500 Dólares en Efectivo

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Desierto del Sahara, Egipto


Steven durmió profundamente cinco horas y, en plena noche, sobresaltado por el terror del sueño, se despertó. Mordió una esquina de su camisa cerrando los ojos con fuerza, se cubrió los oídos con las manos y esperó unos instantes, a fin de averiguar si estaba completamente despierto y a salvo del miedo. Silencio; no se oían ya los clamores de hombres muriendo ni el chasquido de los puños impactando en la carne. Al darse cuenta de que estaba despierto, el corazón se le tranquilizó, pero sus ojos se negaban a permanecer cerrados. Al cabo de un momento la mente le empezaría a galopar, lo sabía. Notó con poco alivio que lo invadía una oleada de ira y no de miedo al abrir los ojos. Allí, su hermano, el mercenario y el escarabajo brillan en la arena.

—Maldita sea —dijo, sacando un pie del camello—. Idiotas —dijo Steven en voz alta. Y a continuación, levantando más la voz—: ¿¡Están dementes, creen que son dos niños o algo así!? —gritó poniendo los pies en el suelo. Jake y Spector estaban en la arena, tendidos y sobándose los rostros. Jake levantó primero la mirada. Él se alzó de hombros y sacudió la cabeza. Spector se quedó mirando al cielo nocturno unos segundos y contestó que no con la cabeza. Marc frunció los labios y seguido se pasó la lengua por ellos.

—Oh, despertaste —dijo Jake, al ver que Steven lo miraba—. ¿Dormiste bien?

—No —contestó Steven, el corazón le latió con tanta fuerza que los brazos y el pecho le empezaron a temblar de ira. La oscuridad era absoluta, vertiginosa, tenía que hacer algo con su molestia, entonces repitió la pregunta, con el tono más dulce que encontró, uno lastimosamente aterrador—. ¿Dormiste bien, Jake?

—Mmmmmm... No —pronunció con mucha duda.

—No. Por supuesto que no —estuvo de acuerdo—, si, bueno... no creo que ambos hayan dormido mucho en realidad. Así que, ese era el motivo por el que no podía dormir bien... ¿Puedo hablar claramente, señor Spector? —como el hombre rehuía su mirada, Steven continuó—: Creo recordar que dijeron sin rencores, cuando estábamos ayer en el puerto. Tenemos un contrato, y lo que me vi obligado a ver en ese barco me está quemando las entrañas. Casi me cortan el cuello con un gancho. Ni a los que llaman «animales» hacen una cosa semejante. Señor Spector, puede que quiera volver a asegurarse de que acordamos al pagar su fianza, ahora que estoy admitiendo esto. Estoy pasando un infierno por lo que ocurrió. No pueden imaginarse cómo me siento... —vio la imagen del barco en llamas repleto de hombres muertos, y no pudo contenerse—: Los veo a todos ustedes intentando hacerse sangrar a los golpes sin sentido, y me dan ganas de vomitar.

—Grant... —Marc, visiblemente apenado, lo miró a la cara por primera vez.

—Con un poco de educada diplomacia, ¿Pueden decirme por qué peleaban, chicos? —preguntó a ambos con una dulzura funesta.

—Nos caímos de los camellos —respondió Jake con cierta ironía, pero cuando Steven lo miró escéptico, se rio bajo y admitió—: Le debía el golpe, sabes que yo no dejo nada sin saldar. Borrón y cuenta nueva. ¿No es así, Spector?

Marc asintió lentamente recuperándose, Lockley mentía, pero no iba a culparlo por hacerlo, fue hábil y rápido. Finalmente, después de lo que pareció ser una hora o cien años, Marc se subió a su camello junto al de Grant.

—Eso se parece más a tu estilo —Steven estuvo de acuerdo, pero Jake descartó su réplica con un movimiento de cabeza y una sonrisa. Continuó con su explicación con más detalles de los esperados y sorprendentemente convincente al respecto.

Avanzaron el viaje luego del incidente. Como si el hecho no hubiera tenido lugar. Steven había perdido la noción del tiempo. Por encima de los días y las noches estaban las conversaciones. Se oía hablar a sí mismo durante mucho tiempo, y también escuchaba. A veces reía al escuchar sus propias confidencias, revelaciones sin malicia que antaño lo hubieron mortificado. Las cosas que contó a Spector lo sorprendían a menudo, y en algunos casos hubieran resultado aburridas para una persona promedio; pero fueron auténticas en todo momento. Cosas que jamás habría dicho, cosas proscritas en la superficie de su cerebro. Una tonante convicción por el reino egipcio. Y el mercenario Spector también hablaba. En voz baja y uniforme. Expresaba interés y aliento, en ningún caso sorpresa ni censura. Le habló de su juventud, de la legión, de cuál fue partícipe y rara vez algo más allá de su tiempo como miembro de la milicia. A veces solo eran datos de los países en los que estuvo. Una cantidad que no dejó de sorprender a Steven, desde Gabón, Noruega hasta Dubái. Algunas veces miraban juntos un mismo punto brillante en el desierto para iniciar sus conversaciones, casi siempre con una sola fuente de brillo en el desierto. En cada sesión cambiaban de objeto brillante.

Escrito en Papiro Dorado【MarcSteven】Where stories live. Discover now