Capítulo XIV

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14 - Le français

El entreno se hizo eterno mientras pensaba en todos los problemas que tenía en aquel momento.

Emily ni siquiera me había dirigido la mirada aquel día, y yo estaba esperanzada de poder arreglar el malentendido.

Cuando terminó el entreno, salí rápidamente del pabellón con mi bolsa sobre mi hombro, apretando fuertemente el asa.

Abrí la puerta y vi como Miya se giraba a verme.

Estaba sentado en el último escalón. Bajé hasta llegar a su altura y me senté a su lado.

—¿Cómo ha ido? —me preguntó guardando su teléfono y dirigiendo toda su atención a mi.

—Bien —musité.

Miya, sin decir nada más, dejó una mano encima de mi rodilla y la acarició con el pulgar.

Sabía mi situación con Emily y sabía que me sentaba mal estar así con ella, nunca nos habíamos peleado.

Dejé caer mi cabeza en su hombro y busqué su mano para entrelazarla con la mía.

Varios minutos después, se escuchó un fuerte golpe a nuestras espaldas.

Nos giramos asustados y lo único que pude ver fue la caballera rubia de Emily escondiéndose rápidamente detrás de la puerta. Se pasó una mano por los ojos y se giró para volver dentro.

—¿Ella es Emily? —me preguntó Miya.

Lo miré preocupado y asentí.

—Debería hablar con ella pronto...

Ya era tarde para la hora de comer cuando nos levantamos y emprendimos el camino hacia mi casa. Miya no me soltó de la mano en ningún momento.

—Roy es muy agradable —comentó— Podría ir cada día mientras entrenas, aunque su inglés es muy rápido —esbocé una pequeña sonrisa divertida.

—Él fue quien me dijo que las cartas se encontraban en el cuartel. La verdad, para la proxima me acompañas, que sitio más... Escalofriante.

Al llegar a casa comimos los cuatro juntos en una charla amena sobre nuestra mañana y que planes teníamos para la tarde.

Ese día se haría la apertura de la competencia y debíamos asistir.

Al terminar, subimos a mi habitación para cambiarnos y bajamos al salón para esperar a nuestros padre, que también vendrían al recibimiento.

Justo antes de salir de mi habitación, Miya agarró mi mano y tiró de mi hasta chocar con él.

Su brazo rodeó mi cintura y, con un movimiento casi automático, yo me sujeté de su cuello.

Me besó tiernamente. Fue un beso corto, pero me sentí mucho mejor.

—Todo estará bien, Maya —apoyé nuestras frentes y mi nariz rozó la suya. Reímos levemente.

Nos separamos y bajamos al salón.

• Miya Chinen •

Fuimos en coche hasta el pabellón junto a nuestros padres, ya que se encontraba en la capital.

Al llegar nos separamos, ya que cada uno debía ir hacia un lugar.

Maya y yo nos dirigimos al lugar donde estaríamos todos los participantes. Pasé una mirada rápida por el lugar, sabiendo que mucha de la gente que había allí la conocíamos.

—Mi grupo está allá —me señaló Maya una bandera de Canadá y un grupo de gente vestidos con los colores de esta.

Frente a mi teníamos a mi grupo, el de Japón.

—Luego nos vemos —le dije dándole un pequeño beso antes de separarnos.

Saludé a varios de los contrincantes con los que me llevaba bien, eran pocos, pero eran suficientes.

Mientras hablaba con un compañero de hacia años, una chica con rasgos europeos se acercó a nosotros con una gran emoción.

Perdona... ¿Eres Miya Chinen? —me preguntó ilusionada.

—¿Si? —respondí enarcando una ceja.

—¡Soy tu mayor fan! ¡He desado conocerte durante tantos años! Incluso mi mejor amiga que nunca le ha gustado nadie estaba alucinando contigo —eso era demasiado incómodo, decidí terminar la conversación rápidamente.

Disculpa, por ti y por tu amiga, pero debo ir con mi novia, hemos quedado y ya voy tarde —salí pitando de allí hacia el grupo de canadienses.

—¿Miya? —me dijo Maya al verme— ¿Qué haces aquí? Falta poco para...

—Una loca ha aparecido diciendo que es mi mayor fan, que su mejor amiga y ella estan enamoradas de mi —Maya intentó no reirse pero explotó en una carcajada.

—Perdón —dijo entre risas—, pero es que... Dios mío, eres prácticamente el mejor de nuestra generación, claro que tienes fama.

—¡Maya! —interrumpió la misma chica de antes, acercándose a nosostros.

—¿Que ocurre, Emily? —contestó mi novia con evidente molestia. Espera... ¿ella era Emily?

Oye, he pensado que este enfado es una tontería. Deberías admitir que no estás saliendo con Chinen y... —el nerviosismo en su voz era claro. El chico que estaba frente a mi se apartó y, cuando la rubia me vio, se le borró toda expresión de su rostro.

No debo admitir nada —le respondió Maya secamente— Lo puedes ver tu misma —me señaló.

No es verdad... —¿esta chica era tonta?— Antes me ha hablado a mi y ahora... Mira, esta incomodo, ¿no lo ves? —Emily tartamudeó. Fruncí el ceño ante sus palabras.

Creo que se lo que soy y lo que siento por Maya —interrumpí— Si nos disculpas, agradeceríamos que dejaras de decir todas estas tonterías y aceptaras la realidad.

Emily se marchó roja de la vergüenza, mientras que Maya soltaba un suspiro.

—Lo siento por eso —dijo ella.

—No te disculpes, me daba miedo, mejor así.

Desde los megáfonos anunciaron que pronto empezaría la presentación, así que volvimos a separarnos.

Primero presentaron a Canadá, ya que se hacía en el país. Japón fue el tercer país y, detrás nuestro, pasó Francia.

No hace falta decir que la mirada de Emily estuvo clavada en mi durante todo el rato.

Al finalizar y recibir los aplausos del público, entre ellos nuestros padres, salimos al exterior junto a los demás participantes.

Me reencontré con Maya y, justamente, también con Emily, quien nos veía con rabia mientras andábamos con las manos entrelazadas.

—Déjala —le dine a Maya dándole un apretón en la mano—, la envidia es muy mala...

Suspiró, pero no dijo nada al respeto.

.

A la mañana siguiente, aún con un día de descanso antes de empezar la competencia, decidimos investigar un poco más sobre nuestros padres.

¿Que es lo que tenéis hasta el momento? —preguntó Roy, el pastelero del pueblo.

Maya estuvo unos segundos repasando en su memoria y agarró un papel y un boli para apuntar.

Tenemos dos familias —dijo, apuntando mientras hablaba— Los chinen, la mafia blanca; y los Souza, la mafia roja —asentí cuando me miró— Ambas familias tenían una gran cantidad de dinero, pero para la Roja no fue suficiente e intentó infiltrarse en la Blanca a través del padre de Miya, cosa que no salió bien así que lo intentaron con Hana. Y por último, mi madre utilizó a mi padre para entrar a Japón —terminó de escribir y miró la hoja con el ceño fruncido.

Escucha... —ambos nos giramos hacia Roy— Tal vez en el antiguo despacho de Laurence encuentres algo...

Nos miramos y, automaticamente, ambos supimos que debíamos hacer.

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