»Capítulo 57«

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Veintinueve de octubre de 2024.

—¿Está bien si puedo decirte tía Kerstin? —le preguntó Cass a la sokoviana, quien estaba sentada en la sala con un pequeño cuenco lleno de uvas.

—Por mí está bien —comentó Maximoff con una sonrisa torcida y luego se removió en su asiento, contemplando su vientre hinchado mientras el niño enfrente suyo también lo veía—. ¿Quieres tocarlo?

Él asintió con timidez, así que Kerstin alejó el cuenco y le tomó cuidadosamente la mano, colocándosela encima del vientre mientras Cass se quedaba totalmente concentrado en su palma, esperando poder sentir al menos una ligera patada.

—No siento nada —expuso el niño y logró hacer reír a la mujer.

—Bueno, pronto se moverán más —expuso mientras le esbozaba una sonrisa y observaba de reojo a Sam Wilson, quien ya estaba asomándose para ver que todo estuviera en orden.

—¿Son niños? ¿Ambos?

—Si, ambos lo son —se inclinó un poco y le susurró lo siguiente a Cass—. ¿Crees que puedas guardarme un secreto?

El niño asintió, emocionado de poder encontrar la manera de ser cómplice con la sokoviana.

—Ya sé cómo los llamaré —comentó Maximoff y entonces Cass entreabrió los labios—. Shh, sólo no le digas a Bucky, ¿está bien? —un simple asentimiento de cabeza fue suficiente para que Kerstin volviera a sonreír y agregara—. Confío en ti. Y si A. J. quiere saber, me parece perfecto. ¿Quieres que te los diga? —el niño asintió y se inclinó hasta susurrárselos en el oído.

En cuanto se alejó, el sobrino de Sam Wilson se retiró de la sala y entonces le dejó paso a su tío, quien ya estaba sacudiéndole los cabellos y se dirigía hacia la sokoviana.

—¿Qué le has dicho esta vez?

—Un secreto, es todo —comentó y le dejó espacio a su lado.

—Ah, bien, entonces no lo sabré pronto —se sentó y después soltó un resoplido—. ¿Cómo te sientes?

—Pesada —confesó Kerstin con una sonrisa y después escuchó la risa del hombre—. Bueno, creo que demasiado. Es un peso doble, así que... —se encogió de hombros— no me imagino cómo sería dentro de unos meses más.

—Buck tendrá que cargarte para que nos visites —bromeó Wilson y se ganó un ligero golpe en el hombro—. ¿Qué? Oye, en serio, no estaría mal que también puedas ganar un poco de peso, a veces me preocupa lo pálida que estabas antes de la reconciliación con la computadora —y señaló de reojo a James Barnes, quien estaba concentrado en servir una porción de ensalada en el plato.

—Lo sé —respondió Kerstin, recordando ese tiempo. 

Había uno en específico que no podría olvidar jamás. Estaba en la orilla del alféizar en un hotel en Sevilla, observando la soledad de la noche a la vez que balanceaba sus piernas y jugueteaba con la botella de vino en su rodilla.

Presionaba sus labios, se llevaba otro trago de vino a los labios y luego se enfocaba en rendirse ante las luces artificiales, mareándose ante la debilidad de su propio cuerpo que se desequilibraba. Finalmente sintió que se inclinaba lo suficiente y entonces caía al vacío, despertando tras cerrar sus pesados párpados y chillaba de pánico.

Alzó su mano, el barandal de metal se desprendió y entonces se sostuvo en el instante en que rozó sus dedos. Se rasgó la muñeca y el recorrido de sangre que se deslizó por su brazo llegó hasta su cuello, ocasionando que mientras permanecía colgando en el vacío y escuchaba el golpe de la botella estrellándose contra el suelo, por fin decidiera alzar su otra mano y empezara a trepar con cautela, respirando agitadamente y sus extremidades temblaran, débiles por la falta de comida que había tenido abruptamente tras la falta de apetito que comenzó un mes atrás.

𝐑𝐞𝐟𝐥𝐞𝐜𝐭𝐢𝐧𝐠 𝐨𝐮𝐫 𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭𝐬 [𝐁𝐮𝐜𝐤𝐲 𝐁𝐚𝐫𝐧𝐞𝐬]Where stories live. Discover now