Dos Locas Eran Suficientes

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El ministro Christopher Morgan se encontraba encerrado en su estudio en su hogar. Tenía un dolor de cabeza horrible y las personas que vivían con él sólo lo empeoraban.

¿En qué momento se le ocurrió tener hijos? Si pudiera los enviaría a un lugar muy lejos de Londres.

—¡Papá! —gritó una voz desde la planta de arriba— ¡Regina tomó mi blusa!

—¡Papá! —otra voz se escuchó— ¡Charlotte tiene mis zapatos!

—¡Milenka no me quiere prestar su collar, papá! ¡Dile que me lo de! —su otra hija gritó.

—¡Tienes el tuyo, idiota!

Christopher miró al techo, pensando. Llévame ya.

—¡Christina tomó mi falda favorita!

Se pasó las manos por la cara cansado de los gritos de sus hijas. Cada una más insoportable que la otra. Estaban locas.

—¡Christopher, ¿puedes venir?! —y por supuesto, su esposa era la loca mayor.

Las puertas del estudio se abrieron, su único hijo casi con un tic en el ojo entró mirando a su padre molesto.

—Cállalas, porque las cuatro están volviéndome loco, y las terminaré matando. —los gritos siguieron, Owen cerró los ojos con fuerza— ¿No crees que con Milenka era suficiente?

—Con tu madre y con Milenka. Dos locas en mi vida eran más que suficientes.

Una personita entró al estudio, pasando por el lado del adolescente de 18 años y posándose al lado de su padre. Su cabello negro caía por sus hombros, y sus ojos, uno azul y uno gris, miraban a Christopher.

—Papi.

—Ciara. —dijo extrañado. Era muy raro que su hija menor no estuviera en la discusión que todavía se escuchaba arriba— ¿Qué les sucede a tus hermanas?

—Milenka no le quería dar uno de sus collares a Christina, así que comenzaron a gritarse, luego llegó Charlotte y se dio cuenta que Christian tenía su falda. Discutían por eso las tres. —tomó aire— Llegó Regina por los gritos, se dio cuenta que Lotty tenía sus zapatos, y Milenka se dio cuenta que Regina tenía su blusa. Y ahora todas están gritándose y no me dejan ver televisión.

La menor de los Morgan pestañeo dos veces luego de terminar. Padre e hijo se miraron, en ambos se notaba el dolor de cabeza que esas niñas les provocaban.

—Ah, y mamá ya se molestó con ellas cuatro y quiere que vayas tú y lo resuelvas.

El ministro rodó los ojos y se puso de pie. Ciara estiró sus bracitos para que la tomara, y lo hizo. Caminó con ella sólo unos pasos para pasársela a Owen.

—Vete con tu hermano y, no sé. Vayan por un helado.

—¿¡De chocolate!? —chilló la niña emocionada cuando su padre asintió— ¡Síííí!

Owen miró a Christopher, suplicándole que no lo dejara con ella. No es que no quisiera estar con su hermana menor, es que ella se aprovechaba de él y cuando se daba cuenta, ya había gastado más de cinco mil dólares en ropa, dulces... en lo que su hermanita pidiera.

El hombre subió las escaleras respirando profundo. Con cada paso que daba los gritos iban aumentando. Todo el problema estaba ocurriendo en la habitación de su hija mayor. Al estar frente a la puerta abierta, pudo ver a sus hijas casi matándose.

—¡Lárguense de mi habitación, idiotas!

—¡Cierra la boca, Milenka! —gritó Charlotte— ¡Devuélveme mi falda!

—¡Dame mis zapatos!

—¿¡Por qué tomas lo que no es tuyo!?

—¡Tú lo tomaste primero!

Todas se miraron enojadas antes de volver a gritar.

—¡Papá! —gritaron las cuatro con todas sus fuerzas.

—¿Qué mierda les pasa, ridículas?

Las chicas comenzaron a gritar a la vez todo lo que estaba pasando. Eso sólo provocaba migraña en su padre. Una quejándose por la falda, otra por un collar, otra por zapatos y la otra por una blusa.

Debí internarlas en un psiquiátrico cuando tuve oportunidad.

—No me importa quien tomó cosas de quien, no me importa quien comenzó, menos me importa que sucederá con lo que se quitaron la una a la otra. —habló , haciendo que todas callaran y lo miraran molestas— Tú, tú y tú, se largan de aquí y se encierran en sus habitaciones.

—Pero... ¡No es justo, papá! —gritó Regina.

—Lárguense.

—¡Pero papá! —se quejó Charlotte apunto de un berrinche.

—¡Ahora!

—¿Cuanto tiempo estaremos encerradas? —preguntó Christina.

—Hasta que se me pase el enojo. —todas suspiraron.

—Tampoco somos inmortales... —murmuró Milenka.

Con una mirada, todas las niñas regresaron a sus habitaciones, cerrando las puertas con un portazo fuerte y con seguro.

—¡Medíquense! —les gritó el hombre, caminando hasta su habitación.

Al entrar se encontró con su esposa acostada en la cama con una almohada en su cabeza. La sujetaba con fuerza.

—¿No podías arreglar eso tú? —preguntó él.

—Yo las controlé ayer, este problema te tocaba a ti hoy. —lo miró, sonriendo.

Su esposo se acostó a su lado, tapándose los ojos con su brazo. Rachel se movió hasta estar sobre su pecho.

—¿Quieres otra hija, amor?

Christopher la miró con horror, causando que su esposa comenzara a reír.

—No, claro que no. Con ellas ya tengo muchos problemas y dolores de cabeza.

Si pensaba que con Milenka ya pagaba un Karma de esta vida, con sus otras hijas pagaba las pasadas y las futuras.

Ah, y antes de irnos. Owen llegó a su casa casi en banca rota, y su hermanita muy feliz con su quito helado de chocolate extra grande.

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• Owen y Milenka son los mayores (18 años) Le sigue Charlotte (15 años) Luego Regina (13 años) La cuarta es Christina (10 años) y por último Ciara (seis años).

Fanfics Morgan James Donde viven las historias. Descúbrelo ahora