efusividad cuando hablaba, se encontraban quietas en su regazo; Keith incluso pudo notar un leve temblor en ellas; de igual manera, su amigo tenía los ojos cerrados con fuerza y sus labios fruncidos en una mueca de temor y duda.

Sea lo que fuera que tuviera que decir no parecía fácil para su amigo. Así que el hijo de Hades pensó que lo único que podía hacer era esperar hasta que Lance se sintiera listo para contarle.

El corazón de Keith se estremeció y latió con fuerza cuando las palabras de Lance llegaron a su oídos y lo hicieron abrir los ojos con sorpresa.

Sentía un familiar aleteo en su estómago y que su mente estaba por las nubes al recordar las palabras que Lance había pronunciado hace algunos instantes:

—Me gustas, Keith. Y no solo como amigo…
Las palabras de Lance se repetían una y otra vez, como un bucle en su mente.

Me gustas, Keith. Y no solo como amigo…
Me gustas, Keith.

—Lance.

—¡Y entiendo si esto es incómodo para ti! —Alzó las manos efusivamente, aún con los ojos cerrados—. No tienes que decirme nada si no quieres.

—Lance.

—Aún podemos ser amigos —dijo en voz baja, prácticamente un susurro—. No me gustaría que las cosas cambien. ¡A menos de que tú lo necesites, claro! No estoy en posición de exigir nada. Podríamos dejar de pasar tanto tiempo juntos. Aunque, tal vez, ¿podemos seguir con la esgrima? He mejorado mucho contigo y no quisiera…

—¡Lance! —exclamó Keith.

Keith no podía hacer más que sonreír.
Pensaba que esa noche sería una de las últimas en las que tendría la oportunidad de pasar tiempo con sus amigos antes de que el verano diera por culminado y cada quien tomara un rumbo diferente hasta el próximo año.

La noche había tomado un rumbo totalmente inesperado cuando Pidge y Hunk no se habían presentado como lo habían acordado. Lance y Keith aceptaron que sus amigos ya no llegarían después de una hora de espera.

Ambos empezaron a suponer que sus hermanos los habían retenido en sus respectivas cabañas; sin embargo, Keith sospechaba que no era solo eso.
Pidge había sido directa e insistente esos últimos días.

«—Dile lo que sientes, idiota. El verano está a punto de terminar».

Keith supuso que, ante su negativa y cobardía, la hija de Atenea y el hijo de Hefesto habían planeado todo esto en primer lugar para que Lance y Keith se quedaran solos.

En cuestión a peleas y misiones, Keith no dudaría en lanzarse al reto. Había entrenado desde los doce años para eso y conocía sus fortalezas y debilidades en batalla. Sabía que tenía un temperamento impulsivo que estaba aprendiendo a controlar y podía arreglárselas para crear estrategias si la situación lo requería.
Pero en cuestión a los sentimientos y al amor… El hijo de Hades era realmente un inexperto.

Ese preciso instante era prueba de aquello.
Lance había confesado sus sentimientos y Keith no podía sentirse más perdido.
Keith no era bueno con las palabras. Siempre había sido reservado y callado, y más en momentos en los que sentía que sus emociones parecían desbordarse.

Keith era un semidiós que confiaba mucho en sus instintos.

Así que hizo lo que siempre solía hacer.

Sombras y OcéanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora