Capítulo 20

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Septiembre 11, 2020

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Septiembre 11, 2020.
Krai de Perm, Rusia.

La luz de la habitación era tenue, la mayor parte del tiempo estaba rodeada por oscuridad. Las ventanas, cortinas, cualquier mínima rendija que diera vista hacia el exterior estaba bloqueada. Habían pasado alrededor de nueve meses desde que había regresado a Perm y había llegado de regreso a la mansión Vinográdov en contra de mi voluntad, y desde ese entonces había perdido total contacto con el exterior. No sabía que había sucedido durante este último tiempo en la ciudad, no había podido regresar a Moscú para año nuevo y poder continuar con las clases militares. Tampoco sabía si siquiera habían hecho el intento de buscarme o no, pero, aunque lo hicieran no habría mucha diferencia, de todas formas, continuaría en este lugar y era algo del cual necesitaba escapar.

En cambio, en este lugar no estaba por nada o por un simple capricho... aunque bueno, sí lo era, era el maldito capricho suicida de Alena, mi abuela. La causa de haber sido tomada por ella y su gente era para hacer el trabajo de campo, algo que cualquiera de sus hombres estaría dispuesto a hacer, pero ella sabía que nadie lo haría tan bien como yo suelo hacer las cosas, por lo cual, en lugar de gastarse con aquellos hombres, decidió irse por lo fácil: encontrarme y utilizarme a mí.

—¿Quién es mi objetivo? —pregunté con seriedad.

Las sonrisas y los buenos tratos no tenían espacio en esta mansión, todo era siempre pena y dolor, más para nosotros los jóvenes que éramos utilizados por ella para su beneficio y el beneficio de la élite de esta ciudad y en algunas ocasiones, beneficio de los gobernantes del país.

—Antes que nada, le agradecemos por sus servicios, señorita Halstead.

—Señor gobernador, no tiene que agradecerme, esto es un trabajo, me va a pagar, no es ningún favor.

—Aun así, ninguna cantidad tan elevada de rublos puede compensar el riesgo

—Soy experta en mi trabajo ¿Quiere agradecerme? Muéstreme las maletas con el dinero —solicité sin perder la dureza en mi semblante y tono de voz.

El político sonrió con desdén, y dando un chasquido de dedos, los hombres que se encontraban detrás de él custodiándolo, se dieron la media vuelta para ir y tomar dos grandes maletines de la cajuela del auto que se encontraba en el garaje subterráneo en el cual estábamos, para posarse en los costados de la mesa. Ambos tipos abrieron los maletines, mostrando frente a mis ojos grandes pacas de rublos, separados en pequeños fajos de lo que parecía ser cincuenta mil rublos.

Asentí con lentitud, tenía el dinero y era más que suficiente para mí. Lo único lamentable de esto, era que de cada persona a la cual me pagaban por matar, Alena terminaba obteniendo un gran porcentaje para seguir viviendo y sostener la mansión. No obstante, si las cosas salían como planeaba, todo aquel dinero sería para mí y mi única preocupación sería mantenerme viva. Mi plan maestro estaba hecho, solo necesitaba ejecutarlo, y así lo haría, las cosas terminarían para todos los Vinográdov.

Caricias de Calibre 40 (Saga Mentiras Piadosas) Libro #1Where stories live. Discover now