Capítulo 36

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Noviembre 16, 2020

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Noviembre 16, 2020.
Bélgorod, Rusia.

Muy bien. Aquí vamos.

Los golpes en mi puerta eran fuertes, firmes, y ansiosos también. Me apresuré de esconder todas las pantallas del ejército y escondí una de las armas pequeñas que me habían proporcionado en la parte trasera del pantalón, por debajo del suéter. Caminé hacia la puerta, y por el visor pude identificar a Oleg, por lo cual le terminé abriendo, esta vez, sin permitirle pasar por completo al pequeño departamento en el que me estaba quedando.

—Tu otra vez... —dije en cuanto él fijó su vista en mí.

—Sí, yo otra vez. Hablé con mi jefe, niña. Quiere verte —informó, algo que claramente ya sabía, pero que él no era consciente de que así era.

—¿Qué? —cuestioné, fingiendo incredulidad —¿Es en serio? ¿Tan rápido?

—Pues sí, vamos.

—¿Justo ahora?

—Sí, justo ahora. Ya no hagas preguntas tontas y camina.

Hizo un ademán con la mano, invitándome a salir. Tomé mi chamarra, la cual colgaba detrás de la puerta y dejé el departamento mientras me la colocaba. Cerré con llave y en completo silencio comencé a seguir a Oleg. Dejamos el edificio departamental, y me encontré con el mismo coche que había seguido ayer, un viejo Sentra de la Nissan. Nos montamos en el vehículo, y tan pronto se pudo, emprendimos el viaje hasta donde se encontraba su jefe.

Me sentía nerviosa, no era algo que negara, pero no era un nervio de preocupación porque algo llegara a salir mal, no, lo tenía todo bajo control, era más un nervio de que estaba por conocer a la cabeza de la operación, a mi víctima en el sentido de que lo iba a terminar encarcelando o asesinando por emergencia, en dado caso de que no pudiera encontrar la suficiente evidencia para poderlo culpar por las muertes de todos los civiles que consumieron su droga en mal estado. Era en cierta parte, emocionante poder estar de cerca con otro gran líder, casi jefe de la ciudad. Y en ese tema, había que ser realistas. Se comprendía que quienes mandaban en los estados y distritos en Rusia, era el mismo gobierno, es decir, los gobernadores, y el resto de la plantilla, ellos "controlaban" dicho estado al que pertenecieran. Pero, a decir verdad, eran los líderes de mafias, cárteles y casas de criminales quienes tenían las ciudades bajo su poder, eran ellos los que accionaban en caso de que el propio gobierno no hiciera lo necesario para mantener el orden.

—¿Tu jefe comentó algo sobre mí? ¿O tú que le dijiste sobre mí?

Se quedó callado durante un par de segundos, y poco después, contestó:

—Pues... Para empezar, quiero advertirte que muchos creen que me he acostado contigo, pero no me gusta salir con menores.

Mi ceño se frunció, y volteé a verlo extrañado y con cierto asco. Era creíble que fuera así, hasta cierto punto. No hay alguna razón en específico por la cual quisiera ayudarme a encontrar trabajo, al menos frente a ellos, y una razón posible sería ser amiga "íntima" de él, es decir, mantener una relación explícita. Sin embargo, claramente no era algo que hubiese pasado, y era algo que jamás iba a suceder.

Caricias de Calibre 40 (Saga Mentiras Piadosas) Libro #1Where stories live. Discover now